"Cómo ser el futuro si no somos el presente"? (Cartel en reja Colegio Javiera Carrera)

"Cómo ser el futuro si no somos el presente" (Cartel en reja Colegio

Por sobre toda consideración que se quiera establecer existe un consenso sobre el impacto, pero principalmente también sobre los contenidos, que el movimiento de los estudiantes de enseñanza media ha puesto ante todos nosotros, los que habitamos su mismo tiempo. Para entender su trascendencia debemos naturalmente referirnos antes de nada a su contexto, el que ya parece señalado de forma in esquivable, cuando para significarlo, se han empleado frases como "se acabó la generación del no estoy ni ahí"? , aunque más bien podríamos aventurar que realmente ahora su sentido de es distinto y contrario.

El contraste de esta generación de 16 años, nacida en el período llamado de transición, con su anterioridad, y más aún su rebeldía, se entiende mejor si llegamos a aceptar la importancia del proyecto cultural implantado por la dictadura y sus alcances. Para muchos el carácter violentamente impositivo de esta no hace posible su asimilación al concepto de cultura, pero si comparamos nuestros hábitos actuales y sus respectivas escalas de valores con nuestra realidad anterior a ella, no podremos si no concluir que la mayoría de los cambios se establecieron justamente en ese triste período.

Pinochet fue enfático, desde sus primeras declaraciones, en la necesidad de un cambio generacional y en definir un espíritu nacional excluyente de toda extranjerización. Para esto sus pasos fueron precisos y aplicados con toda la brutalidad del caso, usando el terror como efectivo escenario de un fondo muy presente. La intervención de todo el aparato educacional fue el paso fundamental, manifiesto antes que nada por las exoneraciones de profesores y aparición de los profesores casette en escuelas y liceos, llamados así por las instrucciones precisas recibidas para sus palabras en aula. En las universidades, donde la exoneración alcanzó incluso a muchos estudiantes, se vigiló toda actividad llegándose incluso a instalarse disfrazadas unidades de inteligencia en su interior. En el caso de la Universidad de la Chile el proyecto evidenció desde sus inicios el afán del desmantelamiento institucional.

De consecuencias muy profundas también fue la liquidación de toda vida pública, la disolución de los partidos políticos y de toda reunión, el fin de la vida nocturna y , lo más grave, la masificación de la sospecha por la siempre posible presencia de informantes, que alcanzó en su posibilidad de serlo incluso a nuestros más próximos amigos o familiares. Sin vida pública una sociedad carece de la posibilidad de intercambio y los consensos básicos de toda posible construcción cultural, la omnipresente TV, controlada por el big brother, se convirtió en sustituto del cuerpo social, sus aparatos receptores aumentaron, gracias a un difundido sistema de crédito, en forma muy notoria, llamando internacionalmente la atención.

Hacia 1980 el régimen, sintiéndose ya muy seguro, busca su radicalización institucional y su milagro no tendrá ya embozo en mostrase, se trata de la disolución de estado, y nuevamente la educación tiene en esto un lugar de privilegio, las escuelas y liceos se llamarán ahora eufemísticamente colegios, calificativo que antes alcanzaba sólo al sector privado, siendo transferidos a las municipalidades, compartiendo con ellas su destino económico y con esto creándose la gran brecha cultural que conocemos tan bien. La enseñanza pública, que fuera un orgullo por su calidad y factor de movilidad social, será ahora lugar de resignación y frustración. La Universidad de Chile recibe un golpe más profundo aún, se restringe su quehacer creándose otras universidades a partir de ella, pero además se abre la creación de universidades privadas, destinadas, según una pretendida libertad de enseñanza, a competir con ella. Curiosamente varias de estas nuevas universidades fueron fundadas por grupos que integraron a ex personeros del régimen lo que acusaba el afán de perpetuar sus valores, esto también podría decirse de la participación en el sistema de otras de claro corte confesional, y todas ellas destinadas naturalmente a la nueva elite dirigente que se formaba ya por medio de la educación escolar privada.

Por otra parte todo el nuevo sistema fue pagado, obligándose incluso a las universidades estatales a financiar la parte principal de su presupuesto por medio del arancel, significando este para la Universidad de Chile un aporte por parte del Estado sólo correspondiente a un 30% de su gasto total. La libertad de enseñanza pregonada por el régimen se demostraba en su neo liberalismo más crudo, se es libre para optar según el presupuesto familiar o la capacidad de endeudamiento y sólo según un nivel de rendimiento que progresivamente se alejará del sector municipalizado. Ultimo paso de toda esta estrategia fue justamente la LOCE, hoy más seriamente más que nunca amenazada gracias al movimiento estudiantil.

Pero es preciso reconocer que los problemas de calidad de la educación pública no se deben sólo a los cambios culturales buscados por la dictadura, pues existen factores anteriores que indudablemente favorecieron y aún favorecen su proyecto, siendo el más relevante de ellos el relativo a la formación de los profesores. Durante la Reforma Universitaria se formuló la pregunta, fundada en indudables antecedentes, si una universidad que se pensaba crítica respecto del conocimiento resultaría accesible a los egresados de la educación media de su tiempo. El acento fundamental de la enseñanza que ya se apreciaba estaba dado en la transferencia en aula del conocimiento ya sancionado, el que si bien podría ser periódicamente actualizado, esto no solucionaba la actitud del profesor y el estudiante frente a él, la actitud crítica que demandaba la Universidad, exigía una postura de interrogación y sobre todo de desarrollo creativo, fundamentales al desarrollo de una autonomía de pensamiento . En la entonces Facultad de Bellas Artes surgió la pregunta sobre el por que de la formación diferenciada de licenciados en arte y profesores de artes plásticas, pues si bien resultaban del todo lógicos los cursos específicos no parecía esto respecto de las materias propias de la disciplina, entonces alcanzamos a pensar en la necesidad de una formación común en arte y luego de ella la formación específica de los futuros pedagogos. En los debates sobre estructura respecto del futuro estatuto, llamado de la Reforma o de 1971, tampoco resultaba nada clara la existencia de departamentos de una misma disciplina sólo diferenciados por ser unos para pedagogos y otros para para el desarrollo disciplinar necesario a la implementación de licenciaturas y carreras profesionales.

En los años 90, bajo la rectoría de Jaime Lavados, en la Facultad de Filosofía, se originó un exitoso programa de formación de pedagogos como posgraduados, el cual desgraciadamente se mantiene aún en un desarrollo incipiente. Luego bajo la rectoría de Luis Riveros se darían dos pasos significativos, la reincorporación de Colegio Manuel de Salas a la Universidad y la creación de un Instituto de Educación, a lo que habría que agregar sus intervenciones públicas sobre el estado de la educación, instalando con esto la necesaria voz de la institución ante una realidad problemática. Pero todo esto ha sido notoriamente insuficiente, como la crisis actual, por su reclamo, lo hace muy presente. Aún resultamos detrás del desafío histórico.

Paralelamente a la Reforma del 67 se desarrolló un masivo movimiento de estudiantes secundarios bajo la consigna "universidad para todos"?, que podría interpretarse como "estamos preparados, pero la U no tiene capacidad"?. Durante el actual movimiento se leyó en un cartel del Colegio Javiera Carrera "cómo ser el futuro si no somos el presente"?, el cual parece tener un sentido muy opuesto a la consigna anterior, revelando una gran coherencia con las demandas planteadas respecto a la calidad de la educación en relación a la PSU, la cual sólo tiene sentido como acceso liberado si existe una real capacidad de rendimiento aprobatorio y luego, si los conocimientos adquiridos me capacitan realmente para la exigencia universitaria, por lo tanto el acento principal está en esa incapacidad manifestada del "ser hoy"?. Por su parte la universidad no puede, bajo ningún motivo desentenderse del problema o conformarse con gestos por muy significativos que estos sean y su primera urgencia hoy día incide en la formación, perfeccionamiento y todo tipo de apoyo docente a los profesores. En el caso de la Universidad de Chile los pasos dados deben considerarse como desafíos de desarrollo, la integración del Manuel de Salas y las unidades dedicadas al tema deberían ser puntos de partida para una infraestructura dinámica en la cual profesores formados al interior de las disciplinas se constituyan en actores principales de las reformas requeridas. Pero aún más, en el como prepararse ella misma para un próximo paso que parece indudable. Con una buena educación media que habilita mejor al sector público de educación para su ingreso a la educación superior, parece indudable que la siguiente cuestión será sobre los costos de esta y la responsabilidad de Estado respecto sus universidades, para atender esta demanda que apunta a su tareas fundamental de resguardo de la equidad y garantía de la movilidad social. Un sistema privado de educación superior, si se atiene a indicadores de calidad aceptable, como también a una significativa amplitud de pensamiento no resultaría objetable, pero esto no alivia al Estado de sus responsabilidades, a las cuales debe agregarse la de la excelencia, no sólo como garantía si no también como paradigma de todo el sistema educacional. Pienso que no es imposible a estas alturas volver a pensar en una Universidad de Chile gratuita cuyo ingreso sólo sea limitado por calida, a la cual puedan acceder los que cumplan este requisito sin ningún tipo de discriminación, garantizándose así lo que el actual Estatuto establece. Declaración de principios que más que atender una realidad la fuerza en el deseo de otra, formulando así la necesidad de cambios que permitan esa universidad realmente pluralista que se identifique con todo el país y muy distinta al proyecto implementado por un oscuro, pero excesivamente largo, paréntesis.

Fue necesario esperar dieciséis años para mirar con optimismo un cambio cultural significado por su negativa a la resignación. Nuestro finalmente del título refiere así a todo lo que podemos esperar del futuro del país, una juventud que reclama por una mejor educación, que a su vez le permita acceder a los niveles superiores de ella, nos parece más conciente que muchos sobre el significado de esta en el desarrollo nacional. Finalmente se abre con esto un reclamo al derecho de todos y cada uno a participar de ese logro. Parece morir esa cómoda indiferencia, o ese escepticismo, que nos revuelca cómodamente en la intimidad privada y una posibilidad nueva de sociabilidad parece más cercana. Ahora la transición si parece llegar a término, los más viejos sabemos agradecerlo.

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