Hace exactos diez años, un grupo de entonces estudiantes del Departamento de Música y Sonología (DMUS) decidieron formar una agrupación musical destinada a interpretar obras contemporáneas que entonces sus pares estaban creando. “Mi generación era súper buena, de ella salieron compositores notables que hoy están en varias partes del mundo estudiando, trabajando o haciendo clases. Era además una generación que producía mucha música de calidad y no había instancias donde tocarlas. Nosotros partimos respondiendo a esa necesidad”, cuenta Carlos Valenzuela, director del ensamble.
Por esos años se llamaban Compañía 1264, en alusión a la dirección de la sede Alfonso Letelier Llona de la Facultad de Artes, donde cursaban sus estudios la mayoría de ellos. “También queríamos reafirmar que no éramos un ensamble sino una compañía, entendiéndola como lo hacen los actores, es decir, un espacio horizontal en que el trabajo es colectivo y principalmente por la interdisciplinariedad, porque nosotros en ese tiempo trabajamos con actores, con artistas visuales, teníamos una puesta en escena, pero lamentablemente hoy el presupuesto no nos permite ese trabajo”, explica el director.
Del grupo inicial en la actualidad sólo quedan Roberto Cisternas (flauta), Claudio Vázquez (clarinete), Violeta Mura (cello) y Carlos Valenzuela (dirección), no obstante el objetivo inicial de la agrupación se mantiene. Al hacer el ejercicio de mirar esta década es evidente que su trabajo excedió con creces esa motivación inicial. A la fecha han podido trabajar con importantes músicos como Edith Fischer o Jorge Pepi y han estrenado importantes obras nacionales e internacionales. “Nosotros estamos contentos con lo que hemos hecho, creo que el balance de estos diez años es muy positivo”, dice Valenzuela.
¿En qué momento o a través de qué hitos se dieron cuenta que los objetivos del proyecto crecieron?
Hay dos hitos importantes para que la compañía empezara a tener cuerpo. Uno de ellos fue nuestra primera presentación en el Festival de Música Contemporánea de la Universidad Católica el 2007. En esa importante instancia nos dimos cuenta que estábamos a un buen nivel en relación al medio musical y eso significaba que nuestra compañía tenía proyección.
El segundo hito fue cuando en el marco del Festival de Música Contemporánea de la Universidad de Chile presentamos Las siete vidas de un gato de Martín Matalón. En esa ocasión recibimos elogios de personas importantes al interior del Departamento de Música y Sonología (DMUS), entre ellos su entonces director, el profesor Luis Orlandini, quien nos invitó a trabajar juntos y a ser una agrupación estable del DMUS.
Desde ese momento la misión del ensamble creció y hoy tiene que ver con hacer extensión, con colaborar con la docencia y con la generación de material para la docencia y con la extensión de éste. Empezamos a colaborar con el magíster, con las cátedras de orquestación, a trabajar con profesores extranjeros.
Celebración
Desde hace años que Compañía de Música Contemporánea (CMC) decidió trabajar con obras importantes de la música contemporánea y para festejar este décimo aniversario la situación no será distinta. El martes 29 de noviembre a las 19:30 horas en el Centro Gabriela Mistral estrenarán en nuestro país la obra Partiels del compositor francés Gerard Grisey (Entrada liberada).
“Nosotros siempre estamos poniendo atención a lo que en términos musicales está ocurriendo fuera de Chile, permanentemente escuchamos otras músicas y autores. Incluso hemos interpretado obras de compositores que no son muy conocidos acá, pero si poseen relevancia internacional”, cuenta Valenzuela.
Partiels es una obra compleja que requiere de 18 músicos en escena además de una serie de requerimientos técnicos que CMC ha sorteado mayoritariamente gracias a la voluntad de los músicos de estrenar en Chile esta pieza. “Había mucha gente dispuesta a hacer esta obra y por eso conseguir los músicos no fue tan difícil. Hay gente de la Orquesta Sinfónica, de la Orquesta Filarmónica, la Orquesta de Cámara de Chile, de la Orquesta Juvenil, que en el fondo vieron el proyecto, les llamó la atención y se motivaron, incluso a costa de tener que estar ensayando los sábados y domingos”, detalla.
“Hace tiempo que estábamos interesados en esta obra porque yo diría que es la más importante del repertorio espectral francés, pero tiene una cantidad de requerimientos técnicos que no son fáciles, partiendo por un clarinete contrabajo que se suponía que en Chile no había, pero encontramos uno. Un clarinetista se compró uno hace años en mal estado y lo ha ido reparando y lo tenía guardado porque consideraba que no estaba en óptimas condiciones, pero cuando supo que íbamos a tocar esa obra nos lo facilitó”, explica el director de CMC.
“Es una obra que grafica bien lo que es el espectralismo desde el punto de vista de meterse dentro del sonido mismo. Con la tecnología nosotros podemos físicamente observar lo que pasa con un sonido, entender todo lo que físicamente pasa con el sonido, todo lo que no percibimos. Y en ese sentido esta obra lo que hace es tomar una nota del trombón y esta nota (Mi) el compositor se mete dentro de todo lo que compone esta nota y ese material es el que ocupa para hacer la obra. La obra parte con un Mi del trombón y todos los parciales, todos los armónicos que componen ese Mi se empiezan a escuchar”, detalla sobre Partiels.
Ahora que están ad portas de celebrar diez años de carrera, ¿Cómo proyectan el trabajo musical de la agrupación?
Queremos seguir trabajando con la idea de montar una obra importante al año. En ese sentido, hay varios autores que quisiéramos abordar. Personalmente creo que tenemos pendientes hacer El profesor badtrip de Romitelli. Es una pieza muy difícil, que requiere mucho, mucho ensayo. También nos encantaría hacer La historia de un soldado de Igor Stravinski, pero en colaboración con el Departamento de Teatro, porque esa obra está pensada para trabajarse con actores. Acá se ha montado varias veces pero sólo la versión suite, que es para la música. También es una obra que yo tengo en el tintero.