Con énfasis en el campo de las artes visuales:

Prof. Isabel Jara dictó ponencia sobre política cultural en dictadura

Prof. Isabel Jara dictó ponencia sobre política cultural en dictadura

Ambivalencia de la política artístico-cultural de la dictadura pinochetista. Revisitando el “apagón cultural” y la “zona de catástrofe” fue el nombre de la ponencia que la prof. Isabel Jara, académica del Departamento de Teoría de las Artes, presentó en el coloquio "Prácticas culturales y dictadura: dilemas y debates" que se realizó la semana recién pasada en la Universidad Nacional de Lanús, en la provincia de Buenos Aires.

Invitada como expositora de unos de los paneles y también como comentarista en otro, la prof. Jara centró su ponencia en la acción cultural de la dictadura chilena, con énfasis en el campo de las artes visuales, específicamente en “su dinámica de tradicionalismo y aperturismo, cuestionando su identificación exclusiva con los términos de ‘apagón cultural’ o ‘zona de catástrofe’”, comenta.

De acuerdo a lo que explica la académica, “tal dinámica se reflejaría en los disímiles énfasis discursivos sobre las artes, especialmente en la política hacia el mundo escolar, el vacilante programa museístico del Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) y el diverso posicionamiento de sus intelectuales afines, ante la resistencia artística desplegada por parte de la neovanguardia chilena”.

Profesora, ¿en qué contexto surge su interés por investigar esos temas?

Mi interés por investigar esos temas surge de constatar que la incapacidad o desinterés de la dictadura chilena para generar una propuesta cultural potente y competitiva frente a la resistencia cultural (acción gráfica y activismo artístico incluidos), ha obscurecido su dimensión “productiva” (entre comillas y complementaria de la represiva). Es decir, ha llevado a subestimar las actividades orientadas al público general y escolar, exitosas en determinados periodos (especialmente en "provincia"), así como los conceptos y formatos que configuraron su perfil cultural. También ha obscurecido la ambivalencia oficial, antes que simple unilateralidad, exhibida ante las prácticas artísticas más innovadoras. Ello ha retrasado la comprensión del papel del imaginario cultural en la construcción del autoritarismo chileno, y en particular, de la fabricación de una mentalidad perdurable hasta la postdictadura. 

¿A qué otras conclusiones ha llegado en el marco de sus investigaciones?

Las principales conclusiones, provisionales por ahora, confirman que la dictadura no desarrolló política para las artes visuales, pero sí unas ideas generales -no necesariamente coherentes ni compactas- que orientaron su quehacer. A la vez, que consensuó una idea de identidad nacional que quería proyectar a través de la cultura y el arte. Por ende, su quehacer en este ámbito estuvo signado por la ambivalencia, detectable en los énfasis de sus instituciones culturales generales o de las propiamente artísticas. Incluso, podría decirse que la ambivalencia específica hacia la neovanguardia y su variante activista de los 80 sugieren una “política global” tradicionalista, pero dispuesta a cierto aperturismo controlado. Este diagnóstico plantea esta conjetura: no es posible continuar pensando la acción artístico-cultural de la dictadura chilena en términos de “apagón cultural” o de “catástrofe”, como categorías absolutas y uniformes para todo el periodo. Debe historizarse su contenido, reconociendo la complejidad del proceso histórico, que marca matices y vaivenes discursivos, temporales e institucionales, tanto por campo de acción, así como por organismos estatales o privados colaboradores. 

Desde su perspectiva, ¿cuál es la relevancia de dialogar en torno a estos temas precisamente en países como Chile o Argentina, por ejemplo?

La relevancia de dialogar en torno a estos temas en Latinoamérica, y especialmente en países como Chile o Argentina, no es solo académico-intelectual sino que también ético-político. En cuanto a lo primero, esta línea enriquece la comprensión de la articulación del campo artístico-cultural del periodo; de la complejidad de las relaciones o fricciones entre los agentes sociales intervinientes; de la forma en que las características, trayectorias, heterogeneidad y debates internos de las artes visuales del periodo se relacionan con el contexto histórico; permite revisar los supuestos de las categorías interpretativas con que, desde distintos énfasis disciplinares, se ha reflexionado el proceso artístico-cultural en dictadura y, a nivel más general, los conceptos atribuidos a las relaciones entre arte y política. Precisamente, el ámbito de las relaciones entre arte y política en Latinoamérica ha recobrado particular interés a nivel internacional, como evidencia la exposición de la Red de Conceptualismos del Sur, “Perder la forma humana. Una imagen sísmica de los años ochenta en América Latina” (Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid, 2012).

¿Y en cuanto a la relevancia ético-política que menciona?

En cuanto a la relevancia ético-política, no cabe duda que las dictaduras han extendido, con mayor o menor éxito, sus herencias sobre las posdictaduras, gracias a las transformaciones que lograron en las mentalidades nacionales: por ejemplo, sobre las políticas sociales de los gobiernos democráticos, o sobre los avances en derechos humanos. Sin ir mas lejos, cabe recordar la reciente ley del "2x1" en Argentina, que la movilización popular de la semana pasada logró suspender y poner en revisión; mientras, en Chile, los privilegios carcelarios y previsionales de que gozan los violadores de derechos humanos, implicarían -si es que se confirma la noticia- unas jubilaciones que incluirían un ítem por estrés postraumático que sería efecto del trabajo represivo que les habría tocado realizar. Para que una sociedad acepte este tipo de cosas tiene que haber experimentado unas transformaciones culturales que debemos investigar.

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