Hoy, domingo 06 de diciembre de 2015, será recordado en la historia como el día en el que Colo Colo obtuvo su título N° 31 en el campeonato nacional del fútbol chileno, durante una jornada en la que paradojalemente no triunfó jugando. En la memoria del público quedarán los desmanes producidos por "hinchas" de Santiago Wanderers y Colo Colo en el Estadio Regional Elías Figueroa de Valparaíso, los que obligaron a la suspensión del esperado encuentro.
En junio pasado, en el parlamento se promulgaba la ley 20.844 que “Establece derechos y deberes de los asistentes y organizadores de espectáculo de fútbol profesional”, modificando así la ley 19.327 del año 1994, denominada “Fija normas para prevención y sanción de hechos de violencia en recintos deportivos con ocasión de espectáculos de futbol profesional”, y desde entonces el escrutinio público es más fuerte respecto a la falta de "castigos ejemplares" y la reincidencia de los "hinchas" de clubes en estas prácticas.
-La ley actual, que viene de una moción presidencial del año 1991, si bien ha tenido modificaciones, pareciera tener un fuerte enfoque en la “represión de desórdenes y hechos de violencia cometidos en estadios”.
Lo que había en la ley del año 91 era básicamente para controlar lo que se había configurado como "barras bravas". En aquella época, los estadios no estaban preparados para minimizar la violencia. Ese cuerpo normativo fue una de las primeras expresiones de que efectivamente estaba pasando algo distinto a lo deportivo en el estadio y que había que controlarlo, pero la respuesta que ha dado siempre el Estado es básicamente desde la seguridad. Ese contexto termina generando un hincha y desalojando a otro.
-¿Qué tipo de hincha?
Se genera una imagen de que al estadio solamente acuden hinchas violentos, y por lo tanto, se responde con más seguridad. Con eso se termina asumiendo que potencialmente todos se van agredir y que hay que separarlos. Por ejemplo, si ahora vas ahora a ver un partido de fútbol al estadio Santa Laura, tienes de definir si eres de Unión Española o del equipo visitante, pero no existe un espacio para quienes quieren simplemente ver fútbol. Entonces, las construcciones del hincha sufren un cambio sustantivo a comienzos de la década del 90; la figura del hincha deja de estar asociada a la familia -al papá con el hijo, al abuelo con el nieto, que era una figura más clásica que veíamos en los estadios en los 80-, y pasa a ser reemplazada por el hincha barra brava que termina hegemonizando el discurso.
En ese sentido, ¿esta moción de los parlamentarios de la UDI, viene a profundizar eso?
En los últimos cinco años se ha querido cambiar a Carabineros de los estadios por seguridad privada porque efectivamente les sale muy caro estar ahí, además que desde el punto de vista cultural no le genera ningún beneficio a la institución. Pero la seguridad privada no da abasto para la gestión del espectáculo. Este fue también un proceso de darle un matiz distinto a la administración del espectáculo, eliminando la fuerza pública. Ahora, lo que están planteando los parlamenrtarios lo veo como un objetivo político. No necesariamente tienen un compromiso con esto, sino que tiene que ver más bien con una coyuntura política de reforzar la idea de que el Plan Estadio Seguro en manos de la Concertación es menos efectivo que en manos del gobierno de Piñera.
¿Qué hay detrás de esta disputa por la gestión del espectáculo deportivo?
Primero, el proceso de elitización del hincha que hay en los partidos del seleccionado nacional; un sector que entra al estadio por ser cliente de un banco, eso ya da una visión respecto a ese tema. Segundo, la disputa, el conflicto y la separación entre los dueños de los clubes de fútbol, las sociedades anónimas, y las barras bravas que acompañaron a los clubes previo que fueran S. A. Esa relación está rota y por lo tanto, lo que está en disputa hoy por hoy en las graderías es quién controla la gestión del espectáculo. Y tercero, yo creo que el fútbol está siendo nuevamente un foco de atracción y eso también genera una expectativa mayor del punto de vista de cómo construir el acceso al público a los estadios; está siendo una experiencia rescatada y valorada por una población mucho más transversal que quiere ir al estadio pero que no puede gozar de ese proceso.
La normativa actual tiene un nuevo título que habla de derechos y deberes de asistentes y organizadores, ¿eso aportará de alguna forma?
Lo que quiere Estadio Seguro es construir una ciudadanía en torno al fútbol, con deberes y con derechos, y esa es una lógica que me parece interesante desde el punto de vista del concepto, pero que no tiene un real asidero mientras el espectáculo del fútbol sea solamente considerado desde el punto de vista mercantil. Y ese es el gran problema que yo veo cuando se trata de construir una ciudadanía alrededor del espectáculo deportivo. Los espectáculos como el fútbol no son sólo expresiones de carácter mercantil porque en él están involucrados -entre otras cosas- patrimonios, intangibles sociales, emociones, identidades, pasiones que si tú las quieres calificar desde el punto de vista numérico, son incuantificables y no pueden ser reducidas a eso. Por lo tanto, toda manifestación que desde el punto de vista normativo intente construir una ciudadanía deportiva que no tenga un correlato en que los actores del fútbol -la ANFP, los clubes deportivos, los que comentan el fútbol, los que supervisan el fútbol-, y si todos esos actores no tienen una visión que vaya más allá del acto puramente mercantil, vamos a seguir viendo situaciones violentas. Ahí hay un desafío. Los actores del fútbol deben verlo como algo más allá del mercado. Cuando eso pase, vamos a poder recuperar el estadio para un hincha que sea transversal y no sea sólo un consumidor ni un hincha violento, como se categoriza actualmente.
¿Cómo este plan Estadio Seguro u otra medida puede verificar este cambio de visión o intervenir para que esto repercuta?
Lo que pasa es que Estadio Seguro es un programa cuestionado cuando hay disturbios y pareciera ser que el proceso de pacificación o mitigación de conflictos no está funcionando. Yo creo que el problema no es Estadio Seguro, es estadio para todos. En un estadio seguro, el mismo concepto te dice que ir al estadio es simplemente una sensación de inseguridad, cuando en realidad lo que lo hace inseguro es quien asiste. Por lo tanto, estas figuras que son más bien disciplinarias y policiacas terminan haciéndole un flaco favor al fútbol. Tal como hoy día está estructurado, no termina siendo más que una medida policiaca que está en la misma sinfonía que cualquier programa de barrio seguro, donde lo que se hace es una manera de tener una supervigilancia sobre lo que son las actividades ilegales. Las actividades ilegales en el fútbol corresponden a una minoría. Lo que tenemos que hacer es que, si va a haber un programa de gobierno que permita supervisar la experiencia de ir al estadio, esa unidad debería tener una concepción distinta, no sólo como un acto que desarrollan privados ni como un acto causado por ciertos grupos para causar violencia. El fútbol debería un espectáculo total donde hay elementos mercantiles, patrimoniales, culturales, sociales, de integración societal, y por lo tanto tendría que tener una visión más integral.