Con un pié en Chile y otro en Europa, la pianista nacional Edith Fischer no da tregua en la lucha que la ha apasionado toda su vida. Una pasión que sobrepasó los límites y que, por recomendación del mismísimo Claudio Arrau, la llevó a ser una activista en defensa de la música. Siempre fiel a este principió llegó hasta el IX Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile, donde interpretó "Metamorfosis I" del compositor y pianista argentino Jorge Pepi. Con la maestría e intensidad que la caracterizan marcó uno de los puntos altos de la noche del martes 13 de enero. Sin duda alguna estuvimos frente a una pianista esencial dentro de nuestra música y no pudimos dejar pasar la oportunidad de entrevistarla.
- La obra que interpretó es de Jorge Pepi, su esposo, con quien creó y dirige el festival Semaine Internationale de Piano de Blonay-St.-Légier en Suiza ¿cómo surge esta sociedad creativa?
- Yo vivía en Suiza y Jorge llegó hasta allá para estudiar piano, gracias a una beca que le dieron en Argentina. Por las condiciones de la beca comenzó a estudiar conmigo y luego formamos un dúo profesional de piano. Nuestra conexión vino por el lado del arte y con el tiempo formamos una relación de pareja.
- ¿Cómo ha sido la experiencia de compartir trabajo, creación y una vida en pareja junto a Jorge Pepi?
- Es algo muy entretenido y estimulante. Somos muy cómplices en muchos aspectos y nos entendemos muy bien a la hora de trabajar en torno a la música. Gracias al contacto de Jorge con la música actual siempre me encuentro al día con las nuevas tendencias y estamos conociendo nuevas obras y compositores. También hemos trabajado en la creación de muchas obras contemporáneas, en el encuentro de piano de Blonay y en otros proyectos.
- La obra "Metamorfosis I" ¿qué significado tiene para usted y por qué la escogió para esta oportunidad?
- Es la primera parte de una serie de obras que todas se llaman "Metamorfosis" y es la única que es para piano solista. Todas las otras son para distintas formaciones instrumentales. Jorge tiene pocas composiciones para piano solista y "Metamorfosis I" es una de ellas, por eso la escogí. Además es una obra cuyo aspecto sonoro es muy complejo, tiene piezas superpuestas y depende mucho del piano en el que se interprete y de la acústica del lugar. Obliga al intérprete a adaptarse a las condiciones que se le presenten.
- Sobre la Semana del Piano de Blonay, ¿por qué decidieron realizar un encuentro centrado en la figura del piano?
- Primero porque ambos somos pianistas y también porque el repertorio para piano es muy amplio. Históricamente es un instrumento muy explotado y siempre están apareciendo obras nuevas relacionadas con el piano. Queríamos mostrar todo eso en un solo lugar, además de ensayar diferentes formaciones instrumentales donde el piano tiene un lugar protagónico. Hemos tenido éxito en ese aspecto, ya que ahora en agosto realizaremos la versión número 20 del festival.
- En otro aspecto cuénteme, ¿cómo conoció al maestro Claudio Arrau?
- Lo conocí cuando era muy niña, a través de mi madre que en ese entonces era directora de la Escuela Moderna. A los diez años ya estaba tocando para el maestro Arrau y él me daba consejos de cómo buscar mi propio camino. Después, cuando tenía 17 años y me fui a estudiar a Nueva York quise retomar esa relación y lo escogí como mi maestro, por sobre Rudolf Serkin.
- ¿Qué recuerdos guarda del maestro Arrau?
- La verdad es que son muchos. Fueron años de una amistad y un aprendizaje muy intensos, al punto de que después de Claudio Arrau no tuve otro maestro. No es porque ya lo supiera todo ni nada de eso, uno nunca termina de aprender. Pero él era una persona que te entregaba todas las herramientas para seguir adelante sola, te enseñaba a encontrar tu propia identidad y a desarrollar tu propio camino. Después viajé a Europa y seguimos siendo amigos, siempre nos visitábamos o comunicábamos, incluso hasta poco antes de su muerte. Recuerdo que tuvimos una larga conversación por teléfono tres semanas antes de que fallezca. Eso me pareció súper extraño porque él era de pocas palabras cuando estaba al teléfono; pero esa vez no, hablamos harto y de todo y casi al final me dijo "hay que tocar mucho Edith, mucho, porque hay que salvar la música". Esa fue su despedida.
Breve historia de Edith Fisher
Heredera de una exquisita tradición artística y musical, ya a los 12 años interpretaba a Mozart junto a la Orquesta Sinfónica de Chile bajo la dirección del maestro alemán Hermann Scherchen. Pronto vinieron las becas, los estudios en Estados Unidos como parte del selecto grupo de discípulos de Claudio Arrau y un extenso periplo por Europa que la llevó a fundar en 1989, junto a Jorge Pepi, la Semaine Internationale de Piano de Blonay-St.-Légier en Suiza, que además del festival incorpora clases magistrales de composición e interpretación.
Actualmente se dedica a dar presentaciones en diferentes lugares del mundo, sin dejar de lado nunca su labor académica, ya sea a través de masterclass en Europa y América como de la formación de jóvenes pianistas en Barcelona. Fiel a las palabras finales que el maestro Arrau le dedicó, la misión de su vida es la música.