La iniciativa comenzará a ejecutarse en abril:

Daniel Cruz lidera proyecto centrado en la interacción hombre-máquina

Daniel Cruz lidera proyecto centrado en la interacción hombre-máquina

"Se trata de observar el intercambio y cruce de nuevas y obsoletas tecnologías desde una visión proyectiva del ser contemporáneo. Del sujeto como centro de proyecto y sus emplazamientos transdisciplinares como sistema y modelo de construcción compleja, poniendo énfasis en el proceso constructivo, sus posibles variaciones en el contexto tecnológico actual, la inclusión de sistemas culturales locales, variaciones de paisaje y habitabilidad, lo orgánico versus lo inanimado, las extensiones modales de inserción tecnológica y sus relaciones con otras disciplinas no artísticas", dice Daniel Cruz, artista, académico del Departamento de Artes Visuales y coordinador del Magíster en Artes Mediales, sobre el proyecto que dirige y que fue beneficiado con un Fondo de Innovación en Investigación Disciplinaria.

"Es decir, dentro del campo del arte, hay una búsqueda de instrumentos y extensiones que en algún momento llegan a transformarse en máquinas, mecanismos, dispositivos o sistemas que permiten pensar en la medialidad del arte, en el objeto como ente informante cultural como también un estado de autonomía discursiva de éste. Entonces, la idea inicial es establecer una relación histórica para no creer que esto de los nuevos medios es un asunto que está recién emergiendo, porque hay una historia vinculada a ese desarrollo tecnológico que es la que nos interesa rescatar", añade sobre Objeto Tecnológico en el Arte Contemporáneo/Lenguajes combinados y procesos creativos, nombre de ese proyecto que desarrollará junto a los también profesores del Departamento de Artes Visuales, Mónica Bate, Alejandra Rivera y Rainer Krause, y al ayudante y estudiante tesista de la Licenciatura en Artes mención Artes Plásticas, Felipe Fierro.

"El grupo de trabajo es extensivo. Es decir, partimos unos pocos, pero ya se están sumando más personas, que por cierto es el sentido de estos proyectos: la integración de otros campos afines", explica Daniel Cruz respecto a quienes llevarán a cabo las distintas etapas que contempla esta iniciativa: salidas a terreno, procesos de análisis y reflexión, levantamiento de metodologías de producción, workshop abiertos, videoconferencias y coloquios, actividades a las que además se sumarán un sitio web, una revista de carácter semestral, un libro y una exposición.

Daniel, ¿en qué consistirán, específicamente, las salidas a terreno?

Detectamos ciertas zonas de interés, en términos de investigación, en las que se puede abordar esta relación histórica y su vinculación con cuestiones contemporáneas. Por ejemplo, estoy justo ahora trabajando en el que debería ser el primer abordaje de este proyecto, el que además presentaré el 28 de marzo en una mesa que Espacio Fundación Telefónica organizó en el marco de la exposición Eclipse que contempla un recorrido sobre la historia del videoclip. La hipótesis que estoy trabajando tiene que ver con que el ejercicio de la imagen en movimiento no es una cuestión que haya emergido en Europa solamente, en términos de imaginario vinculado a la ilusión y la cinemática; está entendida como un fenómeno más complejo de tiempo y espacio, donde el movimiento construye efectismos e ilusiones desde la noción de circularidad. Para esto, he estado investigando una cultura ubicada sobre la Cordillera Oriental de los Andes, Los Nariñenses -una cultura bien notable y que está vinculada al desarrollo del oro como elemento material-, quienes generaron un sistema de discos giratorios muy similares a los discos de Duchamp y que ocuparon como un elemento de abstracción del entorno, además de ser elementos referidos a lo sepulcral. A estos discos los hacían girar por medio de sogas, activando una dimensión de movimiento visual, abstracto por su contenido geométrico. Entonces, aún cuando la cultura occidental nos ha dicho que los primeros elementos precursores de la historia de la imagen en movimiento tienen que ver con mecanismos como el zoótropo o el taumátropo, objetos inicialmente pensados como medios de entretención, juguetes del primer cuarto del siglo XIX en Europa y cuya visualidad está apegada a aspectos verosímiles, nos encontramos con este antecedente que data del 400 d.C., 1400 años antes. Esto que comento es parte de las opciones que desarrollaremos: investigar ciertas zonas y levantar estos elementos a partir de las salidas a terreno para posteriormente proponer cruces con elementos contemporáneos. Siempre desde una óptica aplicada al campo del arte contemporáneo.

¿Releer esas zonas de interés, por decirlo de algún modo?

Tiene que ver con el análisis histórico y con el levantamiento de ciertos hitos que puedan ser proyectados en un ejercicio contemporáneo que vaya más allá de los imaginarios directos. Generalmente, los imaginarios a los que uno recurre tienen que ver con dinámicas complejas, económicas, políticas y sociales que muchas veces no se observan en su complejidad, su estado relacional. Una especie de mainstream que arrasa con otros campos de asociación, pero ¿qué pasa si empiezas a observar los imaginarios locales? La construcción antropológica y todo lo que hay detrás de ello te lleva a construir y articular propuestas que reconocen origen. Por ejemplo, lo de la cultura Nariñense lo descubrí hace un año en el Museo del Oro en Bogotá, y empecé a hacer el empalme sólo después de investigar la cosmovisión y los elementos antropológicos que hay detrás. Y aunque uno podría pensar qué tiene que ver el videoclip con eso, lo cierto es que no son polos distintos y, de hecho, algunos de los autores que están inscritos en la curatoría de Eclipse, tal como Michel Gondry, han trabajado precisamente la noción de circularidad, de reiteración, de loop, en términos de relato, insistentemente. Ahí uno puede empalmar ciertas raíces o ciertos ejes que no pueden ser azarosos. Hay una continuidad dentro de las proyecciones y extensiones del ser humano que son bien recurrentes.

Después de las salidas a terreno viene una vuelta al taller, ¿no?

Claro. La idea es generar reflexiones y diálogos entre el equipo de investigación para luego ampliar la discusión hacia afuera por medio de talleres y convocatorias abiertas en las que buscaremos instalar aquello que vayamos planteando para ver qué respuestas hay y qué aportes pueden aparecer. Esas reflexiones además se recogerán en la revista que contempla este proyecto, la que contendrá el proceso de la investigación semestral que cada uno vaya desarrollando en torno a este problema del objeto contemporáneo. Es que finalmente todos los objetos que nos rodean informan sobre el pensamiento y cultura en que fueron concebidos, y leer esa información es una manera de entender la historia de los objetos y su medialidad. Y aunque el fondo que obtuvimos tiene que ver con la innovación en investigación disciplinar, nosotros, paradójicamente, no estamos hablando de innovar, sino de leer la historia, porque creemos que la innovación no puede existir si no se lee lo que hay detrás y si no se logra empalmar con la mirada contemporánea. Lo anterior, considerando además la particularidad de esta investigación. Y el arte es eso: recuperar el lenguaje y amplificar los modelos de pensamiento.

¿Eso es lo que se va a plasmar en las obras que presenten en la exposición?

Sí, pero no sé con qué vamos a concluir concretamente. De repente son puros diagramas. No lo sé. Por eso es que más que hablar de obra, a mí me ha interesa hablar de proyecto, porque es una clave más dinámica y elástica desde el plano creativo. La exposición es un modelo del campo de las artes visuales que además es muy particular, razón que nos lleva a tomar ese estándar para hacer ingresar otros modelos. Y ése es finalmente el proceso del arte contemporáneo: ocupar los estadios tradicionales para ingresar un virus, observar y detectar nuevas posibilidades.

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