Cargado de emotividad estuvo el concierto que el pasado viernes 23 de enero dio en la Sala Isidora Zegers la pianista nacional María Paz Santibáñez. Radicada en Francia desde hace años, donde reparte su tiempo entre conciertos, clases en los conservatorios de Grigny y de Le Perreux sur Marne y el estudio de las obras musicales del siglo XX (cuyo interés inicial se lo debe a Cecilia Plaza, pianista chilena que conoció en el encuentro de la Agrupación Anacruza de 1991), María Paz no desaprovechó la oportunidad de reencontrarse con la escuela que la vio nacer como intérprete y artista.
Un suceso que no sólo vivió ella, sino que buena parte del público que repletó la Sala Isidora Zegers esa noche, el cual la despidió con una gran ovación, tras un concierto dedicado principalmente a autores del siglo pasado. Reencuentros, abrazos, fotografías y firma de autógrafos absorbieron a María Paz Santibáñez tras su salida de camarines. Un cariño y una cercanía pocas veces vista en la Sala Zegers. Y es que estábamos frente a una de las hijas ilustres de la Facultad, cuya historia ha estado ligada a la Escuela de Música desde que tenía diez años y en la cual confiesa haber vivido momentos maravillosos y otros profundamente dolorosos.
- ¿Cómo viviste este concierto y que te pareció la recepción del público?
De verdad fue algo increíble. Para mi es súper emocionante estar aquí, donde estuve desde cabra chica estudiando, y ver a la misma gente y los mismos lugares. Fue un reencuentro muy especial.
Una cosa es tocar en un lugar cualquiera, donde siempre habrá un público con ciertas características y dispuesto a recibir tu música. Pero por otro lado es obvio que hay lugares especiales. Yo aprendí a hacer música aquí, me formé acá. Mi profesor, Galvarino Mendoza, no solo es mi profesor, sino que además es como mi papá, una especie de padre musical. Así que por supuesto tocar aquí para mí tiene una carga completamente distinta. Acá viví cosas el descueve, maravillosas y viví cosas muy duras también.
Si bien no todo el público era de la facultad, igual el escenario tiene una carga muy fuerte para mí. Desde que Don Ricardo (Muñoz) me abra la puerta para que entre es algo único, algo que no puede pasar en ningún otro lugar y que a mí me sucedió por primera vez a los 10 años. Imagínate
- En este sentido y tomando en cuenta tu reconocida capacidad interpretativa, ¿cómo se transmite esa emoción durante el concierto?
Es que cuando yo estoy tocando la cosa es distinta. Ahí ya no soy yo, es la música la que actúa. Seguramente algo hay, algo de la emoción se debe traspasar porque también soy un ser humano. Además los pianos nunca han sido buenos acá, y eso es parte del juego ¿o no? (dice con una sonrisa)
Pero cuando estoy tocando ya no hay lugar, no hay espacio para otras cosas. La música sucede en algo que se llama el devenir musical, es decir que está sucediendo, que no tiene un tiempo fijo. Y esa situación única tampoco tiene un lugar, porque está sucediendo. Es decir tú no puedes decir "en este momento tal cosa" porque ya pasó. No es una invocación, porque desde el momento que empiezo a tocar me involucro por completo en el devenir de la música y sólo toco.
Yo no toco por el público, yo toco por la música, y creo que el momento único de la interpretación es, incluso, una de las etapas de mi trabajo como intérprete. Yo puedo hacer viva la música, pero si no viene un público a apreciarlo no es una interpretación completa. Unos somos necesarios para los otros, pero para mi no tiene ningún peso particular el público para el cual toco. Yo estudio, trabajo y me preparo todos los días para eso, para tocar por la música.
- Respecto al tocar por la música, ¿cómo es eso y en qué momento lo empezaste a sentir?
Hay todo un periodo muy difícil en la historia de mi propia vida, en que mi relación con la música fue muy distante, por asuntos de salud y problemas que no podía solucionar. Pero esa relación la tenía desde cabra chica. El otro día alguien me preguntaba "cómo te sientes tú", y yo le dije "feliz, soy muy feliz y me gusta ser feliz", y lo soy porque hago lo que me gusta, hago lo que amo y esta sensación se parece a cuando era cabra chica. Sin embargo la conciencia de eso jamás la tuve antes, es algo de lo que tuve conciencia hace pocos años, y me refiero a la música en sí. No es por la gente ni por mi por quien lo hago, sino que por la música y me debo a eso.
Cuando uno es chico eso sucede porque es inocente. No puedo asegurar que ese sentido haya estado presente en mí, porque la sensación se parece pero no estaba conciente de aquello. Es un tema de darse en cuenta en profundidad de lo que uno hace. Yo en un momento dudé si podría seguir mi carrera como intérprete, pero había algo que me movía, un eje -del cual tal vez no era tan conciente como lo soy ahora- que era la música. Yo vivo de la música, yo como y música, yo hablo y música, yo sueño y música. Como que no tener eso sería casi como no ser. Cuando niña no tenía un discurso como el que tengo ahora; ahora puedo verbalizar esa sensación. Si té me hubieses preguntado antes que haría yo sin música, te hubiera respondido 'me muero', pero sin saber por qué.
- ¿Cómo se desarrolla una personalidad interpretativa y qué has hecho para destacar en el universo de intérpretes?
Hay que trabajar mucho y hay que ser súper honesto con la partitura. Todo está escrito y no hay ningún compositor que no sepa que su obra la va a tocar un intérprete. Los compositores saben que cuando escriben en su partitura va a estar todo y a eso sólo se debe agregar un intérprete. Pero si el intérprete no escarba hasta el último detalle, ahí va haber algo que se estará falseando. Eso lo aprendí realmente de manera conciente con mi maestro Claude Helffer (pianista especialista en el siglo XX fallecido en 2004). Creo que ese es el único consejo que puedo dar.
También lo dice Heinrich Neuhaus en su libro "El arte del piano". Él dice que mientras más uno se acerca a lo que realmente quiere la partitura, más claros van a ser los medios que uno va a utilizar para obtener eso. Es decir si uno escarba como debe ser en la partitura y es honesto, uno va a saber como lograr ser fiel a la música, que entonación poner, cuanta fuerza, los tiempos... esos son sólo medios técnicos que uno debe saber usar. Mucho estudio y mucho trabajo, pero con reflexión. No sirve de nada tocar y tocar horas de horas si no se sabe para qué.