Carta Abierta de Académicos de la Universidad de Chile a la sociedad chilena

Los académicos  y académicas de la Universidad de Chile firmantes manifestamos nuestra indignación por los fracasos del actual modelo de educación superior, que se basa en incentivos a la demanda en desmedro del desarrollo de las instituciones, que fomenta el excesivo crecimiento del sistema privado comparado con el público y que privilegia el crecimiento más que la calidad. Con estupor vemos cómo se ha puesto en grave peligro la fe pública construida con esfuerzo a lo largo de nuestra historia. Este exagerado modelo, lejano a la experiencia de países desarrollados de diversas culturas, ha probado acentuar la desigualdad, precarizar la cultura y condicionar el futuro de nuestra sociedad.

El año 2012 terminó con la noticia sobre aportes económicos basales para las instituciones universitarias, cuyo objtivo es abordar iniciativas sostenibles en el largo plazo. Pero lamentamos constatar la injusta distribución de esos aportes, en que nuevamente se ignoran las diferencias fundamentales entre instituciones estatales y privadas. Sin perjuicio de la necesidad de apoyar a ambos grupos de acuerdo a sus contribuciones, se debiera reconocer las evidentes diferencias en sus misiones marcadas por la obligación de las primeras con el bien común exclusivamente.

Además, el excesivo acento por el crecimiento se expresa en juegos de indicadores que equiparan altos y estables niveles de excelencia con variaciones marginales de corto plazo, logrando con ello alterar el orden con que el mundo reconoce la excelencia en investigación. Esto repite lo ocurrido con el Aporte Fiscal Directo, donde la inclusión de incentivos de corto plazo causó una severa merma en los recursos asignados a la Universidad de Chile. Las combinaciones de indicadores dan para mucho, pero las universidades con reconocimiento internacional no cambian tan arbitrariamente.   

Esta situación nos hace pasar de la preocupación a un estado de indignación. Se requiere una discusión muy profunda sobre el modelo de universidad que el país necesita, pues estamos convencidos que por este camino no llegaremos a tener universidades entre las más respetadas a nivel mundial. Por ejemplo, si nuestro país se planteara llegar a tener universidades ubicadas entre las 100 mejores del mundo, con un desarrollo de excelencia equilibrado en todas las áreas, entonces se requerirán aportes estatales de otro orden de magnitud y la discusión relevante debe ser sobre el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) que destinaremos a Investigación e Innovación. Además, la asignación de tales recursos deberá focalizarse en aquellas instituciones que efectivamente están más cercanas de lograr este objetivo y que requieren de mayor apoyo para alcanzarlo.

Invitamos a la sociedad chilena a reflexionar profundamente sobre el país que queremos construir para las próximas generaciones y sobre el adecuado apoyo a las universidades para este siglo XXI. Pensamos que el papel del Estado, en cuanto representa el bien común, debe repensarse para que asuma con decisión un rol activo en el objetivo de lograr una sociedad más inclusiva, de manera que juntos podamos superar los desafíos de mediano y largo plazo.

Invitamos a las autoridades a considerar más seriamente esta situación, porque la experiencia reciente muestra que no existen atajos; crecer en cantidad no garantiza calidad ni los cambios necesarios para superar los actuales desafíos del país en la economía, en la cultura, en el ambiente y en la sociedad en su conjunto. 

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