"Teatro Latinoamericano del Siglo XX":

La primera modernidad del teatro según Magaly Muguercia

La primera modernidad del teatro según Magaly Muguercia

Ha escrito numerosos libros sobre el tema, además de impartir cursos en varios países latinoamericanos y en Estados Unidos. También estuvo como directora de la revista "Conjunto" y ha recibido premios por sus investigaciones sobre teatro latinoamericano. Pero Magaly Muguercia puso en jaque su especialidad al escribir "Teatro Latinoamericano del Siglo XX: Primera Modernidad (1900-1950)", la primera parte de un estudio sobre el siglo XX del teatro latinoamericano disponible a través de la editorial RiL editores y que ganó un Fondart para su ejecución. "He tenido que manejar, en distintas épocas de la vida, diversos cuestionamientos, pues han ido variando también las propias ideas que me he formado sobre estos momentos, artistas o técnicas del teatro latinoamericano, muy distinto a como lo veía hace 20, 25 años atrás. En el caso de este primer tomo, sentía una gran necesidad de trabajar sobre aspectos del teatro latinoamericano que están poco estudiados", explica la académica.

¿Cuál fue su intención al escribir este libro?
Quería plantear una mirada renovadora sobre el pasado que damos por conocido y consagrado, y despertar aquellas zonas que no están estudiadas, además de remover mis propios prejuicios otorgados por un tiempo y cultura determinado, y creo que hubiese necesitado más tiempo para reflexionar, porque fue un placer y un esfuerzo constante buscar detrás de lo aparentemente evidente, de lo que daba por visto, lo que no ha sido descubierto y valorizado, y fue un esfuerzo de actualización de mi propia mirada. Y quería que el libro fuese comunicativo y entretenido, imaginativo e informativo. Me gusta trabajar el aspecto literario de la escritura, e implicó trabajarlo, porque implica artesanía con la palabra.

Aún así, Muguercia quedó contenta con el resulta. "Hay enfoques actuales sobre los fenómenos de teatralidad que no circulaban hace 20 años. Se trata de un enfoque desde la cultural y los estudios de la cultura que permite situar al teatro como una manifestación de arte dentro de un campo más amplio, que es la cultura en diferentes épocas y la cultura de diferentes grupos humanos", sintetiza.

EL RESCATE DE GÉNEROS MENORES
Según la académica, hay un cambio en la mirada de los investigadores y en el mundo que piensa el teatro, que ha hecho un giro en los últimos 20 años en torno a los aspectos performativos del teatro. "En una época la tradición occidental privilegió el texto dramático, hoy en día hay una gran atención por parte de la teoría y los estudios teatrales sobre aquello que no es la formación de discurso simbólico en el teatro, sino la movilización que produce el teatro en un nivel físico concreto, energético,  y eso en parte está en la puesta en escena. También la relación actor espectador es un aspecto que no forma parte de ninguna representación, y eso se está configurando actualmente. La visión culturalista y la visión desde la perspectiva del performance, las dos se han incorporado con una fuerza decisiva desde los años '80 hasta el presente", acota.

¿Qué implicó eso?
Si no hubiese sido así, para este libro no me hubiese sentido estimulada a tratar lo que ahora sí trato, como los géneros populares masivos de teatro, característicos de la primera mitad del siglo, como el teatro tipo sainete, zarzuela, que se consideraban géneros menores, no lo suficientemente serios ni prestigiosos, ahora con estas miradas nuevas desde la teoría hay que tomarlos en cuenta no sólo como importantísimos, sino de cultura en el área de la teatralidad y que no forman parte del circuito del teatro experimental, o del denominado teatro de culto, pero que forma parte de otro ámbito de la vida.

¿De qué forma esto revaloriza el género chico?
Implica romper con un prejuicio que en otras épocas había sobre aquello que no fuera de circuito experimental, o de estética académica, teatro de alto nivel de sistematización estética, teatros universitarios, independientes, hay toda una tradición muy importante que no hay que desdeñarlas, pero la revalorización que se hace hoy en día sobre la diversidad del campo cultural del cual forman parte manifestaciones de diferentes propósitos estéticos, mecanismos y funciones estéticas. Los denominados "géneros chicos" eran teatro para reír, de baile, música y de dialogo con el espectador, y hay grandes figuras populares que se retoman. Son formas de atraer que apelan a la participación del espectador, y eso es no se puede valorar con los indicadores de las actividades artísticas experimentales, que tratan de renovar formas y romper. Estos son teatros que más bien se acogen a formas tradicionales, pero sin embargo se infiltra el cambio de época, el mundo de la modernidad se expresa también en esta forma que tiene una base tradicional, como son sainetes, zarzuelas, mundos populares costumbristas, pero la modernidad está tocando la puerta, y esa actualidad está introduciendo automóviles, industrias, ciudadanos que están migrando del campo a la ciudad porque la época pide una renovación a la economía y, además, millones de inmigrantes que entran a Latinoamérica a finales de siglo, principios del XX, y es porque se está formando la ciudad moderna, y este teatro acompaña esa formación.

Esto, de cierta manera se está viviendo de nuevo, con la revalorización del extranjero, y un posicionamiento de eso. En ese sentido, ¿qué temáticas de esta primera modernidad podrían verse más adelante, actualmente?
Justamente en la segunda mitad del siglo XX se produce una tendencia de los teatros experimentales, en los circuitos más sofisticados, de poner la mirada en las estéticas populares tradicionales, y eso hasta hoy, hay una revalorización en las prácticas artísticas de las formas de teatro popular. En el caso de Chile, tienen un caso riquísimo de Andrés Pérez, y me atrevería a decir que este tipo de artista, que se remite a formas de arte tradicional popular también mira a las tradiciones de género chico, que en el caso de Chile eran muy ricas.

¿Qué figuras de dramaturgos rescata, y a quiénes cree que debemos revalorizar?
Se dan muchos casos en diversos países que son resultado de prejuicios de época, de códigos culturales que conceden superioridad de jerarquía a determinadas formas y se la niegan a otras. Cada vez que se vuelve sobre el pasado ocurren estos rescates. De manera muy particular, en la dramaturgia chilena encuentro un caso de mucho interés el caso de Antonio Acevedo Hernández. Lo comento en el libro, porque me parece que está entre los tres grandes dramaturgos latinoamericanos de la primera modernidad. Estoy hablando de autores de los años '10 y '20; los otros serían dos uruguayos, Ernesto Herrera y Florencio Sánchez, que se radicó en Argentina. En el caso de Acevedo Hernández, contemporáneo a Armando Moock, tiene una particularidad. Acevedo sufrió un silenciamiento en el contexto de la época que le tocó vivir. Tuvo que lidiar con el prejuicio de que él no pertenecía a una elite ilustrada, él no venía de la clase media o de la cultura de la clase media capitalina, refinada. Era un hombre de pueblo, pero un hombre de pueblo con un talento enorme, notable. Aprendió a leer siendo ya un muchacho, de diez u once años, y sin embargo, se trasladó a Santiago y leyó de una manera ávida, casi compulsiva. Toda la literatura teatral que era moderna y revolucionaria en sus años de juventud, sin que fuera hombre de las artes ni de las letras, él la leyó y se fue haciendo de una cultural teatral autodidacta. Al no ser una persona formada en la academia, era visto con desdén por circuitos de elite, que son los que imponen gustos y consagran o no a los artistas. Su dramaturgia es de las más consistentes en la etapa inicial a la que me refiero.

EL TEMA SOCIAL EN LA PRIMERA MODERNIDAD
Para Muguercia, estos dramaturgos son los que quieren hacer un drama nacional y moderno, que siguen patrones de dramaturgos como Ibsen, Strindberg y simbolistas como Maeterlinck, a fin de salirse de los patrones del siglo XIX y que tienen la necesidad de hablar de las particularidades del país, propio, apropiándose de técnicas muy revolucionarias de ese momento, como el drama Ibseniano o el realismo moderno, que va a marcar todo el siglo XX. "Acevedo Hernández y sus temas son muy movilizadores y antisistemas. No es que fuera panfletario, es que era un dramaturgo de talento. No era una dramaturgia de barricada, primitiva o didáctica. No, era una dramaturgia con altos valores estéticos y que introduce de manera muy orgánica el conflicto social", razona Muguercia.

¿Qué, caracteriza, a fin de cuentas, a esta "primera modernidad" y como se ejemplifica?
Son los procesos que ocurren entre 1900 y 1950. Hay que pensar en las reglas del juego del arte experimental, aquel que en su momento busca romper lenguajes que se han ido consagrando y se repiten y se repiten. La pasión con romper lo establecido llega en esta primera modernidad. Y creo que a nivel de Latinoamérica, se da una unión totalmente orgánica entre la vanguardia estética y la vanguardia política, que busca pensar de otra manera las relaciones sociales. Eso no ocurre en otras partes del mundo, es muy típicamente latinoamericano, el gran artista que se consagra precisamente cuando pone el dedo en lo profundo de un conflicto social y cultural. Como el caso del mexicano, Rodolfo Usigli, y "El gesticulador". Es una de las obras más traducidas y representadas en el mundo, del año '37, que no podría haber existido sin una revolución mexicana. Y mantiene su vigencia porque refleja sobre lo sustancial de una revolución y sus distorsiones. Es un intelectual que en vez de repetir un discurso revolucionario, lo cuestiona, se pregunta qué se mantiene autentico y vivo del original revolucionario que había movilizado a todo el país, y su respuesta es muy dura, porque presenta la figura de los gesticuladores, los hipócritas, los falsificadores o demagogos. 

¿Qué tanto de identidad latinoamericana vemos en escena?
Se retoman textos, mitos que existen y se reciclan, en los nuevos objetos artísticos. Hay que tener cuidado de hacer una especie de metafísica del ser latinoamericano. Es una realidad sumamente diversa, contradictoria dentro de sí misma, donde los tiempos históricos además no son exactamente iguales en cada uno de los países, así que hay que tener cuidado con "esencializar" lo latinoamericano. Sí hay un tema recurrente, que tiene que ver con esta obsesión por el pasado de distintas maneras, y muchas veces se da en Latinoamérica que esa obsesión se da con una postura crítica, tratando de presentar alternativas a un discurso oficial, por ejemplo. El arte en America Latina tiene una gran tendencia a mitificar y exaltar valores simbólicos, además de ahondar en culturas marginadas. America Latina no solo está obsesionada con la historia, sino también por sus pertenencias culturales, por la diversidad, las tensiones que se dan a nivel de sus pertenencias culturales.

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