Reconocimiento entregado por la Universidad de Chile:

Catalina Donoso es distinguida como Mejor Docente de Pregrado 2013

Catalina Donoso es distinguida como Mejor Docente de Pregrado 2013

"Creo que no tenía bien claro por qué ni adónde iba; sólo tenía vagas ideas sobre que la Universidad de Chile era el lugar. No quería ir a la Universidad Católica, que era la otra opción, por cuanto yo venía de un colegio así y tenía muchas ganas de abrir mis fronteras al mundo laico. Sabía, así a medias, que acá estaba la tradición en la enseñanza del arte, y que acá el camino era impredecible. En cambio en la Católica me parecía adivinar cómo iba a terminar la cosa: me parecía más interesante explorar un mundo más incierto y, por lo tanto, más sujeto a la realidad", dice Catalina Donoso al preguntarle por las razones que la llevaron a estudiar arte en la Universidad de Chile, llegando a formarse como artista al mismo lugar en el que hoy ejerce como académica, en ese entonces un "sitio eriazo en cuyos pastizales ocurrían cosas que siendo privadas se volvían públicas", cuenta sobre la sede Las Encinas de fines de los 70.

Ese lugar era "un campo de debate y de hechos que volvían muy dura la convivencia en la comunidad, lo que tomaba distintas formas y duró hasta varios años después", dice esta artista que inició sus estudios en plena dictadura militar, agregando que a los 23 años, ya siendo ayudante, "entró carabineros y nos subió a todos arriba de la micro, y de no ser por la intervención de la directora de entonces, que les dijo que yo era profesora y los obligó a bajarme, habría ido detenida. Otra vez en el casino de la Escuela, mientras almorzábamos, entraron encapuchados apuntándonos con revólveres, gritaron unas consignas y se fueron", dice. De esa época, también recuerda a sus compañeros, "que profesaban una gran pasión o una gran flojera, pero que eran unos genios, gente que impactaba por la dura realidad que vivía, pero todos compartíamos un momento mágico que es el ser estudiante", añade esta artista y académica.

¿Qué profesores la marcaron durante su formación?

Creo que, en justicia, Rodolfo Opazo, mi profesor por dos años consecutivos, en tercer y cuarto año de la especialidad, quien tuvo una gran influencia en mí porque con él aprendí que el lenguaje tiene una conexión profunda con la vida más íntima. Tenía gran humor, aunque a veces bastante negro, que sintonizaba muy bien con los aspectos más graves que invadían la vida de un artista. Creo que Adolfo Couve, como profesor de Historia del Arte, también influyó en mi aproximación a los problemas de la visualidad, con la suma de todos los espacios que él trabajó; era muy excitante ver que sus clases, que eran grandes ensayos estéticos, podían verse también publicados en Artes y Letras los domingos, en El Mercurio. Recuerdo La Ronda Nocturna de Rembrandt y Las Meninas de Velázquez sometidas al ojo analista de Couve, constituyéndose en material para la memoria colectiva de nuestra generación y como constatación de que antes la sociedad se interesaba por contactarse con el mundo de los artistas. Hoy día, si no hablas económicamente, no pescan ni en bajada. Con Gonzalo Díaz también hubo una nueva madurez: reconocía su trabajo más irónico, transdisciplinar y conceptual, lo que abría unas posibilidades que cortaban el cordón umbilical de la pintura: gran paradoja entre obra y lección, cuando hoy día es el taller más alineado con la pintura en su versión óleo sobre tela.

¿En qué contexto comienza a hacer clases en esta Escuela?

Luego de un año de egresada de la Escuela volví para hacer mi memoria y obtener el grado de Licenciatura, habiendo desarrollado algunos trabajos con total autonomía, entretanto, y en esa especie de desasosiego en que uno se encuentra cuando está solo. En uno de esos días me interceptó el que fuera mi profesor de especialidad, Rodolfo Opazo, invitándome a realizar una ayudantía en medio de un equipo de profesores. Esto no estaba en absoluto dentro de mis planes, con lo que me costó decidir qué iba a responder, pero me pareció, de pronto, una oportunidad para reencontrarme con ese espacio familiar y de paso adquirir una experiencia insospechada en medio de todas las contiendas que allí se vivían por esos años. Eran tiempos más violentos y sin embargo también más pasionales, apelando al discurso de sobrevivencia del sujeto en el mundo del arte. Poco más adelante, Luis Lobo Parga, entonces Director del Departamento, me entregó un curso de especialización en pintura, un tercer año, lo que me obligó a asumir, pese a mis renuencias por la incomodidad de mi juventud, el camino de la docencia.

¿Y cuándo se dio cuenta de que le interesaba dedicar parte importante de su tiempo a la enseñanza del arte?

Pasaron algunos años en que sentí que este lugar podía incorporarlo como campo de desempeño, de pertenencia. La enseñanza siempre la he visto como lugar de transferencia de experiencia, incluye conocimientos pero éstos son oxigenados por la experiencia concreta de una obra desarrollada por el artista profesor, que se actualiza cada vez por las generaciones de estudiantes que ingresan, puesto que son ellos los que en realidad cristalizan estos deseos de transmisión aportando la cuota de realidad que siempre incluye el cambio. Pienso que efectivamente el feedback entre estudiante y profesor hace un buen profesor.

Desde esa perspectiva, ¿qué es lo más complejo y lo más gratificante de esa labor?

Lo más gratificante, parto por ahí primero, es que uno pueda colaborar a que el estudiante consiga generar un discurso más complejo, con mayor densidad, a partir de la estrategia de una mirada más crítica del mundo y del lenguaje. La libertad que se adquiere cuando se es capaz de organizar el caos con un sistema que dé sentido a un paisaje que está lleno de "cosas y ruidos", con una economía de medios, con un amor por los materiales, por los oficios, con la lucidez de la significación, y entender que es el lugar donde ellos mismos superan, casi siempre, con creces la intensidad de obra de sus profesores. Lo más complejo quizás ha sido perseverar donde a uno le interesa estar, por motivos de históricas rencillas que hubo entre profesores, cuestión que hoy día está en un pié totalmente diferente.

Será precisamente por su labor docente que esta artista y académica del Departamento de Artes Visuales será distinguida por la Universidad de Chile como Mejor Docente de Pregrado 2013, en el marco de una ceremonia que se realizará este martes 22 de octubre, a las 12:00 horas, en el Salón de Honor de la Casa Central, oportunidad en la que se homenajeará a treinta y ocho profesoras y profesores de diversas Facultades e Institutos de esta Casa de Estudios que fueron reconocidos por la comunidad por su excelencia académica y dedicación en su trabajo diario. "Recibo este premio con la mayor modestia. La verdad es que creo que se equivocaron, que debieron dárselo a otras personas. Pero en fin, tal vez pensaron en eso de que más sabe el diablo por viejo que por diablo", concluye Catalina Donoso.

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