"Cierta melancolía de los "sabios"

"Cierta melancolía de los "sabios"

Columna escrita por Nicolás Grau Veloso, Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile y publicada el jueves 5 de octubre del 2006 en el diario El Mercurio.

Desde la movilización de los secundarios, las grandes mayorías ya no parecen estar tan mansas; su fuerza y deseos de influir parecen haberse instalado en el país.

La democracia en Chile ha consistido en que los ciudadanos -cada vez un porcentaje menor del total- votemos por los expertos que han de definir la forma en que nos organizamos y vivimos. Es así como nuestro país ha delegado en estos personajes el diseño e implementación de las políticas públicas de los últimos 17 años, personajes que confunden conocimiento con verdad y que parecen no entender el importante espacio que tienen el saber y la ciencia en la democracia; esto es, ser instrumentos al servicio de los sueños de las grandes mayorías, pero que en ningún caso pueden reemplazar la deliberación política y valórica de todos los ciudadanos del país.

Las políticas educativas son un claro ejemplo de esta tensión; entre democracia y tecnocracia. Ejemplo que resulta mucho más interesante a la luz del incuestionable fracaso de tales políticas.

Un fracaso que no sólo quedó instalado en la sensación mayoritaria de la ciudadanía luego de las movilizaciones sociales iniciadas por los estudiantes secundarios, sino que se expresa, además, en una serie de elementos objetivos: la baja calidad general del sistema educativo chileno respecto al nivel del resto de los países de similar ingreso per cápita, su profunda segmentación y segregación, y la desregulada formación inicial de docentes.

Ante todo, la incapacidad de un esquema educativo, basado en la competencia, de asegurar una calidad digna y distribuida homogéneamente entre los distintos sectores de la población.

La democracia restringida y menoscabada de los tecnócratas de la educación, carente de buenos resultados, parece ser una inmejorable oportunidad para demostrar las virtudes de un sistema democrático, profundo y participativo, en el cual el diálogo social, apoyado por las ciencias que estudian las políticas educativas, permita construir propuestas que, sin compromisos con la defensa irreflexiva de los gobiernos pasados, ponga el acento en el futuro de los niños y niñas del país.

Ése es justamente el papel del Consejo Asesor de Educación: la construcción participativa de un nuevo norte para la educación chilena, que supere el paradigma del mercado omnipotente, la pobreza valórica y la inequidad heredadas del modelo educativo impuesto en la dictadura. Que diga crisis cuando todo el mundo respira esa crisis y que no acuda a eufemismos en el afán de engañarnos a nosotros mismos acerca de un éxito inexistente. Un consejo asesor que en su actuar profundice la democracia chilena y cuyo único compromiso sea con el futuro de Chile.

Es en este contexto que me gustaría referirme al torpe gesto del señor Brunner, quien, tratando de obviar el haber asistido solamente a las últimas tres sesiones, pretendió incluir en el informe final un texto "complementario" que en un tono conformista, casi panfletario, nos hablaba de las maravillas de la experiencia chilena y de la necesidad de emprender unos pequeños ajustes que nos permitieran avanzar hacia el inexorable éxito.

En tal acto se expresan dos elementos. Por un lado, el académico ha intuido que sus ideas valen más en el contexto del Consejo que en sus propios méritos.

En democracia no tiene la misma legitimidad una propuesta que ha sido producto de un debate social que una fraguada en la certeza que da la soledad. Por otro lado, su acto denota cierta melancolía de los tiempos en que los "sabios" podían llegar a última hora y, sin importar cuánta agua hubiera pasado bajo el puente, lograban que sus posiciones fueran las que finalmente primaran.

Creo que a la luz de los cambios que vive el país la arremetida de Brunner no pasará más allá de un acto anecdótico. Algo así como un gesto romántico, nostálgico de un país gobernado por señores cuya erudición -deslumbrante para las masas- era insuficiente a la hora de reconocer los límites de su saber.

Desde la movilización de los secundarios, las grandes mayorías ya no parecen estar tan mansas; su fuerza y deseos de influir parecen haberse instalado en el país; y en este nuevo país la "verdad" de los Brunner habrá de encontrar su espacio entre el silencio y los pie de página.

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