Luis Naon tuvo claro desde niño que sus dos grandes aficiones eran descubrir e inventar. Pero la balanza de la vida ya venía cargada hacia la segunda, porque nació en La Plata, Argentina, fruto de la relación entre una cantante lírica y un arquitecto.
La herencia musical de la madre lo llevó a unirse al coro de su ciudad desde bien pequeño y al poco tiempo ya experimentaba con el piano y la guitarra eléctrica. Si sus inquietudes ya estaban encaminadas hacia la música, con el paso de los años fluiría fácil la decisión de convertirse en compositor.
A los 20 años se fue a estudiar música electrónica y electroacústica al Conservatorio Nacional Superior de Música de París y se quedó en Francia para hacer lo que siempre había querido: inventar una música "fresca", algo que nadie antes hubiese creado. Han pasado más de 30 años desde ese desembarco en Europa y su nombre hoy es un referente dentro de los creadores vigentes de música contemporánea.
El autor del ciclo "Urbana", una serie de 25 obras escritas a los largo de 15 años, fue recientemente invitado por la Facultad de Artes de la Universidad de Chile en el marco del proyecto Profesores Visitantes de la Iniciativa Bicentenario JGM, para compartir toda esa experiencia como compositor, investigador y docente musical, momento en el que socializó sus conocimientos con profesores y estudiantes del plantel. Una vez en Santiago, se le vinieron a la mente sus propios recuerdos de juventud en Francia, cuando tuvo como uno de sus maestros al destacado compositor chileno Sergio Ortega, músico exiliado en dictadura y autor de "Venceremos" y "El pueblo unido jamás será vencido", ambos emblemáticos temas de la llamada Nueva Canción Chilena.
"Sergio Ortega fue mi maestro durante 2 o 3 años. Alrededor suyo se había formado todo un núcleo de compositores, músicos y artistas plásticos ligados a la resistencia, pero también a la fase artística. Ahí conocí a muchos otros músicos chilenos con que después haríamos importantes proyectos: Eduardo Valenzuela, Jorge Arriagada, Jaime Miqueles, entre varios más", cuenta Luis Naon, mientras se fuma un cigarrillo sentado en un escaño frente al acceso principal de la Sala Isidora Zegers.
¿Sientes que naciste con la inquietud de la composición musical o la fuiste encontrando a lo largo de los años?
No sé si se nace compositor, pero lo que sí sé es que yo siempre quise inventar, desde muy chico. Y eso es algo muy común en la sociedad, que los chicos tengan esa inquietud, lo que pasa es que esa creatividad es muchas veces coartada por la educación, porque hay que aprender y no tanto inventar; hay que estudiar y tener buenos resultados en vez de ser más inventivo. Todo creador tiene algo de niño, de lo contrario, uno no osaría a inventar cosas nuevas.
¿Y cuál es el rol que debe tener la enseñanza de la música entonces?
Los más viejos deben ayudar a los jóvenes a encontrar su propio camino. El sentido de la docencia es transmitir cierta experiencia, pero sobre todo ayudar a que cada uno lleve a cabo lo que está buscando, ayudarle a que se fije cómo lo hizo un compositor que ya inventó algo parecido. Pero la idea es abrirle puertas y ayudarlo a que profundice sus propias ideas, en lugar de decirle que las cosas se deben hacer de determinada manera. Incluso en sociedades donde el capitalismo es salvaje y la competencia se vuelve feroz, hay mucha creatividad, es lo que he visto en Chile, por ejemplo.
¿Eso lo has visto en tus alumnos chilenos en Francia?
Sí, tengo alumnos chilenos que vienen de la Universidad de Chile y la Universidad Católica, los que despiertan mucha novedad con su trabajo. Son jóvenes talentosos que han llegado en los últimos años y siento que seguirá creciendo esa pasarela para ellos, porque veo que hay un terreno creativo muy amplio en el Chile de hoy.
A propósito de ese impulso creativo, dijiste en una entrevista que cuando partiste haciendo música te planteaste renovarla, hacer una música que hasta ese entonces nadie había hecho. ¿Has llegado a hacer esa música? ¿Satisfizo tu obra esas expectativas de renovación?
Eso dejé de preguntármelo cuando descubrí que la obra de un compositor es el camino que uno hace y no es una sola obra la que te representa. En cada una de mis obras hay algo de eso que siempre quise: una fuerza interna, una cierta frescura, una lógica que se debate entre una parte más pensada y otra más visceral y orgánica. Siempre voy navegando entre esas dos cosas, porque eso me fabrica y me mantiene como un eje.
¿Cómo definirías tu música entonces? ¿Es más intelectual o emocional?
Yo reconocería dos etapas. Por mi pasado e historia, cuando partí tenía muchas reivindicaciones que quería decir de manera precisa con mi música, cosas asociadas al dolor, muerte y desapariciones en mi país; y que están ligadas desafortunadamente a la historia común que tenemos entre Chile y Argentina. Pero cuando evacué esa primera etapa de lo que quería decir, mi música se volcó a algo más musicalmente emocional.
¿Y en cuál de esos planos queda tu afición por los números, al momento de crear tus obras?
Siempre me lo propongo como una suerte de articulación, que tiene que ver con hacer planos musicales. Hay mucho de la influencia de mi padre como arquitecto, hecho que me llevó a plantearme alguna vez si me iba a dedicar a la arquitectura o la música, pero al final me terminé dedicando a esta última. Aunque me interesan los planos, las proporciones y los números, no es el mío un mundo puramente especulativo-matemático. De todas formas, creo que los números tienen una suerte de fantasía, al indagar en las proporciones y desarrollar ciertas analogías con la naturaleza, como la proporción áurea. Entonces siempre vuelvo a esas pequeñas certezas que se manifiestan en la belleza, en general, y que pueden verse en un cuadro renacentista, en una ecuación o en una imagen fractal. Trato de extraer una esencia de todo eso y transmitirla en la estructuración de mi propio trabajo, para así estar en relación con otros mundos distintos al de la música.
Argentina y la "energía" del tango
"El compositor es un individuo aislado" según Luis Naon. Por eso, en su camino de años por encontrar nuevas formas de hacer música, ha buscado superar esa condición y dialogar con otras disciplinas artísticas, componiendo para teatro, para cine de corte más underground y para montajes danza. "Me gusta mucho trabajar con otros artistas porque cuando se trabaja con bailarines y directores de cine y teatro, la personalidad del compositor se borra en aras de componer una fuerza común", reconoce.
Tampoco escatima en elogios hacia artistas de otras áreas que lo han inspirado en sus propios procesos creativos. Escritores argentinos como Julio Cortázar y Jorge Luis Borges "siguen estando presentes para mí", confiesa Naon, sobre todo el autor de "El Aleph" que subsiste como un "guía" en su carrera. "Nos debemos a una tradición, pero podemos aspirar a otras culturas", es una idea borgeana que al músico le resuena como retrato de su propio devenir de artista latinoamericano en tierras europeas.
Tú eres argentino pero vives hace más de 30 años en Francia ¿Cómo ha influido en tu música esa condición de doble nacionalidad?
El hecho que me fuera, me motivó primero a buscar rencontrarme con las raíces, con la música más argentina, de donde realmente venía yo. Después mi música se fue internacionalizando más, pero siempre subsisten detalles de mi escritura que tienen que ver con Argentina, que son rasgos comunes entre compositores, una cierta energía común que se puede apreciar incluso entre gente que propone estéticas musicales distintas.
Tú has afirmado que en un momento de tu carrera tuviste que reconciliarte con el tango ¿Por qué? ¿Cuál es tu relación hoy con esa música?
Yo incursioné en el tango en los años 80, cuando no estaba de moda, aunque Piazzolla era muy conocido en Francia. El que me llevó de vuelta al tango fue mi profesor de composición en París, que era profesor de electroacústica, y que un día me dijo que el instrumento más electroacústico que existía era el bandoneón, porque era el único capaz de hacer realmente sonidos al revés. Eso me llevó a pensar el tango de una manera diferente, porque me acerque más a la energía del tango, cuando otra gente se acercaba para reivindicar una tradición.
Tradición que hoy sigue muy vigente...
Claro, pero hoy en día se toca tango en Argentina como en los años 40 y me causa gracia porque quizá era más revolucionaria la mirada del tango de un Piazzolla de los años 70 u 80, que lo que pasa hoy. Hay muchas orquestas típicas, hay milongas donde se baila tango como lo bailaba mi papá, pero cuando yo era joven mi generación no escuchaba tango, sino rock y blues. El tango, de todas maneras, es una música que siempre estuvo presente en mi vida y después la estudié incluso, me di cuenta que hay ciertos factores emocionales del tango que eran muy fuertes y que me tocaban muy directamente. Primero los utilicé para componer una serie de 3 tangos que tienen que ver con la muerte y esa parte más autobiográfica de mi obra. Y después su influencia se fue sublimando y entró en la escritura para no aparecer más directamente, salvo en una obra donde vuelvo a inventar un tango nuevo, pero que suena como si fuera viejo.
¿Qué te parece el tango electrónico de hoy, ese que reapareció por el éxito de bandas tipo Gotan Project?
Gotan Project ha tenido un impacto alucinante, porque supo encontrar una relación entre la esencia del tango -es decir lo genuino- y más lo comercial. No es la música que más me interesa como tango, pero ahí hay músicos muy buenos. Lo que encuentro más interesante hoy es que hay montones de jóvenes que tocan tango profesional, que aprendieron cosas del fraseo del tango, de la agógica del tango, que son cosas muy profundas. Hay como una perpetuación de una música que parecía que estaba medio perdida, pero que es realmente muy rica.
¿Cuál crees que es la música que hoy da mas espacio para la innovación y experimentación?
La música contemporánea y la electroacústica de tradición clásica que siguen proponiendo esos espacios para nuevas tendencias, inquietudes y asociaciones. Muchos compositores hoy están trabajando sobre la idea de la saturación del espectro, la saturación de la información, cosas que tienen que ver con la red de Internet y que se transmiten también a la música contemporánea, electrónica y electroacústica. Por eso yo siempre hago hincapié en que la tecnología hay que usarla e ir lo más lejos posible, pero también hay que descubrir cómo los compositores llegaron en su momento a esa misma tecnología, porque hubo un camino recorrido muy interesante que hicieron autores desde Edgar Varèse en adelante. Muchos jóvenes descubren hoy la tecnología y piensan que es algo nuevo y que nació ex nihilo, cuando, al contrario, tiene un montón de pasarelas trazadas con un pasado relativamente cercano. En los años 70 y 80 se hicieron cosas muy interesantes en ese sentido.
¿Cuál debiera ser, entonces, la disposición de un oyente para adentrarse en el mundo de una música nueva, más experimental e innovadora?
Hay que tener una actitud de audición casi virgen, porque en la música contemporánea, como en toda la música, no hay nada que entender, sólo hay que dejarse llevar, tener una apertura para asumir el universo por donde la música me quiera llevar, sentir ese universo. Yo creo que la música no pasa por algo cultural, no creo que alguien muy cultivado escuche mejor la música que alguien que no lo sea. Jugar el juego es lo importante al final, como un niño.