Conferencia está disponible en sitio web del Departamento de Artes Visuales y en el de Teoría de las Artes:

Sergio Rojas: "La 'comunidad de individuos' nunca ha existido"

Sergio Rojas: "La 'comunidad de individuos' nunca ha existido"

Alrededor de doscientas personas llegaron hasta el Auditorio de la Facultad de Artes sede Las Encinas para asistir a la conferencia que Sergio Rojas, académico del Departamento de Teoría de las Artes, presentó el pasado 22 de septiembre en el marco del ciclo de conferencias Trazos de Cuerpo. Así, ante estudiantes y académicos de heterogénea procedencia disciplinar, este destacado filósofo y Doctor en Literatura reflexionó en torno a la paradójica condición actual del individuo, al que catalogó como la gran obra de la modernidad.

"Cuerpo y globalización: escalas de la percepción" fue el nombre de la conferencia en la que Sergio Rojas hizo estos planteamientos, suscitando así el interés de quienes asistieron a esta actividad tanto durante el desarrollo de esta conferencia como una vez finalizada, motivo por el que este académico de la Facultad de Artes decidió publicar íntegramente su conferencia en el sitio web del Departamento de Artes Visuales y en el del Departamento de Teoría de las Artes.

"Cuerpo y globalización: escalas de la percepción"*

"En cierto sentido, todo lo que acontece en el mundo
no es más que un conjunto de efectos sucesivos o 
continuos de las estructuras subyacentes de 
larga duración"

Immanuel Wallerstein

Los procesos de globalización parecen hoy tan evidentes en su existencia como difíciles de definir en su naturaleza y alcances reales. En términos cotidianos, las personas "perciben" la globalización fundamentalmente en relación a la desterritorialización de grandes capitales económicos y al soporte digital de las redes de información. Sin embargo, más allá de esta percepción cotidiana, ¿qué es la globalización? Podría pensarse que la globalización significa el fin de la modernidad, y habríamos ingresado entonces en una "posmodernidad" que se caracteriza ante todo por la des-acreditación epistemológica de la pregunta por el sentido de la historia. Pero también se puede considerar que la globalización es la consumación de la modernidad, y que en el extrañamiento que en la actualidad nos embarga, las grandes ideas de la modernidad se hacen sentir más que nunca. Se suele enfatizar la expansión sin fronteras de la economía de libre mercado, sin embargo en 1999 Alain Turaine advertía: "la afirmación de que se está creando una sociedad mundial de esencia liberal dirigida por los mercados e impermeable a las intervenciones políticas nacionales es pura ideología"[1]. En cualquier caso, este énfasis en el mercado cede y se subordina a la inteligencia militar después del 11 de septiembre de 2001. Ahora, en medio de estos procesos económicos, políticos y militares, de magnitud inédita, el individuo padece una forma de extrañamiento en que "ya no sabe qué pensar", pues sus referentes de orientación heredados caen en desuso.

Lo que me interesa plantear aquí es una pregunta por el sentido de la experiencia hoy, cuando el individuo padece una radical desorientación, en medio de una realidad compleja cuyas magnitudes exceden lo imaginable, cuestión relacionada con la pregunta por los límites de la representación en el arte. Creo que puede considerarse también a la globalización como la consumación de uno de los aspectos fundamentales de la modernidad desarrollados durante el siglo XX: el individualismo. El individuo es el lugar hacia donde la subjetividad está siendo relegada, subsumida en los procesos de magnitud irrepresentable que hoy condicionan la existencia de los hombres. Producto de un paulatino desencanto, escepticismo, desesperanza, nos vamos transformando en lúcidos espectadores de la realidad. Es decir, cambiamos fe y compromiso por lucidez y suspicacia. De un lado, pareciera que la individualidad es una conquista, pero de otro lado se nos presenta como el rincón al que vamos siendo relegados. Son las dos caras de lo que se denomina "individualismo". El "individualismo" es una actitud que se elabora y se ejerce en lo cotidiano, incluso podría considerarse paradójicamente como una forma de "ubicarse" en el mundo cuando ya no se lo puede comprender. Entonces la subjetividad se repliega hacia la interioridad del espectador que se limita a consumir imágenes de lo real. "Cinismo" es el nombre más adecuado para esta actitud que vive solapadamente la desesperanza como si fuese la conquista de su soberanía.

El 22 de julio de 2008 unas impactantes fotografías daban la vuelta al mundo: en la playa napolitana de Torregaveta, los bañistas toman sol mientras observan indiferentes los cadáveres de dos niñas gitanas; sus cuerpos quedaron durante al menos tres horas tirados sobre la arena, después de que fueron sacadas ahogadas desde el mar. Vemos en las imágenes que los turistas disfrutan un día de playa a sólo unos cuantos metros de esos dos cadáveres, sin embargo, en un sentido no físico, se encuentran a una distancia infinita de éstos. ¿Cómo es que para esos turistas los cuerpos -o la humanidad de esos cuerpos- habían "desaparecido"? Acaso se encontraban a la misma distancia desde la que los contemplaron quienes vieron las fotos en sus hogares, en el periódico de la mañana mientras desayunaban. Escala mediática de percepción que nos transforma en espectadores de tiempo completo.[2]

La globalización ha contribuido también a este curioso fenómeno: nunca habíamos estado tan conectados entre los seres humanos, nunca habíamos tenido tanta información acerca de las otras realidades en el planeta, y sin embargo la percepción de los individuos respecto al sufrimiento de los demás parece acontecer en una pantalla. Cae el Muro de Berlín, pero nacen otros muros, por ejemplo el que separa a Estados Unidos de México. El primero se construyó para impedir la salida, el segundo para impedir el ingreso. En cualquier caso, la terrorífica representación del futuro a la que asistimos en la película "Metrópolis", de Fritz Lang, en la que todos los individuos han sido proletarizados y esclavizados por un Estado omnipotente, resulta muy extraña al presente. Las imágenes de "Metrópolis" nos remiten a la represión y subordinación de la individualidad, en que los seres humanos han devenido pura mano de obra industrial. Lo aterrador de estas escenas genera su contrapartida: una idea de la libertad asociada esencialmente a la representación de una individualidad plenamente emancipada.

Antes que una realidad homogénea, la globalización consiste más bien en la intensa multiplicación de relaciones económicas y políticas entre localidades muy disímiles entre sí. ¿Cómo podemos pensar esa realidad rizomática cuyos puntos en red proliferan sin solución de continuidad? Un autor expresa la paradoja: "pensar la realidad en la época global no puede ser otra cosa que pensar la propia realidad global"[3]. Es decir, la desorientación no se debe al imperativo de tener que abandonar la localidad para comenzar a pensar una realidad a "escala planetaria", sino que consiste en el hecho de que debemos pensar lo local a escala planetaria. Ya no habitamos cotidianamente el planeta, sino, al contrario, habitamos planetariamente nuestra localidad. Esto significa que en cada caso, en la relación que tenemos con nuestra realidad particular, media el planeta, se trate de entender el precio del gas en nuestro consumo mensual o la exposición que en EEUU hace el Ministro de Cultura de Chile para convencer a las compañías cinematográficas estadounidenses de "Why film in Chile"[4]: tenemos montañas, playas, bosques, desierto, en fin, somos una escenografía exportable.

Es frecuente oír hablar de la "globalización de la cultura". Si entendemos por cultura el conjunto de elementos que constituyen o forman parte del imaginario dominante de la sociedad, y si al mismo tiempo consideramos que dicho imaginario es lo que reconocemos principalmente exhibido y circulando en los medios de comunicación, entonces la idea de que existe una cultura "globalizada" es muy verosímil. Abundan los ejemplos en esta dirección, pues se trata literalmente de "lugares comunes": Los Simpson, series de televisión planetarias como "24" o "Dr. House", la industria cinematográfica de Hollywood, las giras mundiales de las bandas de "rock estadio", o la reciente noticia de que la Viña chilena Concha y Toro es la marca oficial del club de fútbol inglés Manchester United. Sin embargo, analizada desde otra perspectiva, aquella idea resulta incomprensible. En efecto, la cultura que se "globaliza" se refiere principalmente a aquellos elementos del imaginario que a través de los medios y la publicidad son dispuestos para el consumo de los individuos. Un consumo que es en lo esencial estético. Relacionada con este fenómeno, existe la expresión "cultura del consumo", cuyos contenidos no están necesariamente asociados al comercio. Por ejemplo, el "show de luces" realizado en varias funciones sobre el Palacio de La Moneda la semana recién pasada, exhibe precisamente determinados íconos: los moais de la Isla de Pascua, Condorito, "los mapuches". Se disponen al consumo en cuanto que corresponden totalmente al verosímil de una chilenidad históricamente reconciliada.

En lo inmediato, me interesa señalar el hecho de que lo que cabe denominar "cultura" no se refiere exclusivamente al imaginario consumible. Y si decimos que con lo de cultura se trata de las formas de comprender el mundo, aún no habremos señalado lo fundamental. Sin duda, los elementos que forman parte de la cultura sirven a la comprensión del mundo en el que se vive, y en ese sentido reconocemos aspectos religiosos, morales, éticos, políticos, etc., como parte de la cultura. Pero ¿por qué necesitamos comprender el mundo en el que vivimos? ¿Se trata acaso de un ejercicio meramente especulativo al que somos conducidos "por naturaleza"?...

*Descargar el texto completo desde enlaces relacionados.

 


[1] Alain Touraine: Comment sortir du liberalisme?, Fayard, París, 1999.

[2] Recientemente Francia se ha convertido en el primer país de Europa en prohibir el uso del velo islámico que cubre el rostro de la mujer. El objetivo es asegurar igualdad de género y dignidad a todas las mujeres que viven en Francia o que visitan el país.

[3] Santiago López Petit: "Reivindicación del odio libre para una época global", en Odio, Violencia, Emancipación, Manuel Cruz comp., Gedisa, Barcelona, 2007, p. 55.

[4] Luciano Cruz-Coke: "¿Por qué filmar en Chile?", Diario La Tercera, domingo 12 de septiembre de 2010, p. 46.

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