"Quiltras", de Arelis Uribe, editorial Los Libros de la Mujer Rota
Su portada tiene un dibujo en blanco y negro de dos colegialas con un libro en sus manos, el mismísimo de los boletos escolares de las micros que aún sobrevive en Valparaíso, con un amarillo imperante de fondo, además de letras mayúsculas abajo con el título de potente significado: Quiltras. Pero seguramente su éxito en ventas que le han llevado hasta su séptima edición no se debe a su llamativa carátula, que a su vez se vincula con la presente crítica hacia el sistema educacional chileno, sino a la narrativa en extremo sincera y lúcida de la autora que relata oportunamente en primera persona siete cuentos en los que exhibe mundos que han sido ignorados y relegados a los márgenes de la sociedad (y del territorio).
Nos encontramos con las quiltras, palabra que en Chile hace referencia a perros sin raza, mestizos y muchas veces vagabundos, siendo protagonistas de las historias donde se enfrentan a problemáticas dentro de la sexualidad, el internet, la niñez noventera y la adolescencia, las primeras relaciones y el transitar por la ciudad. Estas mujeres y sus familias pertenecen a la clase media, más bien baja, estatus que conscientemente quieren dejar atrás. Son mujeres jóvenes, que tienen apellidos repetidos, a las que sus familias les mandatan con énfasis la importancia de ir a la universidad, y lo logran. Son temas que se abordan siempre bajo la óptica crítica de la escritora con relación al devenir patriarcal y colonial en las vidas de las personajes, con una lectura de clase. Esta obra se plantea desde la disidencia social, con esto quiero decir que en estos recorridos reside latentemente una literatura desde y por la otredad.
En breves ochenta y cinco páginas, Arelis Uribe compone lo que podría ser una perfecta écfrasis (gran desafío para escribir esta reseña) sobre lo que es crecer en la periferia chilena siendo mujer. Retrata tan agudamente olores, sensaciones, postales y hasta el color de la caca de paloma, que podría asegurarse que el libro trata de experiencias muy personales. Del mismo modo, las situaciones que narra parecen haber sido perspicazmente observadas. En sus líneas expone lugares comunes que podríamos identificar, como la camanchaca sucia que se respira en las noches de invierno en la ciudad o las mamás cada día más gordas y rubias, tal como son la mía y las mamás de mi barrio, y de Chile en general. También hay un cuento en el cual expone la vida en la Araucanía, predeciblemente distinta a la que nos muestran los medios de comunicación masiva y acertadamente de manera más personal, pues narra lo que una santiaguina conoce allí de la juventud mapuche, sin mucho o nada de filtro entre sus pensamientos y lo que relata (tal como en el resto del libro).
Asimismo, la manera en que escribe la narradora, tal como habla, sin típicas pretensiones literarias ni hechos increíbles, cotidiana y en precisos puntos seguidos, da la oportunidad a la lectora de habitar la misma vida de sus personajes, de conocer aquellas biografías como la de una, resultando relatos crudos, en el sentido de que son tan sinceros como dolorosos. Las historias son capaces de evocar un reconocimiento emocional complejo en quien las lee, como al sentirlas en el cuerpo tenso del caminar sola en la noche hasta el hogar, seguido de encontrarnos en el tierno recuerdo de ser niñas escuchando Supernova -banda chilena a la que incluso cita en el epígrafe del libro. Esta dimensión sensorial logra construir un libro precioso y dinámico que es posible leer en una sola tarde.
Valentina Verdugo, estudiante Facultad de Artes de la Universidad de Chile.
"Reina Japonesa", de Leonor Silvestri, editorial Queen Ludd y Guarra editora
En plena pandemia y confinamiento, Leonor Silvestri lanza su libro (en formato de audio y vídeo) Reina Japonesa, el que consta de trece breves poemas. Éste lo libera a través de su página web como agradecimiento por el apoyo en estos tiempos, teniendo que dejar de lado la idea original de realizarlo de manera artesanal, cocido a mano, a causa del contexto actual.
Versos disidentes, palabras escritas con su propia letra, gracias a la creación de una tipografía digital basada en ella. Mensajes claros y directos. Frases que ya hemos escuchado alguna vez, de la boca de la mismísima autora, con sus ironías y reclamos.
Llena de odio, Leonor nos trae estos breves pero emocionantes poemas, rodeados de la estética japonesa, enumerados en este idioma, dirigidos a ella y a nosotras. En este breve texto todas somos Reinas Japonesas, que compartimos su odio y desarrollamos el propio.
El título, posiblemente inspirado en el tema del primer poema, occidente, es el opuesto a este concepto. Además, en él abundan diversos temas entre los que podemos encontrar la idea de la igualdad (tan en boga), la sabiduría, la autoridad, el yo, el ser y el no ser, el amor y la amistad (como trampas), el devenir, la cordura, lo bello, lo cotidiano, el odio y quizás cuántas ideas más que merecerían de nuevas visitas a este texto para ser capaz de reconocerlas, pero que probablemente resultarían iguales de interesantes.
Temas llenos de consejos y confrontaciones a todo lo conocido y aceptado, los que resumen muchas de sus ideas expuestas en otros de sus libros, textos, vídeos y clases. Ideas que se transforman en pequeños versos sensibles que conforman poemas con lo que es mucho más sencillo de conectar. Algo que ayuda muchísimo cuando se trata de Leonor, pues sus expresiones artísticas de pronto son todo lo contrario y merecen mucho más tiempo y estudio con ella para comprender de qué o cómo está hablando.
Un libro que es un regalo para quienes seguimos a Leonor y también para quienes quieran empezar a estudiar con ella. Para leer en nuestras casas y despegar en un pequeño viaje a un lugar mágico y sensible muy lejos del occidente (y todo lo que con el significan habitar este lugar). Este texto nos lleva por un momento, a un lugar lejos de este mundo lleno de peligros, en el que podemos guarecernos de este sistema y su gente.
Especialmente recomendado para estos días de confinamiento, para seguir resistiendo, para no perder nuestro odio ni que este nos pierda a nosotras.
Thamara Ramírez, estudiante Facultad de Artes de la Universidad de Chile.