Isabel Jara, autora del estudio iconográfico de la prensa obrera

"Es difícil encontrar hoy en Chile los simbolismos de la clase obrera de antaño"

Isabel Jara y su estudio iconográfico de la prensa obrera

En ese contexto hemos orientado la conversación hacia un análisis comparativo entre la realidad social y mediática de comienzos del siglo pasado  y las representaciones e influencias actuales de los conglomerados mediáticos y las nuevas tecnologías.

 ¿Cuál fue la motivación para estudiar la prensa obrera de comienzos del siglo pasado?

En una investigación anterior sobre historia de los trabajadores, tuve que revisar prensa obrera y gremial, y me di cuenta que, aunque ella incluía menor cantidad y calidad de imágenes que la prensa oficial, magazine o de empleados de cuello y corbata-, esas ilustraciones jugaban un papel interesante ya que enfatizaban las circunstancias laborales y de vida de los trabajadores, divulgaban ideas políticas, alegorizaban utopías, simbolizaban la necesidad de organizarse, caricaturizaban a sus adversarios, enaltecían a sus compañeros de ruta, glorificaban a sus dirigentes y estigmatizaban a los disidentes, trataban de encubrir sus contradicciones internas, exponían sus anhelos y convicciones.

De una u otra manera, explica Jara, las imágenes que se imprimían en aquellas páginas participaban en la producción de la memoria colectiva, de la identidad gremial y de clase social de aquellos trabajadores.  Asimismo, la autora destaca un componente clave, donde el análisis de estos casos siempre se basa en la cultura oficial, de élite o la incipiente cultura de masas, "así que faltaban estudios sobre el papel de las imágenes del mundo asalariado y su desempeño en la formación de sus representaciones sociales". Comenta Isabel Jara.

La prensa gremial de comienzos del siglo XX era la que canalizaba y reproducía el discurso más articulado y político del movimiento organizado de trabajadores. Por lo mismo, fue ella la que utilizó de forma más sistemática e intencionada las imágenes, como parte de la retórica visual para la construcción y socialización de su identidad pública. Por ello se convirtió en un desafío para cruzar, en un análisis concreto, la historia de la cultura y de las imágenes, lo que se plasmó en esta investigación de la profesora Isabel Jara.

¿Cómo afectó en las elites de poder, estos medios representativos de la clase obrera?

Creo que su impacto sobre las élites no podría medirse sólo por su condición de prensa popular u obrera, sino que por ser una de las prácticas de divulgación, organización y lucha social de los trabajadores sindicalizados, y especialmente de los más politizados, que en realidad buscaban cambiar el orden sociopolítico del país. Además, esas ilustraciones deben entenderse en interacción con los textos en las que se insertaban, así como también con los otros recursos de propaganda y reflexión de los trabajadores, ya fueran visuales, léxicos o somáticos.

La profesora enfatiza en que el impacto de estos medios sobre las elites no fue sólo de ellos a pesar que eran una de las fuentes de identidad más importante del mundo asalariado. "En realidad, la prensa de trabajadores coexistía con los mítines, las protestas, las reuniones, las actividades culturales o deportivas de los sindicatos, las filarmónicas y las distintas asociaciones, y era todo ello lo que resultaba incómodo -o peligroso- para las elites. Por supuesto, muchos periódicos fueron clausurados o entorpecidos en su labor, pero ello se dio especialmente cuando el discurso obrero transitó hacia un sindicalismo organizado y de clase, al calor de las ideologías socialistas", indica Jara.

Sobre la representatividad de esos medios, se concluye que reflejaban más a los trabajadores organizados que a toda la población asalariada. Esta era heterogénea por definición, con multiplicidad de oficios, ideas políticas y religiosas, identidades regionales e intereses. Sobre esa base, la académica enfatiza que la mayoría de los editores tributaba de la cultura obrera ilustrada, es decir, creían en la libertad, la razón, la justicia social, la organización y la educación del pueblo, en pos de una sociedad que superara el capitalismo. En tal sentido, reflexiona Isabel Jara, "fueron un espacio de combate contra la cultura oficial".

Si extrapolamos a nuestros días este fenómeno mediático ¿en qué tipo de medios podemos reconocer actualmente la voz y simbolismos de la clase social obrera?

Dados los cambios históricos curridos a lo largo del siglo XX, la crisis de los movimientos clasistas y las nuevas identidades sociales desde el último tercio de aquel y, por cierto, considerando la crisis de representatividad sindical en Chile, es difícil encontrar hoy en el país unos simbolismos de clase obrera (menos parecidos a los anteriores). Ellos se mezclan con los relatos más amplios de los asalariados en general (no sólo obreros) y, aún así, tienden a circunscribirse a los grupos de izquierda y a las asociaciones más antiguas, o a reaparecer en momentos de movilización social.

La académica reconoce además que las nuevas tecnologías y los medios digitales, han transformado las prácticas y espacios de propaganda y reflexión de los trabajadores organizados, donde los impresos tienden a ser reemplazados por internet,  "a su vez, los diseños, logos y símbolos de antaño, románticos, clasistas y emotivos, tienden a ser sustituidos por otros más modernos, prácticos y templados". Indica Jara.

En este análisis, Isabel menciona que  los trabajadores siguen, como antes, acudiendo a los emblemas nacionales  como la bandera, pero apelan menos a iconos propios y al carácter épico que los anteriores pretendían. En ese sentido, la profesora argumenta que "usan menos el dibujo y más el diseño gráfico: proponen menos paisajes utópicos, amaneceres, figuras heroicas, torsos musculosos o puños alzados y más signos abstractos, genéricos, frescos y livianos. Todo esto dentro de un lenguaje gremial y estético menos politizado y más profesionalizado".

¿Se puede detectar en aquella época mayor equidad y transparencia que hoy en la información gacias a la presencia de estos medios?

No lo creo. Pese a la carencia de periódicos obreros, a los oligopolios en los medios de comunicación y a las brechas sociales existentes, Chile es ahora un país más democrático que a principios de siglo XX, y eso en parte se debe al mismo movimiento de trabajadores. Hoy es posible que un mayor número de chilenos tenga acceso al conocimiento formal y a la información. Por otra parte, la revolución digital ha multiplicado las fuentes emisoras y las posibilidades de comunicación, lo cual, de alguna manera, compensa la concentración de la propiedad de los medios. Asimismo, no hay que olvidar que a principios de siglo XX, las publicaciones de los trabajadores surgían y morían al calor de los conflictos que las originaban, eran de bajo tiraje, de restringida circulación y muy pocas lograban sobrevivir a las dificultades económicas. En todo caso, probablemente sean los cambios globales de nuestra sociedad -y no un escenario propicio de la actual industria mediática- los que hacen del Chile del siglo XXI un país distinto al de comienzos del siglo anterior.

¿Cómo fue el proceso de investigación y cuanto tiempo tomó?

Duró aproximadamente dos años  y surgió de una investigación anterior en la que participé, pero en la cual no pude dedicarme a las imágenes.  En cuanto al proceso, incluyó el planteamiento de un proyecto, la determinación de la cartografía teórica que orientará las preguntas de trabajo, las decisiones metodológicas y la búsqueda de material documental. Consiguientemente, me aboqué a la contextualización de las imágenes y de la prensa gremial en el mundo de los trabajadores chilenos de la época, y su conexión con otra iconografía de trabajadores a nivel mundial, identificando algunos referentes para su contrastación.

Sobre la recopilación de imágenes de prensa, Jara recibió ayuda de Rodrigo Jofré y Pamela Carrasco, con quienes digitalizaron unas 60 imágenes de un total de 100 de las cuales el libro sólo trabaja 15 ejemplos cuya selección se hizo sobre la base de su ejemplaridad, repetición o excepcionalidad, la simbolización que hacían de las ideas centrales de los textos, su valor visual o el realce que le daban los epígrafes. Posteriormente, vino la tarea de interpretar las ilustraciones seleccionadas (sus contextos y temáticas, repertorio figurativo, modos discursivos, arquetipos, programas narrativos), la cual abordé como una explicación histórica interesada en la negociación entre discursos sociales y visuales. Esto, porque no es un trabajo que pregunte estrictamente por imágenes, sino que interroga por su relación con los imaginarios sociales que las significaban.

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