En el marco de las celebraciones por el aniversario 170 de la Universidad de Chile:

Universidad de Chile reconoció compromiso de académicos y funcionarios

Universidad de Chile reconoció compromiso de académicos y funcionarios

Diversas fueron las actividades que se realizaron para conmemorar los 170 años de la Universidad de Chile (ver contenidos vinculados), siendo el Salón de Honor de la Casa Central el escenario escogido para la celebración de las ceremonias con que esta institución distingue la labor desarrollada por sus funcionarios y académicos, entre ellas, Mejor Docente de Pregrado que este 2012 premió a 36 académicas y académicos, y Distinción Medalla 40 años de Servicio que reconoció el compromiso que alrededor de 90 funcionarios académicos y no académicos han tenido con esta institución.

Francisco Sanfuentes: "Para mí es imposible hacer clases sin ese grado de involucramiento"

Francisco Sanfuentes y Andrés Ferrari son los dos académicos de la Facultad de Artes que este 2012 fueron reconocidos como Mejor Docente de Pregrado, "una noticia impresionante en la medida de que estas cosas, cuando ocurren, provocan un diálogo con la propia historia. Es decir, inmediatamente uno recuerda cuando empezó en la docencia, los lugares donde ha trabajado, todo lo que ha costado, lo que uno se ha esforzado y también los distintos logros obtenidos a lo largo de los años. En mi caso, llevo 23 años haciendo clases, entonces, este reconocimiento se vuelve sumamente importante para la propia biografía. Ésa es la verdadera relevancia porque tiene que ver con logros o ajuste de cuentas personales, no con una proyección hacia afuera", dice Francisco Sanfuentes.

De allí que para este artista y académico del Departamento de Artes Visuales, saber del reconocimiento que recibiría se transformó en una invitación no sólo "para pensar y cuestionar si era merecido o no, sino que, sobre todo, para confirmar que uno nunca debe olvidar de dónde proviene, algo que yo nunca he olvidado", dice este profesor del Taller de Grabado, agregando que el premio que recibió el 15 de noviembre le hizo recordar sus inicios especialmente respecto a "lo que suponía y deseaba, y cómo creía que me iba a ir, algo que en los ochenta no parecía ser muy auspicioso, y también a reflexionar sobre el tema de las clases porque yo no creo que tenga una especie de habilidad natural para esto, sino que básicamente se ha construido por esfuerzo y por decisión".

¿Siempre le gustó la docencia o fue algo que descubrió en el camino?

Siempre me gustó. De hecho, cuando estaba estudiando, tenía la tendencia, molesta para algunos, de estar explicando y ordenando, una tendencia que siempre he tenido respecto a las cosas que sí me interesan. En el tema de la docencia, por ejemplo, las satisfacciones son muchas, especialmente cuando ves que los estudiantes generan un proyecto, cuando ves que están saliendo adelante. Ésas son cuestiones impagables porque si bien uno trabaja con un sueldo, la satisfacción es tan tremenda que, a veces, consume partes del desarrollo como artista.

¿Y lo complejo de ser profesor, y de ser profesor de arte específicamente?

Yo no podría ser profesor de ninguna otra cosa. En el arte, la figura del profesor es distinta porque no existe esa lejanía disciplinar que tienen otras áreas, esa distancia entre el conocimiento y el estudiante -y yo crecí teniendo graves problemas con la figura del poder- porque aquí siempre se trabaja desde la interioridad de cada uno, con nuestras obsesiones y particulares modos de reflexionar la experiencia. Por lo tanto, uno tiene que ponerse en el lugar del otro y, cuando eso sucede, uno también pone en juego sus propias facultades y recuerdos, nuestra propia vida, porque al trabajar con otros, uno está trabajando consigo mismo. Entonces, efectivamente es un proceso completamente distinto, potente y activo para estudiante y profesor, cuestión que hace que para mí sea imposible hacer clases si no existe ese grado de involucramiento con el otro, ese ponerse en el lugar del otro. Por eso creo que lo más potente de la ceremonia Mejor Docente de Pregrado tuvo que ver con la mención que alguien hizo a la parte afectiva de este trabajo, porque al final vas conociendo a tus estudiantes y vas dándote cuenta de que cada uno es un universo completamente distinto, un universo complejísimo, y eso es lo maravilloso de la docencia en el arte porque no hay un solo parámetro que los norme o los categorice. En otras áreas, en otras disciplinas, quizás no sea tan así, pero aquí eso ocurre y uno se va encariñando mucho con cada uno a su manera, una cuestión muy potente porque hacer clases termina comprometiendo radicalmente toda tu vida.

Cuando el profesor es comprometido porque hay otros casos donde ese compromiso no existe.

Claro, yo lo digo por mi experiencia. De hecho, si un curso funciona, si ellos están funcionando, yo ando muy  contento, y si no está funcionando y los veo complicados en el trabajo de taller, yo también ando complicado, frustrado, e inmediatamente cuestiono mi trabajo. Por eso es que cuando veo sus exposiciones, como las que se han realizado al alero del Taller de Grabado, las siento como si fueran mías, no en el sentido de "éstos son mis estudiantes y yo tengo un gran taller", sino que en serio como si fueran mían. Y si después los veo llegar a veces arreglados, con sus padres y junto a su gente, si veo que para ellos es relevante en su vida, yo me siento más feliz todavía.

Profesor, usted señalaba que tenía la experiencia de haber hecho clases en otras partes y que sentía lo que significaba hacer clases en esta universidad. ¿A qué se refiere con eso?

A la potencia de esta Universidad y a su mística que tiene que ver con la autoconciencia de la relevancia de esta Universidad no como una más sino como la Universidad de Chile, donde predomina el concepto de lo universitario más allá del nombre. Este concepto obviamente engloba cuestiones que tienen que ver con la docencia y con la manera en que se imparte, pero también aspectos éticos, de asistencia de cada estudiante como un sujeto social. En la Universidad de Chile esos temas no son sólo una declaración en el papel del folletín que pregona valores, porque esa cuestión aquí es real, con todos los conflictos internos que pueda haber por ser un lugar pensante por sobre todas las cosas, desde los estudiantes a los profesores. Es decir, cuando se habla de diversidad, tolerancia, voluntad o facultad crítica, es absolutamente real, lo que hace que la actividad y el mundo al interior de esta Universidad sea mucho más complejo.

En general, tengo la experiencia de haber trabajado en otras universidades, donde se trata básicamente de entregar ciertos conocimientos y habilidades para que ese personaje se desenvuelva profesionalmente. Ésa es una diferencia radical. Por otro lado, la Universidad de Chile, y ahí tomó las palabras de Jorge Martínez, es el único lugar institucional que va quedando en Chile que instala valores de resistencia al modelo de mercado, porque las instituciones políticas ya no lo son, los partidos políticos quizás menos, pero la Universidad de Chile sí. Y eso implica que hay un deber no sólo interno, porque ahora, en cualquier cosa que uno haga hacia afuera en términos de obra, institución o extensión, uno actúa como individuo, como creador e investigador, pero también como académico de esta Universidad. Y eso, en más de 20 años de docencia, jamás lo había sentido. Por eso es que creo que en este lugar uno termina completamente teñido de algo que está aquí, que algunos pueden discutir porque son cuestiones difusas que no se pueden medir objetivamente, pero sin embargo sucede. Entonces, es una responsabilidad hacia el interior que también se proyecte hacia afuera, hacia cada actividad que uno realice en la fracción de mundo que nos toca vivir cotidianamente. 

Manuel Hidalgo: "No me gusta guardar lo que he aprendido"

"Es un hombre sumamente colaborador e involucrado con los proyectos de los estudiantes y profesores que se acercan a él para pedir su ayuda y asesoría. De hecho, cuando yo estaba haciendo mi tesis, a punto de acabarse el plazo para entregarla, Manuel se quedaba mucho más allá de su hora de salida sólo para ayudarme, lo mismo cuando tenía alguna entrega. Es una persona comprometido con su trabajo y también con los proyectos de otros", dice María los Ángeles Cornejos, escultora y académica del Departamento de Artes Visuales, al preguntarle por Manuel Hidalgo, técnico de apoyo a la docencia del Taller de Tecnología y quien este 2012 fue distinguido, junto a más de ochenta funcionarios y académicos de la Universidad de Chile, por sus 40 años de servicio en esta institución.

De allí que para Jorge Gaete, académico del Departamento de Artes Visuales y Vicedecano de la Facultad de Artes, Manuel Hidalgo sea "una persona muy valiosa en la Facultad y particularmente en el Departamento de Artes Visuales", dice este artista, agregando que la relación de amistad que existe entre ambos surgió precisamente "por la necesidad de contar con una colaboración técnica de trabajo. De algún modo, yo siento que he sido como un discípulo de él en términos de lo que es el trabajo tecnológico y las potencialidades que tienen ciertos materiales, transformándose en un amigo y en un aliado en mi trabajo de los últimos 10 ó 12 años, y aportando soluciones técnicas que obviamente redundan y alcanzan soluciones que también son estéticas con respecto a ciertos materiales".

La historia de Manuel Hidalgo en la Universidad de Chile se remonta a 1972, año en que comenzó a trabajar en el Departamento de Diseño, "un departamento anexo a la Facultad de Artes que con el tiempo se fue independizando", cuenta sobre la unidad en la que permaneció hasta 1976, cuando "el entonces Decano de la Facultad de Arquitectura, don Gastón Etcheverry, me comentó que se necesitaba un mayordomo para echar a andar la Escuela de Arquitectura que en esa época se trasladaba a Marcoleta. Finalmente terminé como el mayordomo general de ese lugar hasta 1978, cuando hice una permuta para trabajar en la Facultad de Artes, en Las Encinas", recuerda.

A su llegada a esta sede se le asignó el Taller de Tecnología, es decir, "me entregaron la infraestructura con enchufes y ampolletas, y yo hice el montaje completo", cuenta sobre ese primer taller que más tarde se trasladaría hasta el espacio que actualmente ocupa junto al Taller de Vaciado, y donde comenzó a trabajar con artistas como "Juan Egenau, uno de los grandes maestros con los que tuve la posibilidad de compartir y con quien además tenía una buena convivencia, al igual que con Matías Vial, otro profesor del área de escultura del que también he tenido la oportunidad de aprender", añade este hombre que, entre otras cosas, participó en la fundición de la estatua de Andrés Bello que hoy se encuentra en el frontis de la Casa Central de la Universidad de Chile.

Ése fue uno de los primeros trabajos que realizó en la Facultad de Artes luego de que, "desde el frente de escultura, me pidieran asesoría en cuanto a la fundición porque, como la copia que llegó era de yeso, para poder fundirlo había que hacer el molde en yeso en distintas piezas y después pasarlas a cera", señala sobre la labor que desarrolló, agregando que "después me volvieron a buscar, esta vez para preguntarme si les podía terminar las junturas, donde utilizamos plomo para ir cerrando las grietas que además tienen pernos por dentro. Es que antes no se usaba la soldadura en bronce como ahora, no existían esos avances tecnológicos, entonces, en ese tiempo todo era puro pulso, había que levantar a pulso".

¿Cómo fue cuando lo vio instalado?

Todas las junturas las terminé yo acá, en esta sede, y después se fueron transportados a la Casa Central. Por eso es que cada vez que paso por ahí, veo que está mi mano pero también las técnicas que uno usa y que entrega para poder ayudar a los niños y a los profesores, porque yo estoy dispuesto a ayudar y colaborar con todos. La verdad es que a mí no me gusta guardar lo que he aprendido, que es lo que más le agradezco a esta Universidad.

¿Lo que más destaca de todos estos años trabajando en la Universidad de Chile?

Por supuesto. Las cosas que uno va recibiendo y la enseñanza que te dejan los profesores son, para mí, lo más destacable. Por eso uno da gracias por todo lo que ha aprendido y, por lo mismo, lo traspaso a la comunidad, a quien me pregunte, porque yo entrego abiertamente todo lo que he recibido. No me lo llevo, lo dejo aquí, porque esto es como un círculo donde lo fundamental es solucionar los problemas de los alumnos y resolver abiertamente lo que necesiten. Hay algunos chicos que son un poco alterados, es cierto, pero uno conversa con ellos y ellos van respondiendo a eso y aprendiendo. Eso para mí es lo fundamental, porque además llegan de todos los niveles porque los mismos profesores, especialmente los que me conocen y tienen la confianza, los mandan a hablar conmigo para ayudarlos a solucionar sus problemas, y yo estoy para todos por igual.

¿Y cómo recibe esa confianza que hay en su profesionalismo, en su trabajo?

Muy gratamente y me gusta, porque de lo contrario yo no habría estado acá. Simplemente es saber entender a las personas y ayudarles a solucionar sus proyectos.

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