Coloquio:

"Benjamin y el problema de la destrucción"

"Benjamin y el problema de la destrucción"

A las 17:30 horas de este miércoles 21 de noviembre, se desarrollará el coloquio "Benjamin y el problema de la destrucción", el que será dictado por Federico Galende y comentado por Carlos Pérez Villalobos. La actividad, organizado por el Doctorado en Filosofía, con mención en Estética y Teoría del Arte, se realizará en la sala Adolfo Couve de la Facultad de Artes, ubicada en Las Encinas 3370.

¿Cómo nace la idea de exponer sobre este tema y qué le llevó a trabajar el concepto de destrucción al interior de la obra de Walter Benjamin?

Nace de la discusión propia -y por momentos ya algo insistente- acerca del golpe en Chile, el quiebre institucional y el modo en que en general el espacio del ensayismo y el de la filosofía vinculada a este espacio se posicionan al respecto. Siempre me pareció que la idea del golpe como "catástrofe", como repentina mudez impuesta al campo del pensamiento o como consumación de la destrucción del aparato representacional moderno, inclinaban las lecturas del acontecimiento del 73 hacia un solo lado. Personalmente, creo que el golpe en Chile tiene una fuerza dialéctica: clausura un programa utópico que venía desplegándose desde la reforma agraria en adelante, pero a la vez da vida a un conjunto de nuevas observaciones y nuevos modos de intervenir en el debate público. La catástrofe, para Benjamin, no es un evento que se recorta e irrumpe en el seno de la historia, sino el modo propio de ser de la historia, de su continuidad y su curso. Quise por lo mismo retomar la noción de Destrucción en Benjamin, una noción que jamás estuvo en manos del fascismo. El fascismo es constructivo, edificante, lleva adelante un programa de estetización de la vida política que expropia al sujeto la reflexión acerca de sus propias condiciones de existencia. Entonces pensé que no era "destrucción" la palabra más apropiada para representar la violencia del golpe, que la palabra más apropiada, en fin, era reificación. Cuando a ésta reificación fascista Benjamin opone la consigna de la "politización del arte", me parece que está recuperando la noción misma de destrucción como un interruptus del curso de la historia, como irrupción en ésta de su propio "cielo despejado". No estoy seguro de esto; es en lo que estoy trabajando.

¿Por qué razón podría ser pensada como una matriz común de legibilidad de la obra de arte, de la crítica y de la historia?

La destrucción, por muchas razones que aquí no vamos a tener el tiempo de exponer, aparece tempranamente en Benjamin ligada a la lectura barroca de la obra de arte. En el barroco del siglo XVII, la obra de arte aparece como eso que se da a la mortificación, a la ruina. Benjamin, a la vez, toma de los primeros alegoristas una lectura de la historia donde ésta, lejos de incluir en su curso el destino teológico o salvífico del hombre, es pura decadencia, degradación o transitoriedad. Es decir que el barroco lee la historia desde la caducidad de la naturaleza. Allí, por primera vez, historia, crítica y obra se entrelazan. Pero esto vuelve a suceder en el célebre ensayo sobre la reproductibilidad técnica de la obra de arte. Aquí el problema podría ser formulado así: siendo la reproductibilidad técnica algo que tiene lugar en la historia, es la historia a la vez un efecto de la reproductibilidad técnica. Las réplicas, las copias, las reproducciones hacen que la novedad que la reproductibilidad técnica trae a la historia es que en la historia ya nada se da nunca como novedad.

La idea del Coloquio, ¿es dar cuenta de estas reflexiones?

Entiendo el Coloquio como un espacio privilegiado en el que uno somete lo que está pensando al juicio, las críticas y las observaciones de los colegas y amigos. En ese sentido, mi interés no es tanto "dar cuenta de algo" como más bien hacer la experiencia de lo incompleto que es siempre "el dar cuenta", nuestro "dar cuenta". Aunque si por "dar cuenta" se entiende un testimoniar de algo, un abrir y exhibir las condiciones de producción de un material, entonces sí, por supuesto, trataré de "dar cuenta". En otras palabras: si el "dar cuenta" no es viril, no busca envolver el discurso en un trascenderse a sí mismo en su propia inmanencia, sino que se abre, se expone, comparece a la esencial cualidad de esos otros ante los que habla, entonces sí "daré cuenta". El dar cuenta me interesa en su sentido débil, frágil, aunque como se trata de uno mismo, de algo que uno quiere "probar" o "mostrar", esta debilidad debe tener a la vez cierta fuerza. Al fin y al cabo, yo, como todos los sujetos, soy débil en el sentido fuerte.

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