Que el número 13 es el de la suerte fue algo que se comprobó una vez más en el reciente decimotercer programa de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Chile.
Sin mencionar al director bajo el cual actuaría la agrupación, la información inicial respecto a esta fecha anunciaba sólo una obra: el "Concierto del Sur" de Manuel Ponce, con Luis Orlandin en guitarra solista. Nada más. Grande y grata fue entonces la sorpresa al ver que con el acercamiento de la fecha se dio a conocer tanto el programa completo como la nueva participación de David del Pino Klinge en calidad de director invitado (el cuarto programa ya lo había recibido, dirigiendo el "Réquiem de Guerra" de Britten). Ciertamente para las audiencias de esta temporada este maestro es un artista muy querido, ya que en los no lejanos diez años de su trabajo frente a la Sinfónica - seis de ellos como Director Titular- dejó un imborrable recuerdo con muchas jornadas verdaderamente gloriosas.
La carga musical del programa que comentamos fue curiosa y desbalanceada, por cuanto incluía una obertura, la de "Rosamunda" de Schubert, no dispuesta al comienzo, como habría sido más lógico. Abrió a velada, en cambio, una brevísima y fugaz "Danza Española" de "La vida breve" de Falla, acaso más apropiada para ser interpretada en un contexto que le fuera más afín.
La página de Schubert la apreciamos como un altísimo momento, con una orquesta muy cohesionada en sonoridad y con una exceletente batuta que logró fusionar con sabia maestría lo dramático con la enorme riqueza melódica.
Los platos más fuertes fueron el señalado "Concierto del Sur" y la suite sinfónica de la ópera "El caballero de la rosa" de Richard Strauss. En la primera, una obra que mezcla lo folclórico con el academicismo musical, se lució de sobremanera Orlandini, gran valor chileno de la guitarra, con un tañido limpio y seguro, apoyado por un marco orquestal adecuadamente equilibrado por la direcciòn del maestro Del Pino.
En la segunda vimos florecer y brillar a este director que tantas veces se alzó soberano frente a la Sinfónica en obras de mucho color y ampulosidad sonora. La suite de Strauss le calzó como anillo al dedo, trayendo estos justos elementos para ponerlos al servicio de una dirección firme y cuidada, que extrajo lo mejor de estos sinfónicos a quienes conoce y maneja a la perfección. El desfile orquestal por los temas de la ópera fue cautivante: intenso en lo lírico, gracioso en los valses y grandioso, lleno de arrebato, en el final. En definitiva, magnífico.
¿Por qué el medio local no se nutre más de este gran director?

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