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Diana Sanz: "Mi personaje es uno de los muchos que toda actriz desea"

Diana Sanz: "Mi personaje es uno de los muchos que toda actriz desea"

Diana Sanz llega a la Sala Antonio Varas una hora y media antes de la función. Luce un pantalón de gimnasia rosado, zapatillas y su rostro está limpio, sin una gota de maquillaje, por lo que pide guardar la cámara fotográfica para luego ser fotografiada "del personaje y no de la vida real", como aclara.

Un tanto seria, pregunta dónde se hará la entrevista, ya que le preocupa que la vea su compañera de escenario, la actriz Blanca Mallol, "ya que es ella a quien siempre entrevistan y no quiero que se enoje", explica Sanz con un tono conciliador y tierno.  

Aficionada a los viajes, la actriz afirma que en septiembre pasado estuvo veinte y un días en Buenos Aires en el marco de la sexta versión del Festival Internacional de dicha ciudad, y que acompañada de un matrimonio amigo "teatrero", con los que arrendó un departamento en la capital trasandina, vio veinte obras de teatro.

Esta actriz, recordada por su memorable rol de Julieta en la versión de la obra de Shakespeare-Neruda que en 1964 hiciera para el entonces Instituto del Teatro de la Universidad de Chile, el director Eugenio Guzmán, ha interpretado personajes escritos por Mrozek, Moliere, Gorostiza, Rein y Curi y Genet, entre otros.

Fue en 1965 cuando bajo la dirección del folclorista, compositor, actor y director teatral, Víctor Jara, se estrenó, en la Sala Antonio Varas, "La Remolienda". Sentada en un sofá ubicado en el foller del mismo teatro, Diana Sanz mira preocupada y de reojo, como si estuviera haciendo algo malo, la escalera que conduce a la oficina de Raúl Osorio, y por la que hacía pocos minutos había subido Blanca Mallol.

A ratos la entrevista y los deseos de Sanz de que Mallol no la viera, eran interrumpidos por parte del elenco que, visiblemente exhausto por la larga gira que los llevó de norte a sur de Chile, llegaba al teatro para dar vida a una nueva función de "La Remolienda", iniciando así la segunda temporada de este clásico.

Nuevamente la entrevista era interrumpida, ahora era una funcionaria del Teatro Nacional Chileno que, al ver a Sanz, gritaba: "la mejor actriz de Chile", y a la que la actriz respondía con una sonrisa y un tanto incómoda, dejando entrever lo sencillez y la ternura que la caracteriza.

Fue el 2000 cuando Diana Sanz jubiló y dejó de hacer clases al interior de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Si bien, la actriz pensaba seguir con una de sus pasiones: los viajes, y conocer por fin Canadá y Centroamérica,  "una suerte", como explica sin querer reparar en detalles, la llevó nuevamente a las tablas, al ser llamada a inicios de este año por Raúl Osorio, Director del Teatro Nacional Chileno, para protagonizar, junto a Mallol, esta obra de Alejando Sieveking.

¿Cómo fue tu trabajo con el personaje que interpretas?

Yo creo que este es uno de los muchos personajes que toda actriz desea hacer y me cayó como del cielo, porque nunca me imaginé que me iban a llamar, ya que ni siquiera me había enterado de que estaban haciendo la obra y porque falló la otra actriz que iba a hacer este personaje, me llamaron a mi.

¿Quién era la otra actriz?

 (Risas) Tú tendrías que averiguar. Pero realmente fue una suerte.

En esta obra hay un cruce generacional muy importante, ¿cómo ha sido trabajar con actores y actrices recién egresados?

Ha sido estupendo. Todo el tiempo he sentido un cariño, un respeto y un acercamiento muy grande por parte del elenco. En la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile se da una línea de enseñanza que, de cierta manera, nos hacer sostener un lenguaje teatral común y que tiene que ver en la forma de enfrentar los trabajos.

¿Cómo te sientes al participar de este montaje?

Fantástico. Muy contenta con la gira que hicimos a todo Chile y con el éxito que tuvo la obra en provincia, ya que fue una cosa impresionante por cómo la recibieron. Hasta hicimos una función en la cárcel de alta seguridad de Alto Hospicio, en el norte, y fue una algo muy especial, muy único.

¿Qué fue lo que más te impactó de esta gira?

Es difícil responder a eso por lo distinto que es Chile en su idiosincrasia, tanto en el norte, en el centro y en el sur. La impresión del recibimiento de la obra por parte del público fue buena en todas partes, un poco distinta, ya que iba variando en cada zona. La recepción del público es tan especial porque la obra es muy especial, ya que es una obra que nos identifica mucho como chilenos, que refleja una identidad sin utilizar garabatos para hacer reír al público, ya que tiene magia, poesía y comedia. Yo creo que los méritos más grandes de esta obra están en el autor y en el director, porque la obra tiene lo que tú le pidas, es muy difícil y por eso han hablado tanto de que los clásicos del teatro chileno son La Remolienda, La Pérgola de las Flores y La Negra Ester y es cierto.

¿Cuánto de ti tiene tu personaje?

Toda mi vida me han apasionado los personajes populares, ya he hecho como tres o cuatro con los que me ha ido fantástico, pero tengo que reconocer que este es absolutamente distinto a mí. Yo quiero mucho a estos personajes porque son muy auténticos, son aferrados a la tierra y que distan mucho de los personajes sofisticados. Como actriz tengo que observar en el campo mismo, donde viven estos personajes y cuando viajo, cuando estoy en provincia, estoy atenta a cómo hablan y viven estos personajes populares.

¿Cómo has sentido la dirección de Raúl Osorio?

Bueno, como dirige siempre, con un oído, con un sentido de la perfección por el ritmo, por la capacidad energética. La energía corporal, emocional y actoral, es algo que Raúl trabaja muy a fondo. 

¿Qué personaje no has interpretado y te gustaría interpretar?

(Risas) Ya me lo han preguntado otras veces. Es que hay tantos, pero tienen que ser personajes acordes con la edad que una va adquiriendo. Siempre hablo con Blanca Mallol, mi compañera, que algún día nos toca hacer la "María Stuardo" de Friedrich von Schiller, porque los dos personajes protagonistas eran mayores. De repente a una se le olvidan las obras, y te las nombran o te llaman, como me llamaron ahora y cuándo yo pensaba que me iba a tocar hacer un personaje que había hecho tan magistralmente Bélgica Castro, una colega que yo quiero mucho y que es amiga mía y con el miedo que da ese personaje, pero yo creo que lo hice distinto.

¿En qué etapa de tu vida estabas cuando te llamó Raúl Osorio?

Como ya jubilé como profesora de la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile, pensé que me iba a dedicar más a gozar más mi ocio: viajar, que me gusta mucho; a salir; a hacer cosas que antes no podía hacer, porque como actriz estaba amarrada al horario y a tomar solamente proyectos que me interesan. El año pasado, por ejemplo, estuve todo el año sin actuar en proyectos grandes, sólo me ofrecieron "pitutos", como les decimos a cosas cortas y este año me llamaron para "La Remolienda", y ha sido muy emocionante, no tengo palabras para describirlo.

¿Cómo sientes el teatro actual?

El Teatro Nacional Chileno fue siempre mi teatro. La mayoría de las obras las he hecho en este teatro, son más de treinta. Siento que es estupendo lo que hacen los jóvenes, porque hemos llegado a una época en que ya no se puede depender de teatros oficiales o establecidos porque cada vez quedan menos. Yo diría que este es el último que va quedando, porque hasta el Teatro de la Universidad Católica trabaja en base a proyectos. Ya no hay teatros institucionales, entonces, como existen concursos para financiamiento, los jóvenes tienen que postular y a acostumbrarse a autogestionar sus proyectos.

¿Tenemos Diana Sanz para rato?

(Risas) Siento que tengo una energía inagotable, pero una nunca sabe. Estoy dichosa porque nunca pensé haber llegado a estas alturas de mi vida con este personaje y con esta recepción, pero tampoco creo que me voy a morir si después de este montaje pasa un tiempo y no hago teatro, porque voy a empezar a planear un viajecito.

Luego de recorrer el norte y el sur del país en la Caminata Teatral por Chile, la obra de Alejandro Sieveking, que dirige Raúl Osorio, estará en cartelera hasta el 1 de diciembre en una segunda temporada en la Sala Antonio Varas (Morandé 25).

Las funciones son de jueves a sábado a las 20:00 hrs. y el valor de las entradas es de $ 5.000 general y $ 3.000 estudiantes, convenios y tercera edad. Para reservas, llamar al 696 1200 o 698 1681 (desde las 15.00 horas)

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