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Arturo Cariceo: "El trabajo a distancia fue iniciado por artistas de la modernidad"

Arturo Cariceo: "El trabajo a distancia fue iniciado por artistas..."

“El trabajo a distancia fue una iniciativa forjada en el generoso período de los artistas de la modernidad, ante la recesión del arte establecido”, afirmó tajantemente el artista visual Arturo Cariceo, al reconocer que le provoca una frustrante mezcla de emociones el que una pandemia ponga a la telepresencia como dilema, siendo que, “en el ámbito de las artes es una actividad que tiene casi un siglo, bastante anterior a la jerga conceptual de teletrabajo, webinar, webcast y proctoring”, agregó.

Una reflexión que surge luego de su constante trabajo durante la pandemia que ha devenido en una serie de exposiciones virtuales y conferencias a las que ha sido invitado, presentando su trabajo en: Brasil (Fora Dalí, comisariado por Marco Martins y Carlos Borge), España (ArtEatsFood, comisariado por Fernando Gómez de la Cuesta; Fundación Francis Naranjo, comisariado por Hernán Pacurucu; Santana Art Gallery de Madrid), Argentina (artistasentiemposdecovid, comisariada por Melissa Zulberti y Ceres González) y las convocadas por nuestro Museo Nacional de Bellas Artes (Arte en cuarentena, comisariada por Gloria Cortés) y la plataforma internacional Red de Conceptualismos del Sur (NormalityWasTheProblem).

“Las obras expuestas tienen cierto parecido con las que realizaba antes, porque comparten como rasgo estructural el uso de la telefonía. He sido invitado por un lado, a exponer obras antiguas como gifs, collages digitales y piezas sonoras, y también otras realizadas ex-profeso, deliberadamente, para convocatorias específicas, como en @fora.dalí o @art_eatsfood. Incluso, una misma para distintas exposiciones”, contó el artista, quien por estos días también presenta en su cuenta de Instagram (@arturo.cariceo) una obra consistente en una banda sonora via Spotify, titulada "Luv und Kaos".

A su vez, Arturo Cariceo dio una charla en la Universidad de Cuenca y una conferencia en el Museo Nahim Isaías, ambas en Ecuador, junto con la participación en el “Congreso Internacional sobre diálogos entre las Artes Visuales y otros medios artísticos en tiempos de Hibridación” en España. “En estas conferencias, al igual que en las exposiciones, celebro la ética ‘todo el mundo puede hacerlo’, pero la de este siglo ‘Post-Internet’, donde no sólo tienes el control de lo hecho sino también de lucir una producción cuidada, accesible y prolija, sin moverte de casa, a diferencia del ‘Hazlo tú mismo’ del siglo pasado”, indicó.

Teletrabajo desde los 80’

Sin embargo, este tipo de producción artística no es nueva para Cariceo, ya que viene trabajado de ese modo desde sus inicios en el arte. “Los artistas modernos, ante la recesión del arte establecido, mediante la tecnología de las comunicaciones, como son la telefonía en todas sus vertientes, el cine y la radiotelevisión, hasta la electrónica de consumo y la distribución digital, continuaron con sus proyectos artísticos. En este contexto, sin apelar a un tono alarmista o de reprobación, me dediqué a realizar exposiciones a distancia, siendo muy joven -antes de la Internet- completando la ecuación del arte postal, enviando mis obras por fax, donde transmitía una imagen impresa que era escaneada por un teléfono y la enviaba a otro, convertida en señales eléctricas”, explicó el académico del DAV.

De este modo, el artista aportó al acontecimiento artístico que en aquellos tiempos era la transmisión en sí, porque manipulaba el impreso durante el escaneo, de manera similar a un DJ haciendo “scratching” o “screwing”, dando por resultado “formas irregulares, de un brutalismo inorgánico buscado en la reconfiguración de la imagen del teléfono de salida”, señaló.

Así, a finales de los ochenta, Arturo Cariceo ya tenía en mente la cultura electrónica y de cinta, el espíritu de sus innovaciones técnicas, conceptuales y compositivas, propias de la modernidad, pero, tal como él lo explicó “carecía de los recursos para embarcarme en su legado. Conseguí patrocinio, no de una corporación, sino de un ingeniero civil con estudios informáticos en la hoy desaparecida República Democrática Alemana: Jaime Imilan. Su empresa subsidió mi fértil período de obras abstractas y concretas, durante el siglo pasado, siendo fascinante trabajar con él y su personal, creando los interfaces entre arte y tecnología que necesitaba. Mi panorama fue sponsoreado con las últimas novedades en cámaras de video, escáneres, computadoras e Internet, respirando las promesas de poder controlar, por completo, todos los parámetros de lo audiovisual y, en especial, lo multimedial”.

Ese entusiasmo de los primeros años de Internet, “donde lo que hacía parecían travesuras”, solía incluir limitaciones técnicas extremas por exponer a distancia, ya que requería un gran esfuerzo. Así lo contó el propio artista: “Una sola obra me llevaba meses de trabajo, incluso años, e implicaba estudiar todas las posibilidades de lo que deseaba crear, mapeando en un papel el comportamiento deseado de la señal telefónica y los computadores para, luego, con mucha incertidumbre, realizarlo”.

Con el paso de los años, en la actualidad, le resulta infinitamente fácil y, menos “aturdidor”, conseguir los mismos resultados en un sólo día, utilizando la velocidad de conexión, las numerosas plataformas en línea y las aplicaciones telefónicas en constante actualización.

Sin embargo el artista aclaró que, “me opuse a hacer lo mismo que mis colegas europeos y norteamericanos. Estaba al tanto de su movimientos artísticos, pero no quería imitarlos. Lo mío debía ser reflejo de nuestra propia situación. Siempre tuve un compromiso con el contexto socio-cultural que habito, que se remonta a los años analógicos y de pre-Internet. De este modo, recogí y desenterré las energías de mi país traumatizado y con falta de autoestima, creando obras lúdicas, a distancia, hechas con fragmentos desmembrados de la cultura panglobal, y las exhibía hacia un futuro incierto: por fax (una tecnología telefónica), con cassettes para escuchar en la calle (en walkman) y mediante cintas de video para reproductores domésticos. Eran tiempos del advenimiento de la “digicultura” a nivel usuario y la democratización global del arte”.

Con el cambio de siglo cambió también la diseminación, el almacenamiento y la accesibilidad a la información, a través de Internet 2.0, desdibujándose la línea entre profesionales de informática y aficionados.

“Las nuevas redes sociales y los nuevos aparatos de reproducción portátiles, disolvieron las fronteras del tiempo y el espacio virtual, permitiendo que las formas abstractas dieran lugar a imágenes artificiosas e hiperreales. Mis obras remotas acusaron el golpe, tomaron la dirección opuesta a los años noventa y empezando a transitar por la estética de los sistemas de archivo, zambulléndose en la cultura de los desarrolladores autodidactas y, permitiéndome crear plataformas electrónicas privadas e institucionales. Mi añoranza de obras ubicuas y accesibles, para todos, se había hecho realidad, de tal modo, que la cultura Do It Yourself y conceptos como “post-producción” se naturalizaron en la trama de la vida cotidiana de los navegantes Web. Fue, en estas primeras décadas del siglo, cuanto tomé el rol de artista-productor, celebrando los medios de comunicación como modelo de inspiración artística”, contó.

Para el artista, fue insoslayable el destello de la “digicultura” al quebrar la experiencia presencial de los artistas e instalando la sensación de una realidad incómodamente anti-escultórica, donde todo es plano. “Eso creó una pugna entre aquellos que buscaban permanecer en los soportes fotoquímicos y su imaginario, y aquellos que estábamos en pos de lo digital, y cómo, finalmente, los primeros tuvieron que sumarse a la transformación: Todo es pantalla”, dijo.

Desde aquellos tiempos Cariceo pone en valor las exposiciones en línea por su carácter bidimensional pero, también, porque permite exponer varias obras sonoras o audiovisuales compartiendo dentro de un mismo espacio (la web) sin producirse interferencia entre ellas.

“Además, prescindo del fetichismo de los llamativos artefactos tecnológicos que se encuentran en un cambio constante e innovación interminable. De esta forma hago uso de la zona cúbica de museos y galerías, lugar históricamente orientado al despliegue de objetos, como un espacio donde exhibo la presencia o ausencia de ‘conectividad’”, arguyó.

Finalmente el artista explicó que esta estrategia “nómade” como él la llama, no es simple, debido a la dificultad de ser expuesta regularmente, salvo que fuesen autoproducidas (desde redes sociales y plataforma web personal). “De hecho, sólo bajo las curadurías de Néstor Olhagaray, a través de sus Bienales de Arte y Nuevos Medios, y las invitaciones de Fernando Castro Flórez a exponer en museos, galerías, ferias, festivales y bienales, pude trabajar estos caminos en el ecosistema artístico tradicional, distinción que la pandemia, para sorpresa del mundo del arte, abolió”.

El trabajo a distancia continúa este año para Arturo Cariceo, quien protagonizará nuevas exposiciones organizadas fuera de Chile, tanto en Latinoamérica como en el Viejo Continente, “donde sigo persistiendo en la creación de algo que no sea un doppelgänger de las tradiciones artísticas euroasiáticas y angloamericanas”, concluyó.

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