Columna de opinión del prof. Luis Horta Coordinador de la Cineteca U. de Chile:

Patrimonio universitario: la pertinencia de la memoria

Patrimonio universitario: la pertinencia de la memoria

El concepto de Patrimonio alude a las herencias -materiales e inmateriales- que son traspasadas de generación a generación. Así es como entendemos a objetos, conocimientos o hábitos, cuyas existencias se transforma en instancias de encuentro colectivo, espacios de identificación y conocimiento entre los pueblos. De acuerdo a esto, la Universidad de Chile ha sido históricamente no solo un acopio de archivos, sino que un productor de sentido de estos. Como reducto del saber, la Universidad estatal fue por años el fidedigno repositorio de la cultura, ciencia e historia local, estableciendo la confianza necesaria entre autores y audiencias para poder mediar en el acceso a dichos contenidos, teniendo la irrestricta confianza del Estado para ello.

Hace 40 años atrás, la Universidad de Chile sufrió el daño patrimonial de mayor envergadura que haya experimentado en sus más de 170 años de historia. La única intervención militar que ha sufrido nuestra casa de estudios en toda su vida, significó la pérdida o la indiferencia respecto a invaluables colecciones, archivos y piezas de gran valor, lo que fue acompañado por la clausura de unidades de conservación o la exoneración, detención, tortura y muerte de académicos, trabajadores y funcionarios que habían logrado instalar en la sociedad la valorización de la producción cultural y científica al amparo del Estado. La dureza de la intervención militar fue una intervención al saber, y surtió efecto tanto por la fragmentación como en la invisibilización sobre el significado de la Universidad, buscando neutralizar el núcleo cultural del país e instalando un nuevo modelo basado en el mercado.

Caída la dictadura, no existió una esperable inmediatez en resarcir los daños al patrimonio universitario. Tampoco fue el Estado quien se abocara a esta tarea, y debió ser la propia Universidad quien intentara recuperar un lugar que se sabía fantasmático, presencia que a la vez era ausencia. Los primeros levantamientos de información indicaron las pérdidas y también dieron cuenta de un despojo ejemplificado en las numerosas obras que aún se ubican en dependencias no universitarias. A 40 años de este “golpe cultural”, y bajo un contexto en que lo virtual predomina en las relaciones sociales, es pertinente pensar en como los desafíos del mundo inmaterial nos aluden para pensar una universidad que siente una responsabilidad referida al significado de universalizar el saber.

Paradójicamente, en el mundo de lo virtual emerge un especial placer por la objetualidad: libros, películas, manuscritos, fotografías y un sinfín de archivos, nuevamente son motivo de interés para investigadores, artistas y académicos en general, y numerosos son los libros y artículos que se publican en todas partes del mundo basándose en contenidos que ha entregado nuestra Universidad. Es hoy cuando aquellos fantasmas parecen emerger como presencias irresolutas que dan cuenta de un gran espacio de rescate de un acervo tan inmenso como aún insospechado. Parece pertinente hacer un alto en el camino para pensar, ante los nuevos desafíos que propone lo digital, enfocar los esfuerzos en dar respuesta a las problematizaciones de lo digital. Un ejemplo concreto se puede encontrar en el campo del cine, donde el mercado ha decidido progresivamente reemplazar las proyecciones en 35mm por aquellas realizadas en digital. ¿Debemos negarle a las futuras generaciones la posibilidad de ver una proyección de cine de la forma en que lo hicimos nosotros, nuestros padres y nuestros abuelos? ¿Debe el mercado delimitar la mirada?. El digital, en este caso, pasa a ser una respuesta comercial en la optimización de costos o al acceso, pero no necesariamente una solución rotunda a la conservación, dado que no está comprobada la vida útil de un archivo digital, mientras que un soporte fotoquímico empíricamente alcanza más de cien años de supervivencia. En este caso particular, son los centros académicos aquellos que deben dar respuesta a estas problemáticas, instalando la reflexión pertinente ajena a los vaivenes del mercado. Las formas de resguardar y preservar la existencia de nuestra memoria universitaria en un tiempo efímero se debe asumir como una tarea y responsabilidad frente a la sociedad, donde acciones concretas y planes sistemáticos permitan a las futuras generaciones el conocimiento de mundos inéditos que se proyecten en el tiempo en una perspectiva enfocada al desarrollo cultural y social.

 

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