Corría el año 2015 y los entonces estudiantes de la Universidad de Chile Bárbara Molina y Matías Serrano coincidieron en el taller electrónica ligada al arte impartido en Santiago Maker Space, que buscaba propiciar la creación de objetos y dispositivos electrónicos. Ella cursaba sus estudios de Diseño Gráfico en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo (FAU) y él estaba en el último año de la Licenciatura en Artes con mención Sonido de la Facultad de Artes de la Universidad de Chile.
Coincidieron en su interés por el vínculo arte y tecnología y en 2016 juntos postularon a una residencia creativa en el mismo espacio con el proyecto de diseñar e implementar una máquina que percutiera. “Nos ganamos el proyecto y nos becaron por tres meses. Desde el primer día empezamos a ver cómo lo hacíamos. Tuvimos ayuda de la gente de Santiago Maker Space y comenzó un proceso de aprender de lenguaje de programación, aprender de electrónica, aprender a usar la herramienta”, dice Matías.
Sobre la decisión de que se tratase de un dispositivo cercano a la música, Matías indica que “me gusta trabajar con música electrónica y me gustan las máquinas, entonces quería hacer una máquina que hiciera lo que yo quisiera”. Por su parte, Bárbara reconoce que su interés era desde la perspectiva visual. “Mi interés surgió más por qué objeto golpear y por cómo se ve esto como aparato”, cuenta. Agrega también que “surgía como una oportunidad para aprender de música, porque yo no sé mucho y la máquina me podía dar la opción de empezar a hacer música sin tener mucho conocimiento, de manera intuitiva, que es una de las características del proyecto”.
La máquina funciona con “un controlador con el que se programan los ritmos con que golpea los objetos del entorno. Nuestra propuesta siempre fue usar los elementos de tu entorno como posibles sonidos para hacer ritmos de percusiones”, señala Matías, hoy egresado del Departamento de Música y Sonología. Bárbara añade que “tiene que ver con algo más que hacer sonidos, sino con qué sonidos nos entrega el espacio”.
Instalación sonora
Luego de todo el proceso de trabajo, no querían que su invento se quedara guardado en algún rincón de sus casas. Es por ello que han estado presente en distintas ferias y actividades relacionadas con arte y tecnología.
El próximo miércoles 18 de enero llegarán al Museo de Arte Contemporáneo (MAC) del Parque Forestal a las 20:00 horas para realizar Percusiones, bits y audiciones, una instalación sonora electroacústica. Consiguieron el espacio luego de ser parte la convocatoria Sonidos Específicos que realizó el museo con una propuesta que problematizaba los parámetros acústicos del lugar.
“Vamos a proponer poner ocho baquetas dispuestas en el espacio con objetos que fuimos a buscar al MAC. Fuimos con una baqueta en la mano buscando desperdicios, plintos, tarros de pinturas, todo lo que encontráramos que tuviera relación con el museo y lo empezamos a golpear. Hicimos una selección de cerca de 25 objetos que vamos a instalar en el hall y programaremos la máquina para hacer los ritmos. Usaremos micrófonos de contacto en los objetos que golpeamos, que recogen vibración y no el sonido, y a éstos le vamos a poner efectos de sonido”, explica Matías.
“Se trata de explorar las posibilidades que nos ofrece la máquina en cuanto a rítmica, a la sonoridad de los objetos y a las especificaciones que le diseñamos que también nos permiten hacer juegos que un instrumento tradicional no permite hacer, lo que ofrece un nivel de experimentación bien particular”, agrega.
Los siguientes desafíos de Matías y Bárbara con Tutupá son compartir la experiencia adquirida en el proceso de desarrollo de la máquina. Usando como metáfora la idea de las cajas negras, aparatos electrónicos como celulares, controles remotos, computadores, que usamos con facilidad, pero que no develan su funcionamiento interno, buscan liberar su aprendizaje.
“La idea es armar un catálogo digital y generar una página donde la gente pueda descargar todos los planos, las instrucciones y materiales. Hay un aprendizaje súper grande, ha sido súper entretenido”, señala Bárbara. “Queremos que la gente que ocupe esta máquina tenga la libertad de saber qué pasa adentro y si yo sé qué pasa adentro puedo jaquearla, puedo expandirla. Es una máquina que se propone para ser reconstruida y expandida en red”, acota Matías.
¿Qué otras potencialidades le ven a la máquina?
Matías: Es un punto de partida, un nodo de muchas ideas que pueden salir. Se nos ha acercado gente de la salud diciendo que tiene potencialidades en el área y varias otras opciones. A nosotros lo que nos fue la parte performativa.
Luego de esta primera experiencia, ¿qué proyectos se vienen para el Colectivo 22 bits?
Con gente que conocimos en el Santiago Maker Space vamos a formar un nuevo espacio dedicado al arte y la tecnología. Queremos hacer un laboratorio de experimentación y creación de más dispositivos relacionados al sonido y que usen tecnología.