Fotografía:

Paz Errázuriz: "La fotografía es un trabajo muy solitario"

Paz Errázuriz: "La fotografía es un trabajo muy solitario"

"Había estado en Iquique por el trabajo sobre las salitreras y me interesé en el cuento de Santa María porque estuve trabajando con ex obreros de allí. Fui a ver la Escuela y todo lo que estuviera relacionado con ello. Estaba totalmente sumida en eso cuando llego a Santiago y me encuentro con un correo de la Nury preguntándome si me gustaría trabajar en el proyecto. Yo no lo podía creer", recuerda Paz Errázuriz sobre cómo se integró al equipo del proyecto Medidas Preventivas.

Tras su paso por Iquique, la artista chilena trajo consigo una serie de fotografías, parte de las cuales se publicarán en el libro que el proyecto Medidas Preventivas lanzará el próximo año. Entre las imágenes capturadas por Paz Errázuriz, está la de la tumba del único cadáver identificado tras la matanza de la Escuela de Santa María de Iquique -ocurrida el 21 de diciembre de 1907- y que inauguró el ciclo de exposiciones en la librería Metales Pesados.

"Es la única tumba identificada que hay de los miles de muertos en la Matanza de Iquique. Todos los demás están en una fosa común. En ese tiempo, existía la misma censura y las familias no se atrevían a enterrar a sus muertos porque algo les podía pasar. Cuando descubrí esta tumba, que tampoco es tan conocida -las personas con las que trabajé me preguntaban cómo había llegado hasta ahí- fue muy impresionante. Esa cuestión me dejó liquidada", explica la artista.

¿Cómo fue que llegó a dedicarse a la fotografía?

Creo que siempre hubo un interés por esta cosa tan mágica que es la cámara fotográfica. Esa parte misteriosa, de una imagen atrapada en una película y que es imposible verla a menos que hagas todo el proceso químico, es muy fascinante para un niño. Pero de ahí a dedicarme a la fotografía pasó mucho tiempo. Fue una decisión personal, de mujer grande. Tenía cerca de 35 años.

¿Hubo algo que gatillara esa decisión?

Soy Licenciada en Educación y fue un poco antes del golpe militar cuando a mí me echaron del colegio donde enseñaba. Quedé cesante y me dediqué a la fotografía. Fue la oportunidad de deshacerme de lo que me di cuenta que me cargaba. De ahí vino el golpe, un momento muy difícil para los que nos quedamos acá y muy delicado, en que teníamos que tener mucho cuidado. Yo viví intensamente adentro de esta casa y ahí empezó, exactamente, todo el cuento de la fotografía, pese a que no sabía mucho del tema. Unos amigos me enseñaron y me hice un cuarto oscuro en este mismo lugar porque, prácticamente, no se podía salir.

¿Qué fotografió en sus inicios?

Lo primero que hice fue un cuento para niños. Era el diario de vida de una gallina que teníamos aquí en la casa, la mascota de mis hijos. Es un libro para niños con texto y fotos mías.

¿Cómo fue variando la temática hasta el punto de que fotos suyas ilustraran revistas de esa época?

Es que ahí viene otro cuento porque estábamos en plena dictadura. Yo soy fundadora de la AFI (Asociación de Fotógrafos Independientes) y nuestra fuerza y unión era en la calle, y eso significaba fotoperiodismo. Desde luego que mis fotografías eran menos audaces que las de otros, pero yo tengo todo un trabajo en la calle, con guanacos, con las tomas. Una cosa muy participativa y muy activa. Una militancia media clandestina a través de la fotografía que nos permitió, a muchos de los fotógrafos que todavía ejercemos la profesión, estar juntos en ese tiempo en que había que cuidarse. Pero ya en esa época, yo tenía toda una cosa paralela: otros intereses en la calle que eran menos contingentes.

¿Lo que le sigue interesando hasta ahora?

Exacto. Todo mi tema personal.

El interés de retratar a las "minorías", ¿cómo surge?

Una minoría que es mayoría. Tiene que ver con el cuestionamiento de la visibilidad y para eso yo hice varias cosas. El primer trabajo se llamó Los Dormidos y era pura gente durmiendo en las calles, en la plaza, en La Vega, en las veredas. Después intenté hacer uno en el Hospital Psiquiátrico, pero me echaron, me cerraron la puerta. Eso fue como en el 80. Luego, mostré otro trabajo, El Circo, que era más posible de hacer. De ahí, todo lo que se conoce.

Cuando comenzó con Los Dormidos, por ejemplo, ¿pensó en la idea de exponerlo?

No. Nunca pensé en exponer -por lo menos antes de todo el trabajo de la AFI-, no se me hubiera ocurrido siquiera pensarlo. Eso es tan raro. Yo soy muy amiga de Roser Bru, una pintora muy querida, y fue ella quien me empujó a exponer. Esa exposición fueron unos picoteos de mi trabajo, pero siempre con gente como la de Los Dormidos, o unos atisbos de los asilos.

¿Qué sintió cuando vio por primera vez sus fotos en una galería?

Terror. Siempre estaba el susto porque por mucho que las fotos fueran tan inocentes, siempre había una censura tremenda. Cuando a mí me dijeron, qué va a exponer -esto era en el Instituto Chileno Norteamericano-, dije fotos de la calle, de la gente, de la vida, pero cuando las llevé no les gustaron. Me dijeron que debía haberles dicho que iba a mostrar eso y yo pensé, bueno, hasta aquí llegué. Finalmente no pasó nada, pero fue como un reto. Otro reto.

¿Qué había en esas fotos que a ellos les molestó?

Yo creo que era porque no se mostraban esas fotos, a nadie le interesaba ver dormidos en la calle, ni señores en el Paseo Ahumada. Creo que era una falta de interés, un desconcierto de por qué esa foto. No era el Chile lindo, ni a color, ni nada de lo bonito.

Después de esa primera exposición, con el susto y el reto, ¿usted pensó en seguir exhibiendo?

Esto de querer mostrar no es lo primero en mí, nunca ha sido. Es una necesidad porque ya hace bastante tiempo que estoy en esto y tú tienes que participar. Por ejemplo, con la AFI tenemos que sacar nuestro trabajo afuera, y en esa época fue una manera de dar a conocer lo que pasaba aquí adentro. Además, tú expones por la necesidad de cerrar un capítulo, para poder cambiar el folio porque puedes seguir infinitamente en un tema. Por lo demás, yo nunca he sido una fotógrafa comercial, no tengo ningún estímulo económico en ese aspecto y nunca lo he tenido. No es que yo expongo y vendo mis fotos, por lo menos no en Chile.

¿Usted no vende en Chile porque no quiere o porque la gente no compra?

Es que no hay una cultura fotográfica acá. Piensa tú que recién hay una galería dedicada a la fotografía. La fotografía aquí es como una ilustración, un adorno, una decoración. Es poca la gente que aprecia la fotografía como arte. Por ejemplo, a mí me llamó la atención que un periodista tratara de clasificar mi trabajo. Hay una necesidad tremenda de clasificar la fotografía cuando es artística y cuando no. ¿Qué es una fotografía artística? Se manejan conceptos tan estrafalarios que yo no me quiero meter en eso, no quiero gastar mi tiempo en eso. Yo tengo muchas cosas que hacer todavía, tengo muchos proyectos y lo único que me importa es llegar a realizarlos. Creo que mi punto de vista es una propuesta que ha ayudado a mirar un poco mejor, a aprender a mirar. Yo creo que va por ahí. Mi enfoque en la fotografía ha enseñado un poco a mirar.

Y ahora que usted es una fotógrafa reconocida, ¿ha notado cuánto tiempo dura el impacto que causan sus imágenes?

Yo creo que un cuarto se segundo y es un tema que, curiosamente, no me preocupa. No me importa porque yo no espero una respuesta. Es tanta la no respuesta, que he aprendido a funcionar muy bien sin ella y creo que, a lo mejor, he sido muy beneficiada por ello. Esa es mi independencia y creo que es lo que más me define porque la logré adquirir sola.

¿Cuesta?

Claro que cuesta porque es muy solitario. Tienes que tener complicidades y las mías van de la mano con poetas o escritores, pero de otras áreas. Encuentro muy atractivo este diálogo con otras disciplinas porque es algo que me gusta mucho. De hecho, dos de mis trabajos que me importan mucho fueron hechos así: El Infarto del Alma que lo hice con Diamela Eltit, y La Manzana de Adán, con Claudia Donoso.

"Debiera haberme ido para la casa hace mucho rato"

Paz Errázuriz realiza fotografías en blanco y negro y, principalmente, retratos. Hospitales, suburbios, manicomios, o prostíbulos, entre otros lugares, son los escenarios por los que deambula la "minoría que es mayoría", como ella misma señala, y que son los protagonistas de sus fotografías.

¿Le cuesta entrar al mundo de las personas a las que fotografía?

A mí me cuesta todo y, sobre todo, enfrentarme con ese otro, con el que tienes que interactuar, ya sea un alumno, la familia, o un fotografiado.

¿Y cómo logra que la gente se relaje frente a una cámara?

No sé. Es súper raro lo que pasa porque la cámara también es como una coraza y un arma feroz. O sea, se usa el término disparar. Uno dispara. Y a mí claramente me carga que me saquen fotos. Encuentro que los que se dejan fotografiar son lo más buena gente que hay y yo estoy muy agradecida de ellos. Quizás, también tiene que ver con la gente que tú eliges porque hay personas que son más buenas que otras. Eso es pura intuición y tiene que ver también con sensibilidad. Son tan frágiles las ondas que se producen, son muy finas y, a la vez, maravillosas.

¿Usted vuelve a ver a esas personas?

Es muy dramático cuando termino un proyecto. Incluso hay cosas que no las he terminado nunca. Por ejemplo, mi trabajo con los kawaskar lo terminé fotográficamente hace tiempo, pero además hice un video, y con una amiga australiana con la que estuvimos filmando allá, codirijo una película que está en veremos porque es una experiencia nueva para mí. Todo esto para demostrarte hasta qué punto vuelvo y vuelvo a un mismo tema porque efectivamente se crean lazos.

¿Cómo se enfrenta la parte emocional al trabajar con estas temáticas?

Es fuerte. Por ejemplo, el psiquiátrico es tremendamente fuerte. Para ese trabajo, desde un comienzo me ofrecieron alojar en el hospital para que me fuera más fácil y yo no pude resistir. Arrendé una pieza en el pueblo y solamente pude alojar en el hospital cuando ya estaba terminando ese trabajo porque me perturbaban tremendamente los ruidos, los gritos, todo este mundo con el que uno no está compenetrado desde el punto de vista médico. Me protejo teniendo cuidado conmigo misma, no forzando nada, sino dejándome llevar. De hecho, fue muy maravillosa esa experiencia. Uno aprende cuando ya lo racionaliza bien y puede entender más el aspecto clínico. Así se te va facilitando la compresión y luego ya puedes manejarte en ese mundo.

¿Qué le parece que digan que usted fotografía sólo lo chileno?

Sólo tomo fotografías en Chile. Además, justo ahora estoy presentando una exposición que se llama Lo Chileno. Presento una proyección de fotos porque es más fácil, sobre todo si los lugares no son grandes y no hay auspicio. Como te digo, por toda esta cosa de que a la gente no le gusta mucho tus fotos, no te dan auspicios. Hace como cinco años, uno de mis trabajos viajó por Asia Oriente porque así lo estimó la DIRAC, y cuando llegó a Bangkok, el embajador chileno se negó a exhibir esas fotos porque, según él, no éramos nosotros. Ese tipo de cosas pasan.

¿Un doble discurso?

No tienes idea lo que me costó conseguir algo de auspicio. Ya con eso se me acaba la energía y la verdad es que no estoy para pasar tanta indignidad. Siempre es eso: esto no nos representa, esto no somos, por qué esto, por qué no tomas fotos más bonitas. No sé. Simplemente no miran, no saben lo que es bonito.

Es que, ¿quién puede definir lo bello?

Absolutamente. Es imposible definirlo. Pero tienen la pedantería de decirte que no es bonito. Uno sale tan achunchada con todas estas cosas que uno dice nunca más. Esta fórmula de ahora, de mostrar una proyección, también me alivia porque hay que conseguir menos auspicio.

Usted es una fotógrafa muy reconocida, ¿cómo se explica entonces que le cueste tanto conseguir auspicios?

Yo me he ganado becas, pero todos sabemos lo que es, por ejemplo, el FONDART. Siempre la es plata justa y uno siempre está en deuda, ya sea por tiempo o por cualquier otra cosa. Yo creo que mis ganas de seguir haciendo cosas me tienen aquí porque, de verdad, debiera haberme ido para la casa hace mucho rato. No te puedes imaginar cómo es esto. Este año tuve buenas críticas con lo de Bienal del Desierto y recién salido eso, pido auspicio y no hay caso. El año pasado para Memento Mori, que fue con lo que participé en una exposición de barroco, una empresa me dijo que no porque yo estaba trabajando con la muerte y ellos estaban por la vida. Si no es eso, es lo otro. Es que no te quepa duda que siempre hay un motivo para el no.

Paz Errázuriz presenta actualmente, y hasta el 1 de diciembre, la exposición Los Chilenos I, en la Galería ALFA (Bucarest 196, Providencia), muestra que contempla la proyección de fotografías y tres videos cortos realizados por la artista, quien para concluir señala: "para mí la fotografía es un medio ideal de expresión, una forma de mirar. Pero el resultado concreto no es la imagen latente, ni es la palabra, es algo visual. Una traducción muy personal".

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