Director y fundador del Teatro La Memoria:

Alfredo Castro: "Seguiré buscando de qué modo instalar la subversión"

Alfredo Castro: "Seguiré buscando de qué modo instalar la subversión"

Como primera actividad de extensión del año del Diplomado de Postítulo en Semiótica de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes,  se desarrolló en el Museo de Arte Contemporáneo el seminario "Memoria, archivo y testimonio", el cual abordó desde una perspectiva crítica y teórica la Trilogía Testimonial del Teatro La Memoria.

Esta trilogía, compuesta por las obras "La manzana de Adán" (1990), "Historia de la sangre" (1992) y "Los días tuertos" (1993) constituye una propuesta compleja en la que siempre está presente el factor identitario y la expresión de una subjetividad en conflicto. En estas obras, la discursividad artística puesta en acto está marcada por los registros testimoniales y la apertura a nuevos modos de enunciación dramática y escénica.

En el seminario "Memoria, archivo y testimonio" se desarrollaron distintos ejes temáticos, tales como sujetos, subjetividades y testimonios puestos en acto en la Trilogía Testimonial; el concepto de memoria como narración, los diversos discursos sobre la memoria que circulan y que contienen una determinada cultura y un movimiento memorialista, así como también las dualidades memoria y archivo / memoria e historia.

Dictado por Héctor Ponce de la Fuente, académico y coordinador del Diplomado de Postítulo en Semiótica y Alfredo Castro, director y fundador del Teatro La Memoria, esta actividad se desarrolló los días 5 y 6 de enero. "Llamarlo La Memoria era necesario en ese momento. Ahora se ha convertido en algo que ha perdurado como nombre, aunque hayan cambiado las circunstancias. Por eso digo que de repente desaparece, se sumerge, revive, si me preguntas qué es el Teatro la Memoria hoy. Soy yo, a veces acompañado, a veces solo. A veces con los mismos que iniciamos la primera compañía, a veces con otras personas" dice Alfredo Castro sobre este proyecto que inició hace más de una década.

Alfredo, cuando empezaron a montar las obras de la Trilogía Testimonial ¿había una búsqueda de una estética y un lenguaje teatral definidos?

No, hubo un encuentro con un lenguaje que se fue definiendo con el tiempo.

¿Pretendías lograr algún tipo de impacto en los espectadores?

No, yo nunca he pretendido nada antes de hacer lo que hago. He pretendido simplemente hacer teatro, que es lo que me corresponde y para eso estudié cuatro años. Pretender hacer algo de antemano no me parece que sea un ejercicio que corresponda hacer.

Las obras de la Trilogía Testimonial se caracterizan por haber puesto en escena un nuevo lenguaje escénico, nuevos modos de enunciación dramática y escénicas, y un quiebre en el relato lineal. ¿Consideras que estas innovaciones realizadas en los años 90 el Teatro la Memoria dejó una herencia en el teatro actual?

No lo creo, porque la gente de teatro actual no vio esa creación. Ahora, tengo la impresión de que son cosas que se transmiten de forma mítica, de boca en boca, por lo tanto da lo mismo que las hayan visto o no, pero sí hubo un germen de deconstrucción, de salto en el tiempo y en el espacio, un quiebre de la lógica narrativa y del realismo en esas obras.

Pero no fue un gesto consciente...

No, porque si hubiera sido consciente yo no sería un creador, sería un pensador, un filósofo. No creo que un creador sea alguien que piense a priori qué es lo que va a hacer, para qué lo va a hacer y con qué fin lo va a hacer. Yo simplemente dialogué con los materiales que tenía, y esos materiales fueron puestos en escena según la ética, la política y la poética que correspondían a ese momento político y ético, y también correspondían a un fantasma que me recorre, y que tiene que ver con mi forma de pensar. Puse en escena como yo pensaba en ese momento.

¿Cuál es tu fantasma?

No lo puedo decir, porque es indescifrable, el fantasma no es narrable. Pero tiene que ver con una falta, con la incompletud. El fantasma es algo bien profundo, es una falta con la cual se nace.

¿Has pensado en remontar las obras que componen la Trilogía Testimonial?

No. Me llamaron hace poco porque el 2010 se celebra el Bicentenario y Santiago a Mil va a montar obras emblemáticas de cada siglo. Es un proyecto bien interesante, pero estoy evaluándolo, porque no sé si pueda hacerlo, o si quiera hacerlo.

Durante el seminario dijiste que en tus obras hacías una reconstitución de escena, en la cual la escena teatral nunca calzará con la escena real.

Eso es lo interesante. Porque sino puedes caer en reconstrucciones escénicas antiguas, y en cambio  al poner algo en escena tiene que estar la estructura de como uno piensa, por lo tanto cada puesta es única.

Si Radrigán escribe una obra que se llama "Hechos consumados" y yo tengo que ponerla en escena, no es lo que Radrigán escribió lo que yo pongo en escena, no te queda duda. Es una reconstitución de una escena de Radrigán releída y reinterpretada por mí.

¿Y en cuanto a la posibilidad de generar ecos en el espectador?

Es lo que uno busca y espera.

¿En términos de una identificación con la obra?

De emoción, de cuerpo, política, ética. Yo creo que de todo tipo. Uno intenta que el espectador se sienta atrapado, contaminado, contagiado por esa puesta en escena.

En un momento hablaste de sucumbir a las obras, ¿tiene que ver con eso?

Si, yo creo que lo que uno alza ahí es un universo, un paisaje, ciertas trampas con las cuales uno puede realmente cazar a un espectador. Cazarlo en su imaginario, enfrentarlo a su fantasma, hacerlo un intérprete, alguien que interprete eso que está en escena, pero de acuerdo a su propio imaginario, no al mío.

Al poner en escena los relatos testimoniales, ¿no hay un exceso de realidad, y con eso un intento de escapar al teatro de alguna forma?

Yo creo que por eso son más teatrales que el teatro mismo, que la ficción. No sé si la ficción existe.

¿Qué es el Teatro La Memoria hoy?

Una fluctuación, un ir y venir. De repente aparece y de repente desaparece, como le corresponde a la memoria.

¿Cuál es tu postura sobre el papel del teatro en la sociedad?

Para mí siempre ha sido y seguirá siendo la subversión. Eso va cambiando según las éticas y las políticas de los tiempos. En 1989 subversivo era hacer una obra de travestis no travestidos en una casa abandonada y para diez personas. Hoy día la trasgresión y la subversión son otras, entonces seguiré buscando de qué modo instalar la subversión, que creo que es lo que le corresponde al teatro, según la ética de la época que estoy viviendo.

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