Ganador del Premio a las Mejores Obras Literarias 2013

Dr. Sergio Rojas: "Estamos asistiendo a un cambio radical que se deja ver por el agotamiento de las categorías heredadas"

Dr. Sergio Rojas, el agotamiento del arte y las categorías heredadas

Oriundo de Antofagasta, realizó sus estudios de enseñanza básica y media en esa ciudad, en la Escuela de Aplicación y en el Colegio San José respectivamente. La enseñanza superior la cursó, primero, en la Universidad Católica del Norte, en donde obtuvo el título de Profesor de Filosofía (1983), para luego especializarse en esa materia en la Pontificia Universidad Católica de Chile obteniendo la Licenciatura y el Magíster en Filosofía (1991 y 1998). La reflexión y el interés por la literatura, el cine y el teatro, lo llevan a ingresar al Doctorado en Literatura de la Universidad de Chile, obteniendo el grado de Doctor (2007).

"Recuerdo desde siempre haber tenido un interés reflexivo por la literatura, por el cine y también por el teatro, aunque sobre todo, en un principio, por leer teatro, es decir, un interés literario por el teatro. Recuerdo haber escrito en los 80' un ensayo, que nunca llegué a publicar, sobre la fenomenología del poder contenida en el teatro de Juan Radrigán. Mi interés por la escena misma es posterior. Creo que mi relación con las artes visuales, en los términos de desarrollar una escritura reflexiva exigido por las obras mismas, comienza a finales de los 80'. Esto tiene que ver sobre todo con el hecho de considerar que una obra puede ser la ocasión para una exigencia sobre el pensamiento, y el ejercicio que permite acoger esa exigencia no es en lo inmediato el "tema" abordado (por ejemplo, representado), sino los recursos visuales administrados en cada caso", indicó el profesor al ser consultado por sus inicios en la reflexión filosófica del arte.

"Existe una tensión, una relación problemática entre los recursos y las ideas, una relación que no consiste en mera complementariedad o subordinación de un elemento al otro, sino que pone en obra el poder de una identidad imposible entre la idealidad y la materialidad, entre forma y contenido, entre el proyecto y lo predado, entre el entendimiento y la sensibilidad, etcétera. Es decir, consideradas en esta perspectiva reflexiva, las artes en general, no sólo las artes visuales, exhiben una tensión que dialoga de alguna manera con las aporías que han animado a la historia de la filosofía desde un comienzo", complementó el académico.

El Dr. Sergio Rojas ha sido profesor visitante en la Universidad de San Juan (Argentina), en la Universidad París 8 (Francia) y en la Texas A & M University (Estados Unidos). Ha dictado conferencias en diversas universidades en Latinoamérica, Europa y Estados Unidos. Entre sus obras destacan títulos como: Materiales para una historia de la subjetividad (2001); Imaginar la materia. Ensayos de Filosofía y estética (2003); Las obras y sus relatos (2004); Nunca se han formado mundos en mi presencia. La filosofía de David Hume (2004); Pensar el acontecimiento. Variaciones sobre la emergencia (2005); El problema de la historia en la filosofía crítica de Kant (2008); Las Obras y sus Relatos II (2009); Escritura Neobarroca. Temporalidad y cuerpo significante (2010), Catástrofe y Trascendencia en la narrativa de Diamela Eltit (2012) y El Arte Agotado (2012), obra con la que ganó el Premio al mejor ensayo publicado, otorgado por el CNCA en el 2013.

"Habitamos en medio de una gran incertidumbre, y las artes no tienen como tarea traer soluciones o respuestas, sino que su sentido es más bien abrirnos a las preguntas, hacer que seamos embestidos por lo real, y en eso consiste precisamente lo que se denomina pensar. Comenzamos a pensar ahí en donde los recursos se han agotado. El 'mundo del arte' se ha abierto, y trasciende  las exigencias del mercado, de la figuración mediática y del esteticismo aunque, claro, estas variables no dejan de estar presentes para los artistas. Por otro lado, no resulta descaminado pensar que el golpe militar y la dictadura que le siguió arrebatan al presente su pasado, y esto incide también en el devenir de las artes en nuestro país", señaló el Dr. Rojas acerca de sus motivaciones reflexivas.

¿Por qué creyó necesario realizar una reflexión sobre el agotamiento del arte?

Una característica de las artes en la modernidad es la reflexión de sus propios recursos en la obra. De aquí se sigue la "dificultad" que el destinatario puede experimentar al mirar, escuchar o leer una obra de arte. El núcleo de la cuestión no está en el contenido ideológico que supuestamente la obra "transmite", sino en el hecho de que los recursos emergen (la materia, el orden significante, el soporte, el pigmento, el sonido, la gramática, etcétera), y a partir de esa operación se generan modos inéditos de sentido. Considerando esto, podría decirse que siempre el arte ha exhibido una especie de voluntad de contemporaneidad (trátese o no de lo que en cada caso se ha denominado "arte contemporáneo"). El punto es que históricamente esa voluntad de contemporaneidad se cumplía en el formato "obra de arte". Mi hipótesis es que en la actualidad la obra ya no logra corresponder a esa voluntad de contemporaneidad en el arte. Dicho en una frase: la voluntad de arte hoy no se satisface en una voluntad de obra de arte.

Considerando que usted es un académico de la Facultad de Artes, que participa en la formación de artistas y se mueve en el mundo del arte, ¿qué diagnóstico realizó para escribir el libro El Arte Agotado?

Me pregunto qué significa la formación universitaria en un artista. No se trata sólo de aprender dibujo, de aprender a pintar, a tocar un instrumento, a actuar, etcétera, pues éstas son competencias que el individuo puede aprender en espacios e instituciones que no se definen como universitarios, es decir, por ejemplo, en conservatorios, en escuelas de danza, en institutos de arte o en escuelas de actuación. Entonces la cuestión fundamental es qué significa la universidad en la formación de un artista, lo cual implica nada menos que reflexionar la relación de las artes con el mundo contemporáneo. Pues bien, se habla hoy de la crisis de la modernidad, de la muerte del sujeto, del fin de esto y lo otro -de la historia, de la filosofía, del arte, del hombre-, y pienso que esa crisis tiene que ver con el agotamiento de las grandes ideas que hemos heredado de la modernidad. Como por ejemplo, las ideas de sujeto, de democracia, de experiencia, entre otras fundamentales. Que estas ideas estén agotadas no significa que se hayan ido, sino que están ahí, disponibles, seguimos representándonos lo real con ellas, pero tendemos a usarlas entrecomilladas. Podría decirse que el lenguaje acusa recibo de la crisis de un paradigma cuyo agotamiento no quedará inscrito en un momento determinado, sino que se ha desarrollado por más de un siglo. Entonces cuando decimos que estamos viviendo en un "mundo en crisis", pienso que lo que ocurre es que son nuestras formas de percibir y de comprender lo real las que se tambalean.

Y en su libro, ¿propone usted nuevas formas de percibir y comprender lo real? ¿Cómo volver a la estabilidad desde un "mundo en crisis"?

Pienso que las nuevas formas de percibir y comprender lo real no llegarán en la forma de una propuesta teórica, sino como resultado de un largo proceso, al que no sabría siquiera si denominar como "histórico". La idea de que existe algo así como la historia ha sido una condición fundamental en nuestro modo de comprender la existencia. Me refiero a que la convicción de que el presente se sostiene sobre un pasado por desentrañar, se funda a su vez en la irrenunciable creencia de que existe, alojada en el ser de los acontecimientos, una causalidad de sentido. Esta creencia es la que hoy parece alterarse, y con ello el "presente" en el cual nos encontramos se comienza a parecer más a una balsa a la deriva que a la "altura de los tiempos". Entonces todo parece en vilo, y de esa manera las cosas se nos vienen encima, como una exigencia máxima sobre el pensamiento. No podemos siquiera imaginar cómo será el mundo en pocos años más. Hoy un relato de ciencia ficción no necesita situarnos un siglo adelante y en otro planeta, basta con proyectarnos diez años al futuro en Santiago de Chile para comenzar a cruzar la barrera de la representación. Entonces me pregunto por el sentido del arte en medio de estas condiciones. La misma noción de crisis, inherente a la modernidad, implicaba la idea de historia, pero lo que nuestro tiempo parece tener de inédito consiste en el hecho de que la idea de que existe la historia, al modo de aquella causalidad de sentido que señalaba recién, se estremece. Y si la idea de historia queda puesta en cuestión, la misma noción de "presente" queda también puesta en vilo. El resultado de esto es que tenemos que comenzar a pensar de otra manera el tiempo. La oposición entre "tiempo de crisis" y "tiempo de estabilidad" pertenece a esa forma de pensar que ya nos abandona.

Usted señala que "la voluntad de arte hoy no se satisface en una voluntad de obra de arte". Tomando cuenta esto, ¿cuáles son las causales de que la voluntad de arte no responda a la contemporaneidad y cuáles son las consecuencias que esto tendría?

Comprender lo real, en el sentido de hacerse una idea de éste, sea al modo de una teoría o simplemente en el sentido de tener una opinión, ha implicado siempre tomar distancia respecto a esa realidad que se intenta comprender. Es decir, comprendemos lo real desde ciertas categorías o conceptos que no son parte de los acontecimientos o procesos que objetivamos. De este modo, comprendemos desde una especie de "anterioridad", porque sumidos en la inmediatez de los hechos mismos, no lograríamos siquiera visualizar los límites de la realidad, estaríamos como desorientados, sin poder, por ejemplo, echar mano de ninguna representación consabida para enfrentar lo que se nos opone como extraño. En suma, no podemos ser nosotros mismos completamente contemporáneos de aquello que ensayamos comprender. Pues bien, pienso que el arte ha desarrollado una especie de voluntad de contemporaneidad, conduciéndonos hacia la extrañeza que comienza allí en donde nuestras categorías previamente disponibles colapsan. La dificultad de comprensión a la que a veces nos confronta el  denominado "arte contemporáneo", se debe a que intenta acortar la distancia que los conceptos establecen necesariamente entre el sujeto y su objeto. Así, el coeficiente reflexivo del arte no consiste en que nos provea de "nuevos instrumentos" de comprensión, sino más bien en que agota los que nos iban quedando. Entonces lo que propongo considerar es que la voluntad de arte, en la dirección de esta voluntad de contemporaneidad, trasciende hoy el formato "obra de arte", pues este formato ha sido poderosamente normalizado por el mercado y el espectáculo. Hoy el arte más reflexivo ensaya diálogos con otras formas del pensamiento. Es decir, por ejemplo, los textos estéticos y críticos, las discusiones teóricas transdisciplinarias, las polémicas y las implicancias políticas, no son circunstancias externas al arte, ni secundarias o accesorias, sino que en ello consiste el fenómeno del arte hoy. ¿Significa esto que, por ejemplo, ya no tiene sentido pintar cuadros? De ninguna manera. Lo que quiero decir es que no se puede ser inocente respecto a que incluso un cuadro colgado en la pared, en el tiempo de la globalización, de las redes sociales y de la crisis de las ideologías en el campo expandido, podría movilizar procesos reflexivos altamente complejos. Hoy el espectador es complejo en más de un sentido, por ejemplo un ávido lector de comic suele ser un sujeto conceptualmente muy sofisticado. Creo que hoy el arte es siempre un punto de partida. Esto explica el hecho de que las artes constituyan en la actualidad un campo de cruce para discusiones interdisciplinarias.

Profesor, a través de sus trabajos (libros, ensayos, textos varios) usted da gran relevancia a lo histórico y la temporalidad en las problemáticas socio-culturales y/o de la contingencia. Así se demuestra en El problema de la historia en la filosofía crítica de Kant o en El arte agotado, donde usted abarca la dimensión de lo temporal y la teoría histórica de las representaciones. También está el libro Materiales para una historia de la subjetividad, así como el 'malestar' en la historia, quizás desde un prisma nihilista y/o a partir de la crítica agresiva y negativa que hace el futurismo de ella; la aseveración de que el individuo se hunde con la historia, etcétera. ¿Podría usted explayarse en cómo incide en los procesos humanos lo histórico y lo temporal?

Pienso que el tema que se plantea en esta pregunta es fundamental. Hoy no podemos hablar de "la historia" como si ésta fuese un objeto ahí inmediatamente disponible, y respecto al cual sólo tendríamos diferentes teorías u opiniones, porque eso que denominamos "la historia" es ya una cierta manera de concebir y organizar el tiempo. Entonces es necesario preguntarse en qué sentido existe la historia. Por supuesto que la cuestión así planteada puede escandalizar a algunas personas que creen en la historia, es decir, que intentan conocer algo en lo cual ya creen. Es como preguntarle a un devoto creyente en qué sentido piensa que existe Dios, porque hay quienes se comportan en el ámbito de las disciplinas académicas en relación a su objeto de estudio como devotos creyentes. Pero "la historia" es una conjetura, y esto en la actualidad se hace especialmente problemático cuando se reflexiona la dimensión literaria, tropológica, metafórica del discurso historiográfico, como lo hacen los historiadores del denominado "giro lingüístico". En el siglo XVIII cuando Kant piensa en la historia, es consciente de que está ensayando una idea, por eso es que en sentido estricto no desarrolla una filosofía de la historia, sino más bien una concepción de lo humano que requiere de la historia como una perspectiva teleológica del tiempo, sin la cual el hombre permanecería simplemente como una criatura absurda, cuyas disposiciones carecerían de toda posibilidad de realizarse alguna vez. Su filosofía no es el fruto de un supuesto optimismo "racionalista", sino el intento por mantenerse pensando en tiempos de crisis. Kant buscaba una salida racional desde un mundo que se dirigía hacia el conflicto, y esa salida fue la historia. Pensemos el problema en la cercanía. Nuestro "presente", en Chile, se sostiene en vilo sobre un pasado cuyos relatos han naufragado. Y esto no se debe a alguna teoría en boga, sino a lo que significó el golpe militar y el exitoso proceso de neoliberalización del país, desde la dictadura hasta la actualidad. ¿Qué es un pasado desprovisto de relato? Estamos hablando de un pasado que no pasa, que no se marcha hacia "atrás", que no aleja simplemente en el tiempo, aunque todavía se impone la creencia de que en el día de hoy estamos, por ejemplo, veinticuatro horas más lejos que ayer a esta misma hora del golpe militar. ¿Qué tenemos hoy? Lo podría decir con una frase, la que suelo proponer a mis estudiantes para inducir una reflexión radical: la historia no existe, sólo existe el presente y el archivo. Esta cuestión me ocupa actualmente. Esto no es pesimismo. Para algunas personas es pesimista la idea de que habitamos en el precipicio del tiempo y que debemos elaborar las nociones que nos permitan conjeturar no sólo el provenir sino también el pasado. Esto para mí no es pesimismo, sino casi un nuevo sentido de la trascendencia después del ateísmo.

Si consideramos que la historia, tal como se ha concebido convencionalmente, "no existe", ¿podríamos deducir a lo largo de los años que el arte se ha nutrido del presente y las huellas que deja esto; o sea de la contingencia y de su archivo o registro? Y entonces, ¿podríamos hablar de una "Historia del Arte"?

Tiendo a pensar que estamos asistiendo a un cambio radical en nuestra manera de comprender y vivir el tiempo, un cambio que se deja ver ante todo por el agotamiento de las categorías heredadas. Vengo reflexionando esto desde hace años, pero sólo recientemente comienzo a atisbar las dimensiones de este acontecimiento. De hecho, el subtítulo de mi libro Escritura Neobarroca, publicado el 2010, es Temporalidad y cuerpo significante. Este semestre dicté dos seminarios, y sus títulos fueron "El archivo: cuerpo de un mundo inédito" y "El fin. El tiempo en los límites de la representación". Los seminarios son siempre muy importantes para este tipo de investigaciones, porque en la reflexión socializada con los estudiantes descubres que ciertas ideas, que en un comienzo podían parecerte incluso una suerte de extravagancia teórica, sintonizan con los procesos reflexivos de tus contemporáneos. Cuando las narraciones maestras se agotan, cuando determinados acontecimientos impactan de tal manera en nuestra cotidianeidad que de pronto pareciera que nos dejan sin historia, el pasado retorna, insubordinado. Los hechos, desprovistos de relato que los enviaba lejos en el tiempo, retornan. Esto no tiene nada que ver con lo que desde ciertos diagnósticos neoliberales se denominó "el fin de la historia". Este era un enunciado que llamaba al apaciguamiento de las ideas y de los ánimos, un llamado a no imaginar demasiado, a no entusiasmarse ni angustiarse demasiado. Lo que está pasando actualmente es todo lo contrario. Tiendo a pensar que el último acontecimiento en nuestra historia fue el golpe militar del 73, y ha ejercido una fuerza gravitatoria sobre todo lo que ha acaecido con posterioridad. Hoy tengo la idea de que el pasado no es algo que haya quedado atrás, sino que más bien es algo que nos rodea. Hoy el pasado es nuestro entorno, de aquí la emergencia de los archivos por doquier. Llegar a enunciar adecuadamente estas ideas es ya un gran trabajo. En eso estoy. En mi libro El arte agotado intento apenas esbozar estas cuestiones. Me parece claro que este tipo de cuestiones ha de tener un efecto muy importante sobre la historia del arte. Es más, creo que en este tiempo de agotamiento de las narraciones maestras, el campo de lo que se denomina aún como historia del arte se constituye, cada vez más, en un lugar fundamental de reflexión. Esto siempre y cuando, claro está, no se reduzca la historia del arte a un ejercicio de erudita confección de cronologías o a un pretexto para eximirse, en nombre del rigor científico, de las discusiones transdisciplinarias. No es casual que hoy la figura de Aby Warburg sea objeto de interés e incluso de fascinación. Pienso que la idea de Warbug en torno a lo que denominó "el viaje de las imágenes" implica de alguna manera la tesis de que el pasado no pasa, porque pone en cuestión precisamente la idea de un tiempo histórico hipostasiado. Él mismo declaró que su interés no era la "historia del arte".

Por último, y saliéndonos un poco de la reflexión sobre arte e historia, ¿qué significa para usted el haber recibido el reconocimiento por parte del CNCA con el premio al mejor ensayo 2013 por su obra El Arte Agotado?

Bueno, es un estímulo muy valioso, el reconocimiento de un jurado compuesto por personas a quienes respeto tanto en lo intelectual como en lo personal. Además, poco después de hacerse público el resultado de la premiación, comencé a recibir llamadas y correos de muchas personas, algunas a las que no veía desde hacía mucho tiempo, y entonces sentí que se trataba no sólo del reconocimiento a un libro determinado, sino a un tipo de trabajo, a una forma de reflexión, a un territorio de intereses teóricos, críticos. Percibir ese auténtico entusiasmo en quienes me felicitaban fue parte del premio para mí. Debo decir también que el libro mismo, como objeto, contribuye de manera muy importante a que ocurra todo esto. El trabajo que hicieron en Sangría Editora es realmente meritorio; una edición muy cuidada, revisada con un rigor que no se debe sólo a su profesionalismo, sino también al interés personal de los editores en esta publicación. El trabajo de la reflexión, la investigación y la escritura impone una gran dosis de soledad y aislamiento. De pronto, descubres que lo que estás haciendo está sintonía con lo que muchas personas están percibiendo y reflexionando, y te lo hacen saber. Esto se agradece.

 

 

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