Carlos Huaico, director de "La madre del cordero":

"Si hay algo que nos caracteriza, es que nos hacemos cargo de nuestra realidad"

"Si algo nos caracteriza, es hacernos cargo de nuestra realidad"

Si nos quedamos en la superficie, "La Madre del Cordero", obra inspirada en las canciones de Tito Fernández "El Temucano", relata la historia de amor entre Venancio, un peón de fundo, y Rosa, la hija del patrón. Pero yendo un poco más allá, esta obra, como las anteriores de la Compañía La Oruga, se hace cargo del retrato de la sociedad, abordando temáticas como la violencia e inequidades sociales.

"La Madre del Cordero" es la tercera obra de autoría de Carlos Huaico, quien en 2006 ganó el Premio Eugenio Guzmán a la mejor dirección en el Festival 6 para Nuevos Directores Teatrales por su obra "Marchitos", montaje que presentó en enero de este año en el Festival de Teatro Cielos del Infinito realizado en Punta Arenas. Siguiendo con los reconocimientos, en 2007 obtuvo una mención honrosa en el Festival 7 para Nuevos Directores Teatrales por su obra "Grasa". En su último montaje, Huaico se atreve con una mezcla de teatro, danza y música en vivo, en el cual los actores cantan y los músicos, siempre presentes en escena, participan de la acción dramática tanto como los actores.

¿Por qué te interesó trabajar sobre la base de las canciones de Tito Fernández?

La música de Tito Fernández y toda la cultura popular ha estado muy presente en mi casa, que es muy de clase media, muy de radio AM. Entonces yo una vez escuché a un director chileno decir "me gustaría llevar los poemas de Vicente Huidobro a escena", y cuando él dijo eso, yo pensé 'bueno, ¿de qué me hago cargo yo como director? ¿En qué aporto?' Y dije 'yo tengo que hacerme cargo de llevar la música popular a escena'. Ahí surgió la idea y empecé a trabajarla desde hace mucho tiempo.

También es un poco tratar de hacerme cargo de lo que pasa en nuestra cultura y de ser particular para mostrar las cosas. Que otros se hagan cargo de poéticas de Europa, pero yo tengo ganas de decir algo más local, porque nosotros somos de Talagante y el hecho de ser de Talagante, a pesar de que se pueda considerar que queda muy cerca, es muy distinto, nos da una particularidad y eso se ve en la obra.

En la reseña de tu obra, aparece que prometes llevar a escena una porción de chilenidad en formato teatral, sin embargo hay muchas formas de plasmar la chilenidad. ¿Por qué elegiste la representación del mundo campesino?

Talagante es una suerte de mundo ecléctico, donde conviven por ejemplo autos modernos con carretas. La obra es una porción de chilenidad pero sin caer en el cliché del folclor: no hay chupallas ni ponchos, y creo que en la obra se ve perfectamente lo que es Talagante, esta dialéctica entre el campo y la ciudad.

¿Cuál es tu percepción de la obra con respecto a tus anteriores montajes?

Creo que con esta obra crecimos todos: yo crecí como director, crecimos como compañía, los actores están mucho más grandes. Pienso que fuera del juicio de gusto, la obra está bien lograda técnicamente. Sólo con los actores hay un trabajo de siete meses atrás y yo llevo un año trabajando solo con algunas personas, entonces creo que eso se ve, y uno queda tranquilo cuando se llega a un resultado así.

Si uno se pregunta si es o no un aporte nuestro trabajo, yo creo que sí lo es, porque entrega una mirada, un discurso, un lenguaje teatral. Seguramente cuando hagamos más obras esto va a ir mejorando, y nosotros como compañía también vamos a ir creciendo en términos de calidad, pero a mí me tiene contento el resultado porque creo que logramos ser un aporte con respecto a lo que hay ahora.

En "La madre del cordero" la música tiene un papel muy destacado. ¿Qué importancia le das tú a la música en vivo?

El tema de la música en escena tiene varios factores: uno de ellos es el por qué ocultar algo que está sonando. Pero además, en el proceso de creación de la obra los músicos trabajaron igual que los actores, hicieron el mismo training, se sometieron al mismo proceso, trabajaron la misma cantidad de tiempo e hicieron el mismo tipo de ensayo, porque cuando se decidió que ellos iban a estar en escena, tuvieron que entender que tenían que tener una cierta corporalidad, un cierto trabajo físico, un cierto trabajo disciplinario extra del musical. Ellos siempre fueron parte del proceso y se le empezaron a dar indicaciones a los músicos junto con las indicaciones que se les daban a los actores, entonces fue algo súper imbricado. Y bueno, yo también soy músico, entonces para mí el tema de la música es algo fundamental.

¿Cómo llegó un egresado de derecho y músico al mundo del teatro?

Yo entré a estudiar derecho y no me gustaba. Me iba bien, eso era lo más paradojal, y como me iba bien -y yo era chico todavía, tenía 17 años- me empezaron a dar permiso para ir a tocar a lugares. Entonces yo tocaba jueves, viernes y sábado, y con la plata que ganaba, me pagaba las clases de música. Llegaba de la universidad y en la tarde tenía clases de bajo, de armonía, teoría y canto. Estuve mucho tiempo haciendo eso. Después egresé, hice mi práctica, alcancé a trabajar de abogado, pero lo pasaba pésimo.

Tocó la coincidencia de que con el grupo que tenía íbamos a grabar un disco, y justo antes de grabarlo nos peleamos. Entonces quedamos varias personas en torno a ese grupo de música y de repente surgió la idea de hacer un musical. Hicimos "Jesucristo Súper Estrella" en Talagante, y de a poco nos empezamos a constituir como compañía, empezamos a crecer, tomamos algunos talleres con actores y en un momento me dije que teníamos que estudiar esto de verdad. Ahora estoy terminando el Magíster en Dirección Teatral, y junto conmigo, todo el resto de la compañía empezó a estudiar actuación. Ahora ya estamos dedicados profesionalmente a esto que partió como un juego, pero terminamos haciéndolo en serio, porque había que hacerlo así.

¿Hay alguna línea temática que sigan como compañía?

C: Yo no me había dado cuenta hasta este tercer trabajo, que nuestras tres obras parten de manera muy lúdica y de repente aparece la violencia, la agresividad, el maltrato, la injusticia. Estos elementos empiezan a aparecer, y no como un discurso que queramos transmitir, sino que afloran porque son parte de nuestras realidades.

P: Por ejemplo, para que yo trabajara mi personaje, Carlos me dijo 'Rosa es una rosa y Margarita es una margarita', con todas las diferencias que pueda traer. Nunca hablamos de clases sociales ni de roles ni de pobreza. Esas fueron conversaciones que se dieron después, cuando nos dimos cuenta de para donde se empezó a ir la obra.

C: Dejamos hablar mucho a la escena. Seguramente en nuestro próximo proyecto también van a empezar a aflorar nuestras propias realidades sin quererlo, pero creo que si hay algo que nos caracteriza, es que nos hacemos cargo de nuestra realidad, no de realidades inventadas, o de realidades que nos ofrezca la dramaturgia de otro país. Cuando uno empieza a trabajar sin una pretensión, empieza a ser más honesto. Yo creo que el trabajo de nosotros es honesto: esto es, en esto vamos, aquí van seis años de trabajo. Yo creo que eso es lo bonito de la compañía, y a la gente que se va incorporando esa energía le gusta mucho, que es una energía sin pretensiones. Hagámoslo lo mejor posible, preocupémonos de los detalles, seamos profesionales, hagamos las cosas con rigor. De eso si nos podemos hacer cargo, de tratar de ser disciplinados, rigurosos, y de tratar de ser un aporte pero trabajando con honestidad y sin pretensiones. No pedirle a la obra más de lo que es. No podemos hacernos cargo de todas las mujeres sufridas de Chile, de todas las relaciones de pareja, no, cada actor le da su particularidad a su personaje y transforma a la obra en lo que fue.

Si bien el hilo conductor de "La madre del cordero" es la historia de amor entre Venancio y Rosa, esta obra adquiere complejidad en su apertura a múltiples temáticas adyacentes.

"La obra se hace reflexiva cuando la gente se lleva una pregunta para la casa"

En "La madre del cordero", Pamela Alarcón encarna a Margarita. Esta actriz egresada de actuación de la Universidad de Chile, pertenece al lado santiaguino de los integrantes de la Compañía La Oruga, y como comenta, "yo llegué cuando la compañía ya estaba más establecida. Carlos estaba en primer año de magíster y la hermana de él (Priscila Huaico) estudiaba y era compañera mía de actuación. Un día necesitaban un reemplazo para una obra infantil y así empecé. Me encantó enseguida: en Talagante es otro ritmo, la gente, la energía de la compañía, y ahí dije 'aquí me quedo'. Los chiquillos empezaron a estudiar, también empezó a ir más gente de aquí para allá y así se fue formando un grupo".

¿Cuál dirían ustedes que es el valor que tiene hacer esta reactualización de Romeo y Julieta?

P: A mí me parece que el tema del amor es fundamental para cualquier temática, pero más allá de la historia de Venancio y Rosa, la obra se abre a otras cosas, y empezamos a ver injusticia, diferencias sociales, violencia, relaciones humanas, en fin, se abre a cosas súper cotidianas. Como la obra se sitúa en el campo la gente puede pensar que trata de algo muy antiguo y no, es algo que sucede en las relaciones humanas de hoy; la infidelidad, el maltrato, entonces al final la historia de amor termina siendo como el pretexto.

Si bien el hilo narrativo principal de la obra se centra en la historia de Venancio y Rosa, estos personajes principales no se quedan en una tipificación maniquea. Como comenta Carlos, "el Veno es un personaje súper contradictorio: ama a las mujeres, no sabe como amarlas ni como enfrentarse al amor. Es un tipo que tiene problemas para enfrentar la ternura, que la tiene, entonces el trabajo de ese actor es súper bueno porque logró dar con todas esas contradicciones que la obra ofrecía. Y al final, cuando Venancio termina diciendo que se va a robar a Rosa, eso muestra cómo la violencia es tan nuestra, que nos ha marcado tanto durante tantos periodos distintos de nuestra historia. Sin ir más lejos nuestro escudo nacional dice 'por la razón o la fuerza'. La gente podría pensar que esto pasa sólo en el campo, pero no es así, sino que es transversal, el público que ha ido no es público de campo y le gusta mucho y se siente identificado".

Y agrega: "Como creadores de la obra dejamos la posibilidad abierta de que el público opine. Le dejamos la pregunta instalada al espectador, y él tomará su propia respuesta. En ese momento la obra se hace reflexiva: cuando la gente se lleva una pregunta para la casa. No se llevan mi discurso, ni lo que yo pienso del machismo, de la violencia o de las relaciones padre-hijo posesivas. Yo pienso que a la gente la obra le gusta primero por el aspecto formal -la iluminación, el vestuario, la actuación, el lenguaje, la música, en fin- pero el espectador termina haciendo un juicio desde el fondo. Eso es lo bonito de este trabajo, que el aspecto formal sirve para entrar a la obra pero al final uno se queda con lo profundo que ésta plantea".

Sobre la obra en específico, Pamela agrega: "ha sido un trabajo tan complejo, con tantas capas y a veces tan sufrido, pero lo hemos pasado tan bien que el resultado para mí es pleno. A mí me encanta la obra, encuentro que fluye, me encanta que a la gente le guste, que se entienda, porque para mí es fundamental que el teatro se entienda y que no aburra. Creo que hemos logrado hacer un gran trabajo a partir de una historia sencilla; es un trabajo que se abre a otras dimensiones y ha superado las expectativas incluso de Tito Fernández, que en su momento nos imaginó con chupalla y con poncho". Y es que después de tanto trabajo, los chicos de La Oruga terminaron haciéndose amigos de "El Temucano". Mal que mal la obra nació y está inspirada en sus canciones.

"Como yo tenía la idea de hacer la obra, me conseguí el mail de Tito Fernández y le escribí muy extenso explicándole todo. A los dos días me llega una respuesta que decía 'llámame', y agregaba un teléfono. Esa fue toda la respuesta que me dio. Lo llamé, le expliqué de nuevo y me dijo ven a verme. Fui, estuvimos hablando como cinco horas y me dijo 'ya, hazlo. Si han venido como 25 personas a pedirme lo mismo que me estás pidiendo tú, y ninguno ha sido capaz de estrenar nada. Incluso de Argentina me han llamado'. Así que empezamos a trabajar", relata Carlos.

Como compañía postularon a un Fondart para montar la obra, y aunque no se lo ganaron, decidieron hacerla igual. Faltos de recursos, la ayuda financiera provino de su fuente de inspiración. Como comenta Carlos, Tito Fernández "fue una vez a la casa donde nos juntábamos a ensayar en Santiago y de repente dice 'qué bonito aquí. ¿Por qué no hacen un concierto para que junten plata para la obra? Yo vengo a cantar' E hizo un concierto para nosotros". Y continúa: "él siempre decía que no le gustaba el teatro. Decía 'no entiendo por qué alguien tiene que hacer de otro. ¿Por qué no hacen de si mismos no mas?'", comenta riendo. Pamela señala: "Al final llegó al estreno con su señora y estaba muy contento con el resultado, porque también se había imaginado una cosa muy folclórica, muy costumbrista, con chupalla y ojotas". Carlos concluye: "Para nosotros es un orgullo haber hecho lo que hicimos, y sobre todo que a él le gustara, que es el dueño de la poesía y quien nos inspiró la obra".

Últimas noticias