A raíz de la exposición que exhibirá en Galería Tajamar:

Luis Montes Rojas: "Los monumentos permiten el descanso de la memoria"

Luis Montes Rojas: "Los monumentos permiten el descanso de la memoria"

En la plazoleta central de las Torres de Tajamar se ubica Galería Tajamar, "una especie de vitrina hexagonal que obliga a que las obras que allí se exhiban sean pensadas específicamente para ese espacio, asumiendo, además, una serie de condiciones que se establecen en su relación con los transeúntes. Por lo tanto, un espacio interesante por encontrarse casi al borde entre lo expositivo y lo público", dice Luis Montes Rojas, artista y profesor del Departamento de Artes Visuales, sobre las razones que lo llevaron a proponer una muestra para Galería Tajamar, espacio en el que exhibirá una obra creada a partir de "la relectura de ciertos símbolos que se asumen como pre-dados, como los emblemas patrios. Específicamente, esta obra trabaja en torno a la figura del cóndor como representante de la idea de nación y de república en el escudo nacional", agrega.

Carne de estatua es el nombre de esta propuesta, la que comenzó a tomar forma tras encontrarse con un texto de Gabriela Mistral titulado Menos cóndor y más huemul, cuyas reflexiones le hicieron iniciar una investigación en torno al origen del cóndor en el escudo nacional. Así fue como llegó al discurso que el Presidente José Joaquín Prieto dio ante el Congreso Nacional para presentar ese emblema, "refiriéndose al cóndor como representación de la fuerza", cuenta Montes Rojas, añadiendo que "aún cuando es, y eso lo dice el Presidente Prieto, el ave fuerte que puebla nuestros cielos, no deja de ser un ave de carroña -es solamente un hermoso buitre, escribió Mistral-, causando extrañeza el hecho de que se haya tratado de representar así  el carácter nacional en un intento evidente de reemplazar el águila imperial propia de la heráldica".

A ello se sumó luego la frase que alguna vez dijo a sus cercanos el Presidente Salvador Allende, "quien decía: toca, toca, esto es carne de estatua, casi como previendo su lugar en la historia y terminando así de configurar esta muestra que es una especie de conjunción de estas dos reflexiones", explica Luis Montes Rojas respecto a la frase que da título a esta muestra, la que se traducirá en la desaparición de una escultura por medio del uso de ese emblema patrio. "En definitiva, es una metáfora de la desaparición de la figura histórica tras esta idea de nación, imaginario en el que el personaje no tiene mayor relevancia porque lo que importa es la construcción histórica para la cual ese personaje está dispuesto. Por eso es que será imposible descifrar quién está debajo de esa maraña de aves", señala.

¿Cuál es el vínculo que estableces entre tu propuesta y ese particular espacio expositivo?

Primero, me interesa destacar el proyecto de esta galería y el relevar el trabajo que han desarrollado los artistas que han expuesto en este lugar, porque propone claramente un desafío de apropiación del espacio expositivo y de la relación entre éste y el entorno arquitectónico que lo acoge. En lo que respecta a esta obra, es imprescindible el cuidado de la puesta en escena. Y por lo tanto, primero está la luz, porque los cóndores aparecen como aves brillantes, pulidas, por lo que va a haber un tratamiento lumínico bastante particular, haciendo más indescifrable aún lo que acontece bajo las alas de las aves. Luego está el hecho de que la galería tiene una forma similar a una especie de pajarera, parecida a las que a veces encontramos en los parques. Finalemente, atender la vinculación con el transeúnte, provocando la sorpresa de encontrarse con esta imagen que es como la cabeza de la Medusa. Todo, incluyendo los materiales elegidos, está dispuesto para producir la extrañeza de esa imagen inquietante, que tiene que ver con la idea de desaparición y, finalmente, con la apropiación de la escultura por parte de la historia como un medio que no sólo sirve para recordar sino también para olvidar tranquilamente.

¿Para descansar?

Creo que, en cierta medida, los monumentos permiten el descanso de la memoria. No es fácil que estos signos estén activos permanentemente, porque esa especie de utopía respecto del monumento como educación perpetua en ciertos valores y tradiciones finalmente se traduce en olvido. ¿Quién se pasea por los monumentos de Santiago comprendiendo los discursos que están ahí enquistados? En los monumentos se juegan las visiones políticas no sólo del siglo pasado, sino también los de hoy, porque muchas de las ideas que configuraron el mapa político de hace 100 años son las mismas que siguen hoy en ejercicio. El pasado explica el presente, y no sólo se hace legible en la escultura sino que en todos los monumentos públicos, como los de carácter arquitectónico, la configuración urbanística o el paisajísmo. Esos signos incrustados en la ciudad, que parecen perpetuos e incontrarrestables, son los que me interesan como material de trabajo, pero no para poner en cuestión dichos signos, como sería en este caso la figura del cóndor, sino para establecer una reflexión a partir de éstos y que nos permitan entender por qué están ahí y por qué en ciertos periodos de la historia toman nueva vitalidad. Es decir, no es gratuito que una de las operaciones más sangrientas de la dictadura haya sido la Operación Cóndor, tomando su nombre de esa ave que vigila desde la altura y que aplica su fuerza a los que quedan bajo su vista, parafraseando el texto de la Mistral.

¿Por qué optaste por titular la muestra con la frase de Allende y no con alguna frase de Mistral?

La frase de Allende es muy decidora porque finalmente habla de la carne, y de esa idea que existe respecto a que la estatuaria pública es un símil del paraíso. Es decir, para el catolicismo está el paraíso y los santos, para el laicismo el monumento y el prócer.

¿Como una forma de trascender?

Claro, porque la trascendencia del hombre público se alcanza mediante la conversión en estatua, aún cuando finalmente esa cuestión sea incluso temporal porque uno nunca sabe hasta qué punto se va a cumplir esa promesa de eternidad. De hecho, escribí un texto que no ha sido publicado y que se llama El paraíso de los civiles, donde la reflexión se hace en relación a ese punto, a la escultura pública como el paraíso del civil.

Que es lo que tú también cuestionas.

Por supuesto, porque finalmente la figura histórica no es más que el aprovechamiento parcial del sujeto por parte de lo que Salazar llamó la "memoria oficial". ¿Cuántos discursos no son maneados para poder construir ciertos lineamientos históricos, para construir historia y memoria? Prat es el caso simbólico. Su discurso en medio del combate, del que además no tenemos total certeza, fue utilizado por el ejército para arengar a sus soldados, sirviendo de herramienta moral para conseguir ciertos objetivos. Ese tipo de cuestiones me parecen interesantes para luego preguntarse por cuál es el lugar del arte en todo esto, porque efectivamente los modos de producción del arte fueron herramientas para el asentamiento de valores, intereses y visiones políticas. Pero son obras que quedan igualmente dentro de la historia del arte, y por ende pertenecen también al acervo con el cual nosotros trabajamos.

Con entrada liberada, Carne de estatua se inaugura este jueves 10 de octubre, a las 19:30 horas, en Galería Tajamar (Av. Providencia 1100, local 59 Torres de Tajamar, Providencia), espacio en el que se podrá visitar hasta el próximo 30 de octubre.

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