Es a fines de 2010 que se remonta el origen del Centro Cultural Espacio Elefante, cuando el Centro de Estudiantes de la Facultad de Artes escogido en ese entonces presentó como parte de sus proyectos la generación de un centro cultural de gestión estudiantil en dependencias de la sede Alfonso Letelier Llona. Tres años pasaron hasta que, en 2013, el Centro Cultural Espacio Elefante abrió sus puertas en una de las salas ubicadas en dicha sede: el anfiteatro subterráneo conocido como Sala Elefante.
De acuerdo a lo que declaran en su sitio web, su trabajo “se genera en torno a la reflexión de lo que es y significa el arte, desde donde lo hacemos, para quienes es pensado, y cuál es el rol que este arte cumple. Dicha reflexión deviene en aquello de lo que entendemos como arte propio y que incluye nuestras inquietudes y necesidades culturales y artísticas presentes en la sociedad en que vivimos”.
En ese contexto es que estudiantes de distintas menciones de la Licenciatura en Artes se han encargado durante estos más de cinco años de la organización de este espacio que ha acogido conciertos, teatro, danza, charlas y lanzamientos, entre otras actividades, estudiantes que, tras permanecer durante un periodo en el proyecto, entregan a las nuevas generaciones la organización y gestión del espacio.
Santiago del Valle, estudiante de la Licenciatura en Artes c/m Teoría de la Música, se integró en 2015 al equipo de Espacio Elefante, invitado en ese momento por Darío Llancamán. “La manera de funcionar era similar a la de ahora en tanto convocatorias abiertas. Se reunían con cada proyecto que participaba de la temporada y los detalles se resolvían en conjunto desde el primer día. Entonces, el espíritu colaborativo es el mismo, sólo que ahora tenemos más gente y los roles están diseñados más específicamente”, explica.
Aprender haciendo
Durante los tres años que Santiago lleva como integrante del equipo de Espacio Elefante, ha podido ver cómo el número de actividades gestionadas y desarrolladas ha crecido exponencialmente. “De dos a tres actividades al mes, pasamos a dos actividades por semana, que es el ritmo actual. Y eso implicó que empezáramos a especificar los roles del equipo”, comenta. “Es bien ajetreado el ritmo con el que trabajamos”, añade Pablo Torres, estudiante de la misma mención de la Licenciatura en Artes e integrante del equipo desde 2016, equipo que hoy cuenta, además, con colabores externos en lo que es diseño y registro audiovisual, por ejemplo.
En medio de la vorágine que conlleva la organización y ejecución de esa cantidad de actividades, optaron por reunirse al menos una vez al semestre para “revisar cuál es la situación en la que estamos, proyectar, ver qué queremos. Se refresca el carácter fundacional que está dando vueltas con la idea de variadas formas de arte, no sólo música, que es lo que más llega actualmente”, comenta Pablo Torres.
Para ambos estudiantes, Espacio Elefante ha sido una gran escuela, “un gran caldo de cultivo de muchas ideas y aprendizajes. Aprendes a producir, aprendes viendo cómo trabaja gente que viene de fuera a colaborar contigo, y también a partir de eso empiezas a proponer trabajo en equipo novedoso”, señala Santiago. Y Pablo agrega: “He visto a muchos de mis compañeros desarrollarse tremendamente y además he podido ver la forma de trabajo de artistas mucho más experimentados que nos van dejando lecciones. Ha habido una retroalimentación muy interesante”.
Colaboración, vinculación y extensión
“Hay una premisa en este tipo de trabajo que es la colaboración, porque tener un espacio es un insumo muy grande, pero el espacio solo tampoco funciona”, dice Santiago, quien durante estos años ha podido ver de cerca cómo la vinculación ha sido fundamental para el desarrollo del proyecto. En ese sentido, Pablo explica que “Espacio Elefante no funciona sólo como un espacio, sino como una mente que propone una curatoría. No es que otros vengan y ocupen el lugar, sino que establecemos vínculos, redes, porque lo que sucede acá puede decantar en otras cosas, porque al ser un equipo de gente vinculada al arte siempre estamos pensando más allá”, dice.
Y eso es justamente lo que ha ocurrido y lo que han buscado como equipo. Por ejemplo, el ciclo de bandas que organizan desde 2016 -en 2018 llegaron 325 postulaciones, cuentan- se organiza de tal modo de fomentar instancias de vinculación entre bandas afines que les permitan seguir trabajando juntas en otros espacios. Y en 2018, además, se les acercaron del área de extensión de la Fech con un proyecto de capacitación para músicos que tuvieran una banda y necesitaran herramientas de derechos autorales y distribución digital. “Y gracias a la información que teníamos por el ciclo de bandas pudimos seleccionar 25 bandas con representación estudiantil para capacitarse”, cuenta Santiago a modo de ejemplo del trabajo colaborativo que desarrollan.
Para él, esta iniciativa -a través de cual han podido conocer la gran cantidad de proyectos que desarrollan estudiantes de la Facultad de Artes- “permite generar una vinculación distinta con otros espacios y proyectos, así como conocer diferentes formas de trabajar. Y ése es el tipo de vínculo que más nos interesa, porque creemos que es ahí donde está la extensión”.
Pablo apuesta porque la experiencia que han ganado les permita “traspasar el conocimiento con efectividad, para que cada vez que nos llegue un proyecto sepamos abordarlo de la mejor manera”. Del mismo modo, generar más participación a nivel de público de estudiantes de la Facultad. “Hay varias actividades en que participan estudiantes de la Facultad, generalmente de Sonido y Teoría de la Música. Pero el desafío es lograr un vínculo más intenso, profesionalizarnos más, tener más espacios de reflexión, con un rol más participativo y propositivo dentro del panorama artístico en general”, concluye.
