La contralto y profesora de la Cátedra de Canto de la Facultad de Artes, Carmen Luisa Letelier, se adjudicó en septiembre pasado el Premio Nacional de Arte mención Música y se conviertió de esta manera en la tercera artista de la familia en alcanzar la importante distinción institucional. Su padre, el compositor Alfonso Letelier Llona, fue elegido Premio Nacional en 1968, mientras que su hermano mayor y también compositor Miguel Letelier Valdés la precede con la investidura del año 2008.
Es por ello que el pasado miércoles 15 de diciembre la Facultad de Artes y el Departamento de Música de la Universidad de Chile se unieron para rendirle un merecido homenaje a Carmen Luisa Letelier. En la ceremonia, encabezada por el guitarrista Luis Orlandini, Director del Departamento de Música y Sonología, estuvieron presentes profesores, alumnos y administrativos de la Facultad, junto a la familia de la homenajeada, donde destacó la presencia de sus hijos y su hermano Miguel.
Agradecimientos a su familia, a sus colegas, a sus alumnos y a la Facultad y el Conservatorio poblaron el discurso de Carmen Luisa Letelier. También hizo un enérgico llamado a continuar con la labor formadora del Conservatorio, así como con el incesante aporte cultural que hace al país a través del cultivo y preservación que hace de la música chilena.
A continuación presentamos íntegramente el discurso de la contralto Carmen Luisa Letelier, Premio Nacional de Artes mención Música del Bicentenario.
Discurso Carmen Luisa Letelier
Queridos colegas y amigos:
En primer lugar, quiero decirles que estoy muy emocionada por su cariño, y creo que en esta oportunidad demostramos una vez más que somos una familia común. El hecho de que el Director del Departamento, señor Luis Orlandini, haya convidado a mis hijos es una prueba de ello.
Debo agradecerles a ellos y a mi esposo la posibilidad de haber desarrollado una larga carrera musical, pues siempre me apoyaron, aguantaron las consecuencias de una mamá no siempre presente, sobre todo a las horas de crisis más complicadas de las casas con niños chicos: la hora de la comida, del baño, junto a la de los conciertos y de los ensayos.
También debo agradecer a mis padres y a mis queridos maestros, doña Lila Cerda, don Federico, don Carlos Botto, especialmente a nuestra querida Elvirita y a mis colegas Cirilo, Luis Merino, Eduardo Salgado, Karina Glassinovich, y tantos otros.
La Facultad de Artes y este Conservatorio han sido mi casa desde mi más tierna infancia. Recuerdo las oficinas del Instituto de Extensión Musical en calle Agustinas, luego el Conservatorio en Alameda con Bulnes y por fin este edificio, que vi crecer metro a metro.
En tercer lugar debo agradecer a tantos y tantas colegas, administrativos y alumnos que formaron mi hábitat desde hace ya tantos años, cuya dedicación y cariño me han acompañado a lo largo de esta ya larga carrera artística y docente.
Tengo una fe inquebrantable en el talento de nuestros jóvenes, y creo que el pueblo chileno somos el pueblo más educable, a condición de que se les dé las herramientas necesarias de saber, disciplina, rigor y respeto por sus antecesores en el arte y por sus maestros.
Aprovecho la ocasión para hacer un llamado a todos los colegas presentes y también a los estudiantes, para que tengamos confianza en nuestras capacidades, las desarrollemos al máximo, tratemos de levantar el nivel cultural y espiritual de los jóvenes que llegan a nosotros tan privados de dichos bienes y tan sedientos de adquirirlos; que les mostremos el camino hacia delante, pero también les hagamos conocer y apreciar como propios los caminos que vienen desde atrás, nuestra música, nuestros maestros, nuestra tradición.
Muchas gracias, una vez más.