Como un hombre de carácter fuerte y de convicciones firmes recuerda Patricia del Canto a Sergio Castillo, escultor y Premio Nacional de Arte 1997 que falleció el pasado 19 de agosto producto de una fibrosis pulmonar. Ambos se conocieron a principios de la década de los noventa en la casa de otro escultor ya fallecido, Félix Maruenda, oportunidad en la que esta académica del Departamento de Artes Visuales pudo conocer a Sergio Castillo y a su señora, iniciando una amistad que "ha perdurado en el tiempo", cuenta Patricia del Canto.
En ese primer encuentro, lo que más llamó la atención de esta académica de la Facultad de Artes fue la energía y total dedicación al trabajo de Sergio Castillo, características que distinguieron siempre a este hombre que tras permanecer durante dos años en la carrera de arquitectura, inició sus estudios en arte, primero en la Ecole de Beaux Arts y en la Academia Jullian de París para luego, de regreso en nuestro país, ingresar en 1954 a la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile, donde además fue docente entre 1967 y 1973.
"Sergio era apasionado por su trabajo y, como buen artista, admirador de sí mismo también, lo que se dice un self made man, un hombre orgulloso de hacer sus esculturas personalmente y casi sin ayuda. Le costaba mucho aceptar lo que él llamaba pseudo escultores, es decir, a quienes mandan a hacer sus esculturas sin hacerse cargo de todo el proceso", explica Patricia del Canto, quien agrega que "lo más destacable era su absoluta entrega a su actividad de escultor incluso en el último tiempo, porque aún en silla de ruedas y con oxígeno seguía trabajando en el taller. De hecho, en septiembre inaugurarán su última gran escultura, la que acababa de terminar cuando murió".
Profesora, desde su perspectiva, ¿cuáles fueron los mayores aportes de Sergio Castillo en el desarrollo de la escultura en Chile?
Sergio colaboró en la renovación del lenguaje escultórico local. Cuando comenzó en la década de los 50s a forjar trozos de acero y soldarlos para de esa manera construir esculturas, significó una verdadera revolución porque hasta ese entonces los materiales aceptados para hacer esculturas eran la piedra y la madera tallada desde un bloque y el bronce fundido. Sin duda que esto contribuyó a expandir las posibilidades de la disciplina en el Chile de esa época y, por supuesto, tuvo repercusiones para la escultura posterior.