La exposición individual Fragmentos del cotidiano, de la artista visual Indira Castro Morales, egresada de la carrera de Artes Visuales de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, se presentó en la Casona Rebeca Matte durante junio y julio de 2025, donde realizó a su vez dos visitas guiadas. La muestra reúne tres obras realizadas durante el primer año del Magíster en Artes Visuales de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile, programa en el que actualmente se encuentra cursando y financiado por el Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, Convocatoria 2024.
La exposición surge como una colaboración con la Casona Rebeca Matte, espacio que permitió a la artista compartir públicamente un proceso de investigación y producción marcado por el cruce de lenguajes y por la apertura a nuevos soportes. "La elaboración de estos trabajos me permitió explorar otras técnicas y materialidades, mayormente ligadas a lo escultórico e instalativo, incluso el arte sonoro", señala Indira, quien proviene originalmente del campo de la pintura.
Desde esa perspectiva, la muestra puede leerse también como una apertura hacia otras posibilidades expresivas, nacidas al interior de los talleres del magíster. En palabras de la artista: “Fueron un gran desafío dado que, en cierta medida, se alejan de mi práctica de origen. Me enfrenté a otros lenguajes, y eso fue también una forma de repensar cómo abordar lo que me interesa: lo cotidiano, lo aparentemente simple”.
Tal como indica el texto curatorial de Fernanda Grunewaldt, la propuesta de la muestra se organiza en torno a tres ejercicios que reevalúan lo ordinario. "Fraccionando elementos, lugares y fenómenos circunstanciales, la artista reúne en Fragmentos del cotidiano tres obras [...] que invocan referencias y responden a un ejercicio de descontextualización", señala Grunewaldt. En ese gesto de extraer fragmentos del mundo habitual y situarlos en un nuevo marco, se tensionan las maneras en que representamos lo cotidiano, y se abren otros sentidos posibles.
La primera obra, Silabario (2024), toma como referente visual el tradicional Silabario Hispanoamericano de Adrián Dufflocq Galdames, cuyas ilustraciones fueron realizadas por el destacado dibujante Coré (Mario Silva Ossa). A través de esculturas tridimensionales de cartón, Castro Morales reinterpreta esas imágenes infantiles que marcaron la educación de muchas generaciones. “El silabario formó parte de las infancias de muchos de nosotros como un elemento educativo. Me interesaba trabajar esa familiaridad desde el extrañamiento”, comenta la artista. En efecto, la obra se articula mediante una selección arbitraria de objetos que mantienen relaciones “desproporcionales” entre sí, lo que intensifica la sensación de desajuste. Las dimensiones de los volúmenes no coinciden con las medidas reales de los objetos representados, lo que desarma la lógica esperada y abre espacio para la duda visual.
La segunda pieza, Parque (a)temporal (2024), se presenta como una instalación audiovisual compuesta por fragmentos pictóricos y sonoros del Parque Quinta Normal. A partir de ese entorno urbano, la artista construye una experiencia sensorial que combina la memoria del paisaje con los procesos del taller. “La pieza de audio propone un recorrido en el cual se alternan los sonidos de dicho entorno, como los aspersores, las pisadas, el metro, con los sonidos producidos por espátulas y pinceles en las sesiones de pintura”, explica. Así, se produce una superposición de capas temporales que transforma la percepción del parque en una vivencia suspendida, fuera del tiempo lineal. En palabras del texto curatorial, se trata de una obra que “recontextualiza un paisaje audiovisual, fragmentando experiencias sensoriales propias del parque Quinta Normal y desplazándolas”.
La tercera instalación, Arcade Análogo (2024), establece un diálogo entre el juego tradicional y el videojuego digital. Mediante la intervención de objetos como yoyos y cuerdas de salto, Indira genera una composición visual que remite a los juegos de plataformas de los años ochenta y noventa, como Mario Bros o Donkey Kong. Sin embargo, estos juguetes han sido transformados de modo que pierden su forma y función original. “Quería contraponer el juego análogo con el videojuego, pero sin caer en la nostalgia. Me interesaba trabajar ese imaginario desde una descomposición estética”, afirma la artista. El resultado es una pieza que, al igual que las anteriores, trastoca la lógica de lo familiar y propone una nueva disposición del sentido.
Las obras que conforman Fragmentos del cotidiano comparten una preocupación por la experiencia compartida y la memoria cultural, pero también por las formas en que esos elementos se pueden desmontar y reensamblar desde el arte. Grunewaldt lo resume así: “Una cierta arbitrariedad dota a estas exploraciones estéticas de un poder de disrumpir lo visualmente establecido. Son choques semánticos que desafían la habituación, y le entregan al espectador desplazamientos que devienen paisajes recorribles e indagan en nuestra representación del mundo”.
Desde la apropiación de objetos escolares hasta la fragmentación sonora de un parque urbano, pasando por la intervención de juguetes, la exposición opera como un campo expandido de sentido, donde cada fragmento es una posibilidad de relectura. “El cotidiano no es una categoría cerrada”, concluye la artista, “es un lugar de tránsito, de resonancias y desajustes. Ahí es donde me interesa trabajar”.