Es originario de la Patagonia. De Cochrane, para ser más exactos: un pueblo del sur de Chile que no supera los cuatro mil habitantes, donde todos se conocen y donde la naturaleza deja boquiabierto a cualquiera. “Parece que haber nacido y crecido en un ámbito de inmensidad, de naturaleza arrebatada, de vientos huracanados y nieve tiene que ver con mi interés por el ascetismo”, dice Manuel Melero.
El candidato a Doctor en Filosofía con mención en Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Chile cree que la inmensidad de la naturaleza lo impulsó a creer en fuerzas superiores, en una realidad por la que hay quienes logran retirarse del mundo y renunciar a sus apetitos para estar en comunión con lo Absoluto.
Esta hambre de trascendencia, de divinidad, y su relación con el hambre pasional-fisiológica de cada día, es lo que lo impulsa a investigar sobre el tema de que animará su coloquio, "Del hambre fisiológica y pasional al hambre divina en el hombre", que comentará Víctor Fernández y que se realizará el viernes 10 de octubre a las 18:00 hrs. en la sala Adolfo Couve de la sede Las Encinas de la Facultad de Artes (Las Encinas 3370, Ñuñoa).
A partir de un breve análisis de tres pinturas cuzqueñas de la muestra permanente del Museo de San Francisco de Asís, relacionadas con la vida de este Santo y su entrega hacia los necesitados ("San Francisco niño reparte pan a los pobres", "El milagro de las manzanas" y "El Capítulo de las esteras”), Manuel Melero profundiza en el tema de la renuncia al mundo como opción de vida y como liberación del hambre “fisiológica y pasional”.
“Antes de empezar con este tema yo pensaba que esto era como la pirámide de Maslow, que las necesidades iban escalonadas, de lo más material y fisiológico como la necesidad de comer, a las necesidades espirituales, a las que se llegaba una vez saciados los anteriores niveles. Pero me doy cuenta que en el ascetismo, en los eremitas, en todas las personas que retiran del mundo común, sensual, hay una contradicción con esa idea, pues renuncian a los bienes materiales”, explica Melero.
A su vez, Manuel Melero hace ver que en los cuadros cuzqueños la caridad franciscana, proveniente de este retiro y de esa hambre divina, está representada por elementos materiales: el pan, las manzanas, los ajíes latinoamericanos. “Me llamó la atención cómo eso simbolizaba el hambre divina, cómo se hacía el puente y se subía el escalón desde una representación material de entrega ante el pobre, hacia el hambre divina”, sostiene.
Melero afirma también que “el arte con la religión tienen un fuerte vínculo, un vínculo originario. El hombre que crea, que plasma en la tela, que crea melodías, ritmos, está vinculado a lo Absoluto, a Dios, y es canalizado por él, entendiendo a Dios en un sentido amplio, de Absoluto. En el arte siempre está el vínculo con la trascendencia, aunque el artista no sea creyente”.
El doctorando sí se reconoce cristiano y cree finalmente que “el hambre de trascendencia da sentido a todas tus hambres. Estando con tu mente y tus sentidos fijos en lo Absoluto, en lo divino, más allá de que seas creyente o no, las necesidades del mundo pasan a ser secundarias”, afirmando a su vez que el camino del renunciamiento es una alternativa de crecimiento, de búsqueda, que muy pocos escogen hoy, pero que existe. “Sabes que hay alguien que ha tomado otro camino y ese camino te irradia”.
