Desarrolla la técnica japonesa para hacer papel:

Iván Pérez: "Al hacer la hoja de papel ya estás haciendo la obra"

Iván Pérez: "Al hacer la hoja de papel ya estás haciendo la obra"

"La cultura del papel nace a partir de lo que te inculcan cuando estudias grabado o acuarela tradicional, porque allí aprendes que el resultado dependerá de la calidad del soporte", señala Iván Pérez, licenciado en Artes Plásticas de la Universidad de Chile y quien comenzó a estudiar sobre materialidades y técnicas para hacer papel mientras seguía la especialidad de grabado. Como él cuenta, "en la Escuela había un seminario que se llamaba Hacia el papel que dictaba la profesora Lea Kleiner, seminario que me interesó porque me parecía imprescindible aprender a reciclar los papeles que se usaban en grabados que, en términos de imagen, no me convencían totalmente".

Su interés por aprender sobre estas técnicas hizo que, a poco andar, pasara a ser el ayudante de este seminario al que llegaban estudiantes de distintas especialidades de la Licenciatura en Artes Plásticas, razón por la cual "teníamos que comprender los requerimiento de cada disciplina para, a partir de ello, trabajar el papel", señala Iván Pérez, quien agrega al respecto que "las especialidades referían a especificaciones propias, por ejemplo, papel para ser sometido a tratamientos en el agua o para trabajarlo en tres dimensiones. En el fondo, en este taller se iban generando respuestas para cada tipo de requerimientos, los que dependían de la procedencia disciplinar de los alumnos".

Así, Iván Pérez fue ayudante del seminario Hacia el papel durante cuatro años -desde 1993 a 1997- y también testigo de los cambios que se iban dando al interior del espacio en que este taller se desarrollaba. "Al principio, cada estudiante llegaba con verdura recolectada en la feria, pero finalmente llegamos a la conclusión de que todos debíamos trabajar una sola fibra para optimizar el asunto. Y empezamos a trabajar grandes cantidades de un solo tipo de materia con todo lo que ello significaba, que era lavarla, cocinarla, enjaguarla para hacer finalmente la hoja de papel, proceso que en su totalidad desarrollábamos en ese taller", cuenta este egresado de la Facultad de Artes.

Iván, tu interés inicial estaba vinculado a la capacidad de reciclar el papel. ¿Ello varió en el transcurso de los años?

Fue variando, sobre todo porque la profesora fue muy generosa con sus conocimientos y además tenía unos libros muy interesantes sobre cómo hacer papel de fibras vegetales sin usar la pulpa de árbol. Entonces, había una dicotomía entre el uso de los materiales de desecho, por un lado, y el nacimiento de un material nuevo, por otro.

¿Cómo se fueron incorporando esos conocimientos a tu propuesta artística?

Me preguntaban, obviamente, por el carácter objetual de una hoja de papel, porque muchos lo veían como obra mientras otros se cuestionaban si era sólo soporte. Por ello es que mi trabajo final de la Licenciatura en Artes Plásticas consistió en fabricar adoquines de papel de diario -con lo objetual de por medio-, trasladando una de las característica del grabado, la repetición, hacia mi propuesta.

En los estacionamientos de esta Escuela había un tipo de adoquín prefabricado cuyos surcos, después de las lluvias, quedaban llenos de flores amarillas, creándose un dibujo muy bonito que intenté mantener en la memoria y reproducir. Así empecé a desarrollar mi trabajo, de forma precaria y rápida, produciendo muchísimos adoquines de papel a partir de lo aprendido en moldaje y vaciado. En este trabajo, el desafío era hacer el dibujo de lo que unía adoquín con adoquín, es decir, el lleno y el vacío. Ésa es la relación que pude establecer con lo que estaba haciendo. Y bueno, en paralelo, comencé a trabajar la morera.

¿A partir de lo que aprendiste en el seminario?

Lea Kleiner me regaló una guía en inglés para hacer papel japonés, un regalo muy interesante que hasta el día de hoy sigo leyendo, y en ese libro había algunos tips para encontrar materia prima y aprender a cocinarla para hacer la hoja de papel. Mientras tanto, también buscaba otros materiales porque sabía que todo lo vegetal contiene celulosa, algunos en mayor cantidad que otros. Entonces, empecé a trabajar con la plantación de ajos que tenía mi padre, con las cutículas y con todos los rededores de los ajos, y obtuve unos papeles muy extraños, que eran transparentes. Pero la inquietud de lograr el papel japonés se relacionaba con el hecho de que yo sabía que era naturalmente blanco, puro. Es decir, estudiando arte sabes por qué los grabados japoneses son tan famosos, porque ese colorido estridente se debe sólo a que el fondo es absolutamente blanco, sin el uso de productos químicos de por medio. Entonces, ése fue el motivo de por qué comencé a incursionar en el papel japonés, porque quería obtener una blancura que es natural y propia de la planta.

¿Cuánto demoraste en obtener el papel que deseabas?

Alrededor de 15 años. El 2004 conocí a unos maestros japoneses que vinieron a Chile, a quienes les mostré las fotografías de mis ramitas descortezadas y, cuando las vieron, me dijeron que era de los suyos porque así era el producto con el que ellos trabajaban. A uno siempre le decían que para hacer papel japonés tenías que importar ciertos materiales, pero cuando lo hicimos, en el marco de un taller que hacía en Balmaceda 1215, me di cuenta de que era la misma fibra que estábamos procesando aquí, en Chile. Por lo tanto, ¿por qué no podíamos usar la morera chilena? Sólo había que saber procesarla.

¿Cómo?

Hay que partir diciendo que existen tres reinos de fibras en la naturaleza vegetal para hacer papel. Desde lo más simple a lo más complejo, el primer reino es el de las fibras de los pastos; el segundo, el de las fibras de hojas; y el tercer grupo, que es el más complejo, es el de las fibras de corteza, y está estipulado que éstas son las más noble. Dentro de este grupo está la morera, el lino, el algodón, entre otras, fibras que han sido usadas desde la antigüedad y que son las de mayor desarrollo, trabajo y calidad.

¿Por eso optaste por trabajar con la morera, una fibra de corteza?

La verdad es que el camino fue largo. Primero probamos con la morera que había en la Escuela, pero como esa morera nunca fue podada, se ramificaba en distintas direcciones. Después me di cuenta de que, en la quinta región, este árbol era utilizado urbanamente en la calle y, llegado mayo, era podado, luego de lo cual empezaban a crecerle varas de tres metros de alto, continuas, sin ramificaciones. Entonces, corté las ramitas del tronco y comencé el proceso para obtener la materia prima, que consiste básicamente en pelar la corteza oscura para quedarte con lo blanco. Todas las fibras deben cocinarse, luego de lo cual viene el proceso de macerado, que es lo que me apasiona del proceso. Te explico. Antes, lo que hacíamos nosotros era machacar con un mazo hasta triturar y romper la fibra. En cambio, con la fibra de morera, que es tan delgada y dócil, lo único que necesitas es batirla y golpearla suave y grácilmente, con lo que logras que se vaya soltando sin perder la longitud, que es lo que determina un buen papel.

¿En qué momento pudiste utilizar estos conocimientos en el desarrollo de una propuesta artística?

Bueno, en el año 2007 estuve en condiciones de cosechar unas plantas que me hicieron pasar a otro tema, el estudio de los polímeros naturales, una planta que genera un gel viscoso -no pegajoso- que hace que todo el trabajo de la tracción funcione en un agua densa sin que las fibras se enreden. Entonces, ese año presenté una exposición en la Biblioteca Nacional, la que nació como una especie de síntesis de estos 15 años de hacer papel, relacionando a Japón con una cultura, un idioma, una tradición escrita y oral. Como en ese momento quería hacer una analogía con algo que tuviese que ver con el sonido, armé dos objetos, un personal estéreo y un diaporama, íntegramente hechos de papel y en diversas fases de sus distintos periodos. Por ejemplo, las teclas del personal estéreo fueron hechas con desechos de cajas de cartón, es decir, volúmenes hechos con papel reciclado comprimido, mientras la característica de la fibra vegetal formó parte de la cinta del casete. Eso, a través de un molde de polietileno de plástico que fue fundido en el microondas. En tanto, en el diaporama, estaban presentes la fotografía y la impresión digital que hice sobre esos papeles a través de la inyección a tinta. Así me di cuenta de que los medios seguían estando en relación, porque este papel japonés siempre fue concebido para el dibujo a tinta, para la caligrafía con pincel, con acuarela, y mi propuesta se vinculaba con eso.

Sé que iniciaste esta investigación por tu interés en el grabado. Sin embargo, hoy te defines como un artista papelero. En ese sentido, ¿consideras que tus papeles son tus obras o sólo un soporte?

Bueno, hacer papel implica el desafío de trabajar a partir de dos preguntas: ¿Desde dónde y para qué lo estoy haciendo? Por lo tanto, yo me defino como artista papelero porque estudio las fibras. Es más, creo ser una de las personas que ha hecho el mayor catastro de plantas chilenas para ver si funcionan o no para hacer papel. Por ello es que me defino así, porque además hago un registro casi melancólico de cómo el papel ha ido perdiendo su valor debido a la virtualidad, al uso del computador y de las tecnologías actuales. Entonces, puedo trabajar con obras de papeles encontrados así como con obras donde yo fabrico las piezas específicamente para lo que quiero construir.

En definitiva, un artista papelero.

Me defino como artista papelero porque creo que el papel en sí no puede ser considerado un negocio, mucho menos un negocio rentable por las condiciones de industria que adquiere en este país. Y ése es gran problema que surge a partir de la pérdida del bosque nativo y el nacimiento del bosque industrial. Antes, si ibas al sur, el bosque era irregular, pero ahora es sólo pino. ¡Chile le vende papel a China!

Pero estos papeles, ¿son tu obra?

Para mí es parte de la obra, pero es muy difícil porque después de todo el esfuerzo que implica, la hoja de papel vale sólo 4 mil pesos. Por ejemplo, la última investigación que hice demoró 10 años, y un amigo que dijo: si son 10 años de cultivo, estos papeles valen mucho más porque implican mucho tiempo. Entonces, me di cuenta que vender papeles no es rentable para mí, y con todo lo que he investigado tengo que darles un plus, un valor agregado a ese papel, pero no en el sentido mercantil porque eso va por otro lado. Para mí, fabricar papel no es un negocio.

Y ese plus del que hablas, ¿cómo se lo das?

Haciendo una obra autoreflexiva, que hable de su propia naturaleza, de su propio ser. En una convención de artistas papeleros se determinó que la obra de arte nace cuando estás haciendo el papel. Entonces, tú no haces sólo la hoja de papel, porque cuando eres un artista papelero, con toda la energía que has puesto en tu trabajo, al hacer la hoja de papel ya estás haciendo la obra.

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