En el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) se realizó la presentación del sexto número de la Revista [cuatro treintaitrés], publicación del Departamento de Artes Visuales (DAV) de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile. Esta nueva edición, titulada “Impregnaciones. Un estado de la pintura actual”, reúne textos, entrevistas y ensayos que abordan desde distintas perspectivas la vitalidad, transformaciones y persistencias de la pintura en el presente.
Editada por los artistas y académicos del DAV, Pablo Ferrer y Jorge Cabieses-Valdés, la revista parte desde una pregunta ya clásica, pero aún vigente: ¿qué sentido tiene hoy pintar? Lejos de responder desde el lugar de la novedad o desde una posición triunfalista, este número reconoce que la pintura ha sido tantas veces dada por muerta que su supervivencia ya no es excepcional, sino parte de su propia condición. Muere y renace con cada generación, reaparece con nuevas formas y contradicciones, resistiendo desde la materialidad, el cuerpo, el gesto.
Participaron en la presentación sus editores y también Ana María Risco, teórica del arte que escribe para esta sexta versión de la revista el escrito de obras "Pista obstruida", y el artista y profesor invitado a la instancia Ignacio Gumucio.
Impregnaciones. Un estado de la pintura actual se plantea así como una revisión situada de ese estado de cosas. "A diferencia de los movimientos modernos que buscaban relevos estilísticos sucesivos, hoy convivimos con una simultaneidad abrumadora de lenguajes. Pintura abstracta, figurativa, conceptual, popular, devocional o publicitaria: todo parece caber dentro de sus límites porosos. Esa diversidad, a ratos abultada, a ratos fértil, se despliega en los artículos que componen esta edición, sin una tesis única, sino como un mapa de intensidades y tensiones", mencionó el académico Pablo Ferrer.
Entre las colaboraciones destacan una entrevista con Gonzalo Díaz, una reflexión sobre la pintura en cerámica, un ensayo sobre el muralismo callejero a fines de la dictadura en Chile y una conversación con un pintor de señalética vial, que extiende la discusión pictórica hacia territorios técnicos y laborales que muchas veces quedan fuera del radar académico. En todos los casos, la revista explora lo pictórico como problema, como lenguaje, como persistencia.
Durante la presentación se volvió una y otra vez a la figura del zombie: esa criatura que, aunque declarada muerta, sigue caminando, devorando saberes, desplazándose entre lenguajes, habitando un limbo entre lo vital y lo obsoleto. En esa imagen, la pintura aparece como un cadáver viviente que se resiste a la clausura definitiva. Pero también como una práctica profundamente corporal, donde lo manual, lo técnico y lo gestual inscriben en la materia una huella directa. A diferencia del camarógrafo, cuya mediación técnica determina parte del resultado, el pintor pone cada trazo con su cuerpo: la pintura es también cocina, manipulación, obsesión.
La reflexión se extendió hacia el lugar de la pintura en la academia, su desplazamiento en los programas de formación, y su permanencia como una especie de lengua madre: una herencia compleja, a veces incómoda, que opera más como posibilidad que como dogma. "Esa lengua madre no necesariamente designa pureza ni superioridad, sino una forma de recordar que alguien, hace siglos, también pintó con una mano, un ojo, un cuerpo como el nuestro. Más que una tradición que se conserva, la pintura sería una comunidad de cuerpos que tocan, manchan, observan", mencionó Ana María Risco.
Esta sexta edición también señala que la pintura, lejos de ofrecer respuestas nuevas cada vez, trabaja hoy desde micromovimientos, "logros que no siempre son rimbombantes, pero que sostienen la pertinencia de un medio cuya fuerza no reside en lo innovador, sino en su capacidad de persistir. Persistir, incluso, sin certezas: persistir incluso como forma obsoleta, como disciplina menor, como gesto residual", dijo Gumucio.
Tal como lo sugiere la editorial de este número, "quizá sea momento de olvidar por un rato la vigilancia crítica y permitir que algo se haga con lo que queda. La pintura no será el centro, pero tampoco ha sido completamente desplazada. Está ahí, como un zombie sin plan, pero en movimiento; como un fénix de cenizas viejas, que aún brilla. No para redimir nada, sino para insistir", Ferrer y Cabieses-Valdés.