Candidato a la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque:

José Balmes: "En el anclaje está la originalidad"

José Balmes: "En el anclaje está la originalidad"

José Balmes tiene 80 años y una memoria que ya quisieran muchos. Este hombre que llegó a Chile en el Winnipeg cuando tenía sólo 12 años, ha estado toda su vida ligado al arte y a la Universidad de Chile, donde fue estudiante, académico y decano en la Facultad de Artes. "Yo empecé como alumno libre teniendo 12 años, y salí como decano el año 73", resume.

En su ciudad natal, en la provincia de Barcelona, José comenzó a pintar siendo un niño. "Prefería salir a pintar que jugar fútbol", recuerda, agregando que "ahí está el carácter de lúdico que siempre tiene la creación. Siempre hay algo de juego". "A los 9 o 10 años, me compraron por primera vez una caja de pinturas al óleo. Eran pinturas muy buenas. En esa época en España las pinturas eran malas y estás eran importadas de Francia", señala José Balmes, quien aún guarda la caja de las primeras pinturas de óleo que le regaló su padre.

Son muchos los detalles que recuerda y conserva, como el número metálico de la residencial en la que vivió cuando llegó a Santiago -San Isidro 210-, que compró cuando demolieron esa propiedad y que hoy es parte de una de sus obras. Histriónico, es capaz de imitar las voces de personajes que se han cruzado en su vida -Juvenal Hernández, Salvador Allende, Ricardo Lagos, Moreno Galván, entre otros-, reírse a carcajadas cuando la situación lo amerita y emocionarse con las mil anécdotas que ha vivido en estos 80 años.

Fue precisamente en la residencial de San Isidro donde conoció a una joven que estudiaba en la Universidad de Chile, quien, una vez que vio sus pinturas, lo llevó hasta la Escuela de Bellas Artes. "Lo recuerdo muy bien. Partí a la Escuela de Bellas Artes por la calle Miraflores y atravesamos hasta llegar al Parque Forestal. Mostró algunas cosas mías a sus amigos y llamó a algunos profesores -estaba Gregorio de la Fuente y otros profesores de la época- y me dijeron, vamos donde el Director". Finalmente, a los 12 años, fue aceptado como alumno libre mientras estudiaba las humanidades paralelamente en el Liceo Barros Borgoño.

De ahí en adelante, la historia es más o menos conocida. Unos años después, pasó a ser alumno regular en la Escuela de Bellas Artes y en su época de estudiante fundó el Grupo de Estudiantes Plásticos, GEP. De ayudante, pasó a académico hasta llegar a ser decano de la Facultad de Artes hasta 1973, año en que se exilio en Francia.

-Profesor, desde que llegó a Chile estuvo vinculado con la Universidad de Chile...

-Toda la vida estuve ahí. No son muchos los que han estado tantos años en esa Facultad. Después vino el año 73 y tuve que partir exiliado siendo chileno porque me había nacionalizado el año 46. Cuando volví a Chile -en la época de Pinochet-, yo no podía estar en la Universidad a pesar de que algunos compañeros míos siguieron en la Chile. Esa es la verdad. Y la paradoja es que la Universidad Católica me contrató porque tenía más autonomía en ese sentido. Cuando volví a Chile mucha gente se incorporó en esta Facultad y después vino la democracia y jamás me propuso alguien, alguna vez, que yo fuera profesor de mi Universidad. Nunca nadie, absolutamente nadie. Un día, siendo profesor emérito de la Universidad de París y de la Católica, ahí me nombraron profesor emérito en la Universidad de Chile, lo que significaba que ya no podía ser profesor ordinario. Fui el único profesor, prácticamente, del antiguo régimen, que nunca fue reincorporado a la Universidad de Chile como profesor.

-¿A qué cree que se deba eso?

-Político. Cualquier excusa no me sirve para nada. Es político. Alguien tiene que pagar el pato y está bien.

-Y entre estudiante, profesor y decano, ¿con qué se queda?

-Estudiante, por la sencilla razón que eso nos permitía una libertad enorme. Nosotros adheríamos a las campañas políticas, desde la campaña de Allende en los años 52 para adelante. Yo conocí a Allende sentado en el Parque Forestal, me lo presentó Camilo Mori, gran artista nacional, muy amigo de él. Por lo tanto, los recuerdos que uno tiene son muy fuertes, tienen una vinculación con el quehacer cultural y político del país. Fue otro mundo, un mundo más participativo, menos tecnocratizado. Un mundo donde los elementos mecánicos o de la modernidad, desde el punto de vista científico o de comunicación, no eran de la misma calidad, pero había un espíritu que era distinto. Mucho más evidente la presencia de una convicción, de un deseo de hacer de la Universidad un centro en que la gente joven, la gente del pueblo, estuviera siempre presente, que fuera su Universidad.

-¿Cómo recibe ahora la noticia de que va a ser postulado a la Medalla Rector Juvenal Hernández?

-(Se toma la cabeza y sonríe) Mira, yo tengo recuerdos extraordinarios de Juvenal Hernández. Recuerdo muy bien una vez que hicimos un baile surrealista muy bueno aquí en el Parque Forestal, en lo que hoy día es el MAC, que era la Escuela de Bellas Artes. Se concentraban cerca de 500 alumnos ahí, entonces el parque era una verdadera fiesta. Hicimos un cartel con Enrique Lihn, con la cabeza de una Venus, con el cuerpo de otra cosa y ese cartel lo llevamos y lo instalamos frente a la Casa Central. Entonces, el Director de la Escuela nos dijo que el Rector Juvenal Hernández quería hablar con nosotros por el cartel, y fuimos a hablar con él. La cosa con Hernández fue extraordinaria. Mire, me dijo, fíjese que a mí me gusta harto el cartel pero sabe, aquí, delante de la Universidad, no sé. Mejor éntrelo dos metros para que quede adentro de la Universidad. ¡No quería que estuviera en la calle. Ese era todo el reparo! Juvenal fue un hombre muy activo con respecto a nuestra Facultad, un hombre al que todo el mundo quería mucho y fue un hombre de una gran sensibilidad. Así que yo siempre he tenido por él una gran estima porque conocí a ese personaje.

Su vida como artista

"La propuesta artística de Balmes ha estado siempre muy ligada a un plano social, a un compromiso del artista con el hombre y con el papel del arte en la conciencia colectiva, entendiendo la pintura como memoria". De esta forma, se define su obra en sitio web del Museo de Arte Contemporáneo. Sobre ello, el propio Balmes señala: "Tiene que ver con la problemática del ser social, con lo que pasa, con la historia, todo con elementos muy diversos".

Junto a su esposa, Gracia Barrios, y a los artistas Alberto Pérez y Eduardo Bonatti, fundaron en 1959 el Grupo Signo, de gran importancia para el desarrollo de las artes visuales en Chile. Todos sus integrantes adhirieron a la corriente informalista, incorporando en sus trabajos elementos objetuales y referencias de medios de comunicación, entre otros.

-¿Qué significa para usted el Grupo Signo?

Es algo que fue importante para algunos. Formado por Alberto Pérez, Gracia Barrios, Eduardo Bonatti, él que habla, todos profesores de la Facultad de Bellas Artes. Recuerdo muy bien que hubo un Salón de Arte Contemporáneo chileno en el MAC de Quinta Normal y cuando salimos de la exposición -años 50-, nos miramos y dijimos, bueno, está todo bien hecho, todos pintan bien, pero esto no tiene que ver con lo que pasa y lo que no pasa. Ahí está la idea. Había que sumergirse en otro mundo, con multiplicidad de elementos, punto de vista, utilización de distintos materiales. Viene toda una investigación que tiene que ver con la presentación y la representación, con definir que muchas veces lo que representa es muchas veces una cáscara. A partir de ahí, yo diría que se ha creado una forma de trabajo que ha ido evolucionando con los años. Ustedes me dirán, ¿usted tiene que ver hoy con el grupo signo? Yo diría sí y no. Uno va evolucionando en función de los hechos sociales y políticos, y también de la propia creación artística a nivel internacional. Te lo diré en dos palabras, ¿cuál es la diferencia entre movimientos internacionales que trabajan un tipo de elementos que podrían ser parecidos? Fundamentalmente uno. Es como el problema político. Tú puedes tener una concepción de la vida, de la realidad, pero finalmente tienes que anclarlo. Y en el anclaje está la originalidad. Tú puedes tener ciertas teorías que puedes compartir con un español, un francés, pero si te anclaras en un país, en los problemas, ese anclaje va a ser distinto.

-Muy ligado al plano social, ¿qué hechos sociales han marcado su obra?

-Hartos. Imagínate que tengo una obra anterior al Grupo Signo, que es el Homenaje a Lumumba. A Lumumba, lo toman en áfrica porque está desafiando toda una actividad liberadora contra el Imperio que está en áfrica. Finalmente lo matan. Yo te diría que uno ha trabajado, sobre todo, eso. Tendría que numerar una por una las obras. Además, con las obras pasan cosas muy raras. Después, viene toda una serie de hechos que tiene que ver con Santo Domingo. Presté una obra a una compañía de teatro y nunca más la vi. Era el más grande que hice sobre Santo Domingo. A lo mejor, ahora está en una casa o lo botaron, qué se yo. Van despareciendo, igual que una versión del Che que yo le regalé al embajador de Cuba. Cuando vino el Golpe, ellos dejaron la embajada y los mandaron a Japón parece, y el avión se cayó y se murió. Entonces, en la casa de ellos quedó otra versión del Che y me han dicho que esa versión ahora está en otra parte. Después, Ricardo Lagos volvió y un día nos invita a comer con Gracia para reencontraremos con un amigo. Yo fui y no veía ningún amigo y me dice que pasemos a la otra sala porque ahí están. El amigo era otra versión del Che. De dónde salió esa versión, no sé.

-¿Qué se siente cuando uno se reencuentra con obras que había dado por perdidas?

Hay algo. No sé. Después hay otro joven que me dijo que tenía un Che mío, y yo, ¿otro Che? Me dijo que estaba como todo chorreado y me lo mostró y yo me acordé de Picasso, cuando le hablaban de que el Guernica tenía algunos problemas y entonces él dijo bueno, son heridas de guerra. Entonces cuando el me comentó que estaba chorreado yo le dije son heridas de guerra y lo expuse en una muestra retrospectiva el año 95 en el Museo de Arte Contemporáneo y tuve que devolverlo después.

-¿Qué pasa con los derechos de las obras?

-Ninguno, que le va a hacer. Hay ciertas obras que siguen un rumbo en el que van adquiriendo otra connotación, pero en estas cosas, en estas obras que tienen vinculación con otros problemas, más allá del puro arte, allí vienen otros factores de otro tipo y siguen el peregrinaje y la situación del propio autor o de la propia imagen que forma parte de la obra.

-Es decir, ¿cuándo pinta una obra, esa obra deja de pertenecerle?

-No, a mí no me importa eso. Yo nunca hago obras para que me pertenezcan. Si tuviera que hablarte de la cantidad de obras que he regalado, mucho más de las que uno ha vendido.

-¿Es posible definir su trabajo?

-Es difícil. Los medios que utilizo son muy diversos porque las cosas que uno aborda tienen mucha relación con los medios con que uno va a trabajar. Hay toda una serie que tiene que ver con Beirut, otras que tienen que ver con Lota, otras con los asesinados desaparecidos. Cualquiera diría que tiene que ver con propaganda, pero no es así. Trabajó con todos los elementos que yo creo se necesitan para hacer que eso sea una creación con las formas que uno utiliza. La obra tiene que ver con diversos elementos de lo que estoy haciendo. Tiene que ver con la problemática del ser social, con lo que pasa, con la historia. Yo quiero que vean un clima, más allá del hecho anecdótico. En mis obras, prácticamente, yo no pongo ni un personaje. No hay personajes en mis pinturas. Hay hechos, hay signos -de ahí viene la palabra signo-, hay claves.

Entre tanto premio y reconocimiento, ¿qué significa la postulación a la medalla en estos momentos?

-No sé. Yo voy donde pienso que debo ir, que es necesario, que modestamente puedo aportar algo. Si dentro de eso hay un reconocimiento, bueno, perfecto, muchas gracias, estupendo. Pero no lo hago para que haya un reconocimiento. Esa es la idea. Si me dijeran que no tengo ningún premio nacional de arte, bueno, pero eso no me quitaría cosas.

José Balmes está siendo postulado por el Departamento de Artes Visuales para obtener la Medalla Rector Juvenal Hernández Jaque, que entrega cada año, la Universidad de Chile. La distinción -que tiene dos menciones: Artes, Letras y Humanidades, y Ciencia y Tecnología- es otorgada a aquellos ex alumnos de que durante el ejercicio de su profesión hayan prestado servicios distinguidos tanto a esta Casa de Estudios como al país.

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