"50 años, 50 voces" | Luis Martínez, académico

El martes 11 de septiembre de 1973 estaba en Valparaíso; estudiaba Ingeniería Eléctrica en la Universidad Técnica Federico Santa María, universidad a la que llegué a los 12 años, cuando ingresé a su Escuela de Artes y Oficios, que estaba orientada fundamentalmente a niños de escasos recursos. Fui becado, tuve alojamiento y comida gratis, y tuve como profesores a los mismos que hacían clases a los universitarios. En 1970, año en que ganó la UP, yo entré a Ingeniería. Tuve una vida universitaria muy activa, con muchas actividades culturales con la comunidad. También hice mucho deporte: buceo, atletismo, básquetbol, incluso formamos un grupo de béisbol. Este último deporte lo practicábamos con quienes llegaban en barco a Valparaíso, principalmente con cubanos. Y el 10 de septiembre de 1973, después de un partido en la cancha de fútbol de la Universidad, unos cubanos nos invitaron a su barco para seguir compartiendo. Nos quedamos en el “Sierra Maestra” hasta las doce de la noche y cuando ya íbamos de regreso a la pensión, recuerdo haber notado, y comentado, lo raro que era no ver a los barcos de guerra. Llegamos a la pensión y, alrededor de las seis de la mañana, golpearon la puerta. Era un pescador amigo que me dijo: Lucho, golpe de Estado. Fuimos a mirar, dimos vueltas por la Santa María, pero decidimos no entrar. Después supe que los marinos habían llegado a la Universidad y que estaban en Av. España, apuntando a la Universidad, botados en el suelo. Fue una situación bien caótica porque hubo muchos arrestos y situaciones increíbles, como compañeros de curso que ese día llegaron de uniforme, como oficiales de marina, para llevarse detenidos a compañeros de izquierda. Yo me junté con algunos amigos en la pensión en la que vivía para analizar la situación, nos quedamos esa noche ahí y al día siguiente nos fuimos porque nos dijeron que iban a allanar y no se sabía cuál era el destino de los estudiantes. Alrededor de las cinco de la tarde me fui a Viña. El toque de queda ya había empezado, así que me fui por los cerros, escondiéndome entre los arbustos cuando sentía los helicópteros. Llegué a la casa de un amigo, donde me quedé hasta que decidí volver a Santiago, donde mis padres, que no sabían qué había pasado conmigo. Recuerdo que viajé en el primer tren que iba a Santiago y llegué el 17 de septiembre a la casa, alrededor del mediodía. Estando ahí recibimos una llamada telefónica que yo atendí. Era un compañero que se quedó mudo cuando le contesté, y que luego me contó que llamaba a mi madre para darle el pésame porque se corría el rumor de que me habían fusilado en Valparaíso. Ese día yo efectivamente estuve frente a la universidad, vi a los marinos, pero decidí regresar a la pensión. Estando en Santiago, en la casa de mis padres, supe que la Universidad abrió nuevamente, en noviembre, así que partí a matricularme. Habíamos terminado el semestre hacía poco y me había ido bien, pero me encontré con la sorpresa de que estaba eliminado. La noticia fue impactante, sobre todo porque pensé que volvería a Santiago sin nada. Me faltaba sólo un año y medio para terminar mi carrera. Fue muy complicado, no quise regresar a Santiago y me quedé en Valparaíso. Como había estudiado en la Escuela de Artes y Oficio, y también era instructor de buceo, trabajé como electricista y sacando pescado para vender. De ese modo me financié todo ese año y el siguiente. Estuve casi dos años así y en 1975 decidí dar la prueba de admisión de nuevo. Finalmente me inscribí en Ingeniería eléctrica en la Universidad Técnica del Estado. Mi idea era no sumar gastos a mi familia y terminar rápido, así que presenté mis papeles, pero no me convalidaron ningún ramo y tuve que hacer toda la ingeniería de nuevo. Como ya había cursado asignaturas de esa carrera, pude hacer clases particulares a mis nuevos compañeros, ayudantía de matemáticas y además me ofrecí como instructor de buceo en la UTE. A la Santa María volví recién hace algunos años atrás, por el día, a un homenaje que se le hizo a un amigo que falleció en Estados Unidos -el amigo que me enseñó a bucear-, que también había sido estudiante de la Universidad. 

Luis Martínez, académico de la Facultad de Artes

Compartir:
https://uchile.cl/a221124
Copiar