La importancia que tiene la educación artística en la formación de las personas es por hoy una opinión ampliamente compartida. Los niños y jóvenes tienen derecho a una educación integral, lo cual implica un desarrollo equilibrado en las áreas de las ciencias, las humanidades y las artes; una educación que integra las facultades intelectuales, creativas y físicas. No obstante, cuando se trata de incorporarla a políticas, programas y acciones concretas, la mayoría de las veces se aborda de manera tangencial, periférica o discontinua. Pareciera ser que sólo alcanza el carácter retórico en interesantes discursos, porque a la hora de tomar las "decisiones importantes", siempre, en algún rincón, quedan olvidadas esas hojas que contenían esas intenciones de sus declarantes.
Sin bien he sido observador de verdaderos "saltos reflejos" por lograr avances, es también preciso señalar que ellos no siempre han ido en la misma dirección, integrando el desarrollo de capacidades cognitivas, afectivas, motrices y sociales en un sujeto que crece y se proyecta al futuro.
En nuestro país, la inquietud de personas, conscientes de los beneficios que otorga una adecuada educación artística, tiene larga data. Próximo a la primera mitad del siglo pasado se inicia la fundación de escuelas de desarrollo artístico; iniciativa a la que se suman, más tarde, las Escuelas de Cultura y Difusión Artística, algunas de las cuales, a pesar de las vicisitudes por las que a menudo atraviesan, aún se mantienen, constituyéndose, varias de ellas, en las únicas instancias que promueven la enseñanza y el cultivo de disciplinas del arte en regiones y localidades apartadas de los centros urbanos del país.
En la actualidad en Chile existen 35 escuelas y liceos artísticos con un reconocimiento de las Secreduc (1997) y 6 más con nacientes proyectos educativos artísticos, pero todos ellos funcionando en condiciones de precariedad o muy cercana a ese estado y cuya sobrevivencia se sostiene a base de aportes elementales de municipios; con subvención estatal insuficiente a las necesidades que implica este tipo de educación y al apoyo de un Fondo concursable del CNCA; escuelas integradas a la Agrupación Nacional de Directores de Escuelas Artísticas.
Destacable ha sido el rol asumido por el CNCA, organismo que desde su instalación ha actuado como intermediario ante el Mineduc y promoviendo la actividad artística desde el ámbito de su competencia. Distinto es el papel desempeñado por el Mineduc, organismo que ha tenido una disposición discontinua en las dos últimas décadas, con actuaciones a veces erráticas y con insuficiente claridad de propósitos.
Sin embargo, el reconocimiento de la modalidad de educación artística contemplada en la LGE constituye un importante hito, pues explicita un marco curricular de formación artística especializada, sin embargo la adopción por parte de las escuelas artísticas ha sido casi nula. Tengo la clara convicción que este fracaso se debe a que se asimiló al diseño de la educación técnico profesional, el cual considera una preparación específica en los dos últimos años de la enseñanza secundaria; situación inviable en la formación artística.
A ratos provoca desazón comprobar que los esfuerzos de años no generen frutos y tampoco conciten el apoyo de los distintos gobiernos, dando señales de un efectivo interés por propiciar una educación artística, con un diseño curricular y programas pertinentes, con financiamiento adecuado a sus fines (como ocurre en la formación técnico profesional).
*Jorge Morán Ábaca, prof. Ed. Musical, U. de Chile; Magister en Educación, U. de Chile; Director del Isuch, Facultad de Artes; Presidente de la Agrupación Nacional de Directores de Escuelas Artísticas.
**Versión completa