Hace algunos meses, en una presentación privada, el compositor Christian Pérez dijo que Pablo Guíñez es "uno de los mejores contrabajistas de Chile". El elogio de este compañero de generación no es exagerado: Guíñez, quien egresó en agosto de 2006 de Licenciatura en Artes mención Interpretación Musical, se ha perfilado en los últimos años como uno de los contrabajistas más talentosos y de mayor proyección en nuestro país.
"La Orquesta Filarmónica de Berlín tiene una forma muy particular de tocar la línea de bajos, que me interesa mucho. Cuando estuve allá vi cómo lo hacían y conocí a un profesor que toca en esa orquesta". El profesor es el finlandés Esko Laine, quien vio las capacidades del joven contrabajista y le recomendó postular a la Escuela Hanns Eisler para estudios de posgrado. El mismo Laine lo preparará ahora para esa audición, que tendrá lugar el 24 de enero en Berlín.
Un viaje más
Pablo Guíñez estuvo en Alemania el 2005, seleccionado para participar en el prestigioso festival internacional Schleswig- Holstein, que reúne a músicos de todo el mundo y que lo llevó de gira a Japón. "Fuimos al aniversario de los 50 años de la caída de la bomba atómica en Hiroshima y Nagasaki. Allí hicimos un recorrido a la zona cero (el lugar donde cayó la bomba) guiados por un sobreviviente. Por más duro que seas, era imposible no emocionarse", cuenta. Allí se armó otra orquesta con gente de distintos conjuntos que tocaron en el aniversario de dicha catástrofe. Él fue el único latinoamericano.
"Siempre me quise perfeccionar afuera", dice, y vio en la tradición alemana un buen destino. De ser aceptado, Guíñez pasaría los próximos dos años en Berlín, una ciudad que lo seduce, pero a la que por poco no puede llegar: compró su pasaje en Air Madrid, siendo estafado como tantos por la cerrada compañía aérea. "Estoy con abogados y tuve que conseguir plata para comprar otro pasaje", cuenta, resignado.
Guíñez ya tiene varias horas de vuelo en el cuerpo. Su primera gira fue en el 2002 junto al Presidente Lagos: pasó por Rusia, Polonia y Hungría, integrando un quinteto de cuerdas que viajó como parte de la delegación presidencial. Luego ha visitado varios otros países, pero recuerda con simpatía un viaje en que se embarcó con la Orquesta Nacional Juvenil (que integra desde 2001) a Miami, invitados a un Festival de Primavera. "Llegamos a un hotel muy lujoso, carreteamos mucho y finalmente el festival se suspendió por tormenta. Terminamos tocando en un Mall", recuerda riendo.
Otra graciosa anécdota la vivió en Chile cuando vino la Orquesta Filarmónica de Sao Paulo. Fue junto a amigos músicos a saludar a los contrabajistas y los brasileros manifestaron su interés en ir a algún bar típico: terminaron en el sórdido 777, en la Alameda. "Se quedaron los más aperrados, los demás se fueron luego".
Poseedor de un espíritu curioso y distendido ("me desespero estando en un solo lugar, haciendo una sola cosa") el contrabajista ha participado a su vez en otros proyectos musicales, no necesariamente doctos, como el grupo de música latinoamericana "Trompo" en el 2003 y en "Alevare", un quinteto de tango en que tocó el año pasado y que tendrá que dejar al partir a Europa. Siempre está dispuesto a sumarse a buenas propuestas y a tocar también las composiciones de sus compañeros de Facultad, con la condición de que tengan un mínimo de seriedad.
"Hay un muy buen nivel musical en Chile. A nivel de intérpretes de contrabajo, creo que formé parte de una generación muy inquieta, interesada, estudiosa y lo que es mejor generosa, sin envidias". Cree, sin embargo, que hay mucho que mejorar en las instituciones culturales y académicas a nivel administrativo, pues "se empeñan más en poner trabas que en facilitar los trámites, generando un estrés adicional innecesario".