Paula Aros, directora de "El tiempo y los Conway":

"Uno de mis mayores objetivos es encontrar el presente continuo en el espectáculo"

Aros:"Mi objetivo es encontrar el presente continuo en el espectáculo"

Hace muy poco tiempo que Paula Aros, directora del taller integrado que por estos días está montando una adaptación de "El tiempo y los Conway" en la sala Sergio Aguirre, llegó a Chile. El año 2006 y con la ayuda de las becas Presidente de la República y Alban de la Unión Europea, Paula viajó hasta Inglaterra para hacer un master en divise theater, cuya traducción exacta es teatro ideado, entendiéndolo como teatro contemporáneo performativo. Al cabo de un año y tras culminar su programa de estudios, realizó cursos de cine en Praga y en Buenos Aires, y también estuvo en Italia trabajando tres meses en el Workcenter de Jerzy Grotowski.

Los dos años que estuvo fuera del país le significaron una experiencia rica en aprendizajes que una vez de regreso quiso transmitir. Tal como ella afirma, "mi idea con el taller integrado fue poder traspasar algunos de estos conocimientos a los estudiantes a través del trabajo con el texto de Priestley, y al mismo tiempo poder ocupar un material personal aportado por los propios actores a partir de lo que la obra propone".

"El tiempo y los Conway" es un drama inglés escrito por J.B Priestley, que relata la historia de la familia Conway, quienes viven en las afueras de Londres. La obra comienza cuando la familia Conway está celebrando el cumpleaños de una de sus hijas, quien cumple 21 años. Al momento del festejo, los seis hermanos que componen esta familia están en una edad donde las proyecciones y sueños a futuro están a flor de piel. Tras culminar el primer acto, vemos a la familia Conway viviendo el mismo día, pero 20 años después.

La propuesta del taller integrado dirigido por Paula Aros y que lleva por título "El tiempo y los Conway y los Acuña, Castro, Cartagena, Concha, Dattoli, Fuentes, Infante, Smith, Toral, Varela, Krzeminski, Quevedo" recoge la historia original de Priestley, la sitúa en un contexto chileno y mezcla el texto dramático con las biografías personales de los actores, articulando una nueva propuesta.

Teoría serialista del tiempo

Sobre la temática de la obra y el quiebre temporal que incluye, Aros comenta: "Cuando Priestley escribió esta historia estaba leyendo a un filósofo llamado Dunne. Dunne tiene una teoría serialista del tiempo, la cual plantea que éste no es lineal, sino que el pasado, el presente y el futuro coexisten. El discurso de Priestley con esta obra es que si uno percibe el tiempo de manera lineal, considerando que el pasado está atrás y el futuro está al frente, no va a alcanzar la felicidad. Según Priestley, la única manera de alcanzar la felicidad es comprender que el futuro es el presente".

"Lo que nosotros trabajamos a nivel personal con los alumnos fue que ellos hurgaron en sus recuerdos de familia, la conformación y la des-conformación de ella, qué es lo que ellos querían o esperaban ser, y que es lo que están siendo ahora", agrega. "Por un lado ellos han revisado mucho el concepto de lo que se entiende por familia feliz, porque nos han dicho y enseñado que esa es la familia nuclear, donde el papá, la mamá y los hijos están siempre juntos. Pero las cosas no suceden así en la vida real, y hay familias que no tienen esa conformación. Entonces nosotros también queremos decir que las familias pueden ser felices sin necesidad de ser esa familia nuclear que la sociedad chilena conservadora y católica impone como modelo. Entonces en el trabajo con la obra ellos revisaron esto y también los recuerdos de su niñez que hoy repercutía aún en ellos".

¿Por qué quisiste incluir las historias personales de los actores?

Hay dos razones: una porque en el taller integrado como ramo, el objetivo es que ellos tengan una experiencia semi profesional, y yo, como directora, no dirijo desde mis ideas, sino que trabajo siempre con el equipo, entonces para mi es súper necesario saber qué material tienen ellos para darme. Personalmente hace mucho tiempo que no monto un texto como tal, al modo clásico. Lo puedo hacer, pero sentí que en esta ocasión no me iba a sentir cómoda ni que estaba entregando lo que quería entregar en esta instancia si es que no los involucraba a ellos. Yo lo único que quería lograr es que los estudiantes sintieran que el trabajo era de ellos, no de un director, y menos de un autor. La obra entonces se vuelve personal, propia. 

También en cuanto a la inclusión del material autobiográfico creo que estoy un poco influenciada por lo que estudié en Inglaterra, porque una de las metodologías del teatro preformativo se basa en tomar material autobiográfico de los propios actores, por lo cual el actor toma material de sí mismo y se presenta al público como una persona sobre el escenario, no como un personaje.

El gran desafío de lo que estamos haciendo es que la obra parte como una obra realista y de repente se empiezan a incluir todos estos materiales extraños y quiebres temporales, pero yo creo harto en los desafíos y pienso que los actores también han creído en ellos.

¿Cómo fue el trabajo con la propuesta espacial de esta obra?

La propuesta espacial la trabajamos desde el mismo punto de vista desde el cual trabajamos la obra en sí. En la obra, el público está dispuesto en un semicírculo y hay momentos en que el actor le habla directamente tratando de hacerlo parte de la misma experiencia, y es que en el  fondo el tema de la familia, de las proyecciones y del tiempo es tan universal que la idea era lograr que el espectador también pensara en eso, y no que quedara sólo como la historia de la familia Conway. Por eso también la obra se llama "El tiempo y los Conway y los Acuña, Castro, Cartagena, Concha, Dattoli, Fuentes, Infante, Smith, Toral, Varela, Krzeminski, Quevedo", que son los apellidos de los actores.

¿Esta disposición particular del público tiene que ver también con la ruptura temporal de la obra?

Claro. De hecho en el montaje el espacio de los Conway está al medio de la sala y entre medio del espectador. Ahí hay un espacio vacío que durante la obra se empieza a llenar. El salón que está al centro es como el salón de la casa de los Conway, y lo que nosotros armamos es el resto de la casa: el baño, la cocina, la pieza de los papás, el comedor, etc., en una narración en la que  empiezan a coexistir distintas acciones.

La idea era hacer entender al público algo que dice uno de los personajes de la obra y es que la niña de hace 20 años atrás sigue viva, que todo depende de cómo mires las cosas. Es súper simple pero a la vez casi metafísico, y yo creo que de hecho es metafísico el mensaje que da Priestley a través de este personaje. La idea también es que el espectador pueda sentirse en este espacio donde están pasando miles de cosas al mismo tiempo, y que él tiene la libertad de mirar la que él quiera.

¿Te sientes satisfecha con el resultado final de la obra?

Sí, porque se cumplió el objetivo de que los actores sintieran que la obra es de ellos, y también el objetivo de que no haya un actor más sobresaliente que el otro, sino que estén todos compartiendo una misma línea.  Como el taller integrado es parte de un proceso pedagógico la idea es que todos tengan un momento y que todos se vean, y esa es labor del director.

En el proceso de creación de este montaje yo trabajé con los actores un training bien específico y eso también ha sido muy satisfactorio para ellos. He seguido el mismo training durante todo el proceso y ha avanzado de una manera impresionante, en el sentido de cómo sin ningún tipo de explicación mental, sino solamente con un trabajo corporal, ellos quedan en un estado especial para entrar a la escena completamente conectados, comprendiendo su voz y su cuerpo no desde la mente sino desde el hacer.

Esto está muy relacionado con el hecho de que durante mi viaje tuve la oportunidad y el privilegio de ir al Workcenter de Jerzy Grotowski en Italia. Estuve trabajando tres meses con ellos y eso me entregó mucho, me cambió la percepción de muchas cosas, de la vida y del teatro, y sobre todo del entrenamiento actoral. Entonces con lo que aprendí allá más el trabajo que he desarrollado aquí con la intención de poder transmitir todo eso de una manera personal, no copiando algo que me enseñaron, desarrollé finalmente el training que utilizamos con los actores.

¿Por qué elegiste este texto en específico? Porque tengo entendido que Priestley escribió muchos textos en los que trabaja con la temática del tiempo...

Sí, el escribió un libro que se llama "Tres piezas sobre el tiempo", en el cual el trabaja con diferentes propuestas sobre la temporalidad. "El tiempo y los Conway" es un texto que yo conocí en primer año aquí en la escuela, que me recomendó el maestro Fernando González y que siempre lo tuve en mi cabeza. Cuando me fui de viaje y surgieron todos los recuerdos, donde uno piensa cómo olvida y también cómo recuerda las cosas, empecé a reflexionar mucho acerca de la memoria y el tiempo. Cuando llegué al último paso de mi viaje, que fue Buenos Aires, el primer libro que vi al entrar a una librería fue "Tres piezas sobre el tiempo". Ahí volví a leer "El tiempo y los Conway" y me emocioné mucho, y justo después apareció el llamado al taller integrado. Este es un texto que me atrae mucho, al punto que tengo ganas como directora de montarlo en un futuro de forma profesional, porque creo que toca una temática universal.

Creo que uno de mis mayores objetivos actoralmente hablando es encontrar el presente continuo en el espectáculo, el no olvidar que está sucediendo aquí y ahora, que no es una proyección ni una representación de algo que ya sucedió. Si bien es algo que hemos ensayado miles de veces, está aquí y sucede ahora, entonces de alguna manera el mensaje de la obra, al decir que el futuro es el presente, también tenía que ver con mi objetivo de transmitir a los actores la conciencia del aquí y ahora, y esa fue mi propuesta a la escuela, mi modo de justificación del texto: que el contenido de la obra se asemeja a lo que yo quiero que ellos logren como actores.

Últimas noticias