Académica del Departamento de Artes Visuales:

Nury González: "No hay país sin memoria"

Nury González: "No hay país sin memoria"

"Mucha gente dice qué es Paraguay y yo creo que es uno de los lugares más fascinantes del cono sur", explica la académica del Departamento de Artes Visuales y de la Escuela de Postgrado de la Facultad de Artes, Nury González. Hace unos años, la primera mujer en recibir la Orden del Yakaré de manos de Carlos Colombino, ganó una beca de residencia en ese país estrechando, así, vínculos con artistas paraguayos.

"En esa oportunidad, yo trabajé básicamente con los artistas jóvenes paraguayos, para que se constituyeran, para que no buscaran espacios oficiales y una de las consecuencias de eso fue la creación de la Fundación La Ura", recuerda Nury González, miembro del directorio de dicha institución. Precisamente, es un encuentro en ese lugar el que la llevará hasta Paraguay, lo que sumado a las negociaciones para exhibir en Asunción las obras de artistas emergentes que hayan pasado por el Magíster en Artes Visuales de la Universidad de Chile y la ponencia que realizará en el marco de las actividades que organiza el Museo del Barro, tendrán a la académica del DAV con su agenda copada mientras permanezca en ese país.

"Es un seminario que dirige Ticio Escobar. Dura todo el año, pero durante esta semana se realizarán ponencias con gente que viene de afuera y a mí me invitaron para hablar sobre mi trabajo en la Bienal de Valencia", señala la artista, agregando que "me invitan porque llegué al montaje de la Bienal como dos semanas antes y estuve en todo el proceso con Ticio. Además, juntaron lo de la Fundación La Ura con lo del seminario y por ese nexo muy cercano que tengo con los artistas jóvenes paraguayos es que para Ticio era importante que yo presentara mi trabajo en ese contexto", explica.

¿Cómo surge esa cercanía con los artistas jóvenes tanto paraguayos como chilenos?

Desde mi beca de residencia en Paraguay. Ahí yo trabajé principalmente con artistas jóvenes paraguayos y nació la Fundación La Ura. La Ura es un espacio donde hay talleres de cine, grabado, donde yo hice una clínica para artistas el año pasado con un proyecto FONFEC, de Asunción, en que participé como artista invitada extranjera. Acá, yo tengo un vínculo de casi diez años con el proyecto de la galería Balmaceda 1215 -no con los talleres. Con Ximena Zomosa nos dimos cuenta que, al pasar el tiempo, se había transformado en un espacio desde donde partían muchos artistas. Ahora que cumplimos 10 años el 2008, estamos lanzando un curatoría súper linda que se llama "10 años atrás". Así celebraremos los 10 años. Además, en mi segundo año de docente en el Magíster, me parece interesante hacer una curatoría y llevarlos al Museo del Barro porque puedo proponer eso allá. Hace como dos años, Carlos Colombino, uno de los artistas más importantes a quien yo le digo el padre de la Patria, me dio la Orden del Yakaré, una condecoración que creó para los intelectuales o artistas que aportaban a la cultura paraguaya. Fui la primera mujer condecorada. Tengo un vínculo muy fuerte y me interesa el cruce en el cono sur de los artistas y con Paraguay especialmente porque creo que es un país muy inquietante, muy especial.

¿Cómo era la situación para los artistas jóvenes hace 20 años?

En esa época el sistema era distinto y existían concursos: La Colocadora Nacional de Valores, la Bienal de Gráfica de la Católica, el Salón Oficial de la Chile, entre otros. Uno concursaba y cuando quedaba era increíble. Eran concursos abiertos -no como ahora que generalmente son con invitación- y ahí empezabas a participar. No había espacios más específicos para artistas jóvenes como ahora está Balmaceda, la Bech, Concreta en Matucana. Existía, en esa época, la galería Sur, que era como alternativa, vanguardista y además era plena dictadura y la situación era completamente distinta. Ahora hay muchas más posibilidades.

¿Hace falta más gente que se preocupe de darles un empujón a los artistas jóvenes?

Yo creo que los artistas jóvenes tienen todas las facilidades del mundo en este minuto. De hecho, tienen el FONDART. Uno en esa época jamás hubiese pensado que te podían financiar una obra. Ahora existe la posibilidad que un cabro recién salido tenga un proyecto de hasta 5 millones. Yo creo que los artistas jóvenes tienen muchas posibilidades ahora, muchos lugares, muchas salas como la Juan Egenau. Hay miles, realmente.

Entonces, ¿qué la impulsa a usted a preocuparse de este grupo?

Yo en Balmaceda trabajo hace 10 años ad honorem porque creo que uno tiene un deber. Si uno se ha ganado un FONDART, que es plata del Estado, tiene el deber de devolver la mano, de hacer algo por el otro, de mirarlo y enseñarle. Además, encuentro que las generaciones jóvenes de ahora son súper amables. Hay una relación de mucho respeto y a raíz de eso también me interesa estar ahí y crear espacios, posibilidades. Para mí es como una cosa Chile País. La idea es que en ese lugar, donde hay talleres para jóvenes que provienen de colegios subvencionados, puedan tener las mejores obras. Nosotros partimos en Balmaceda e invitamos a Dittborn, a Díaz, a Langlois, a los mejores. Es un deber, al igual que hacer clases en la Chile. Aquí no te pagan como en otras partes, pero para mí es el mejor lugar porque me siento como en mi casa. Creo en la educación estatal y creo que es mi responsabilidad política, social y cultural con el país.

Existiendo tantos espacios, ¿por qué cree usted que la gente no se acerca al arte?

Lo que sucede hoy en este país es que la plaza y el museo se cambiaron por el mall. Es un cambio de tipo sociológico y responde al estado del país. Dicen que la cultura es aburrida y, buena o mala, la serie Héroes del 13 ha sido total y es historia. Ese concepto de que la cultura es aburrida es un absurdo. También es una cuestión de educación y creo que aunque sea majadero decirlo, uno está viviendo las consecuencias de la dictadura. O sea, se terminó hace rato, pero son generaciones que crecieron de otra manera y el resultado de ve ahora, dramáticamente. Este es un país que cambio de muchas maneras. Por ejemplo, a raíz de Medidas Preventivas uno se pone a pensar en qué ha sucedido en estos 100 años y no ha cambiado nada. Una de las cosas más claras de por qué se produce la matanza, es este petitorio de 21 medidas que tenía los obreros y que son lo mínimo de dignidad humana para un trabajador. 100 años después se está discutiendo un sueldo ético, lo que para mí es lo mismo que las 21 peticiones. Qué son 145 mil pesos para una familia de cuatro personas que sólo en locomoción gasta 60 mil. O ahora, que por la conmemoración deciden sacar los huesos de las fosas comunes de Iquique y dicen que, quizá, los huesos no son los huesos de los obreros, y tú ves que los huesos del Patio 29 parece que no son. Es una constante que parece que no se lograra solucionar. Yo encuentro muy abismante cuando te enfrentas a la matanza -un hecho obrero emblemático en la historia de Chile- y miras ahora y ves en qué están los obreros: no hay estabilidad laboral, un sueldo mínimo miserable, y así.

Medidas Preventivas

Liderado por Nury González, "Medidas Preventivas" es un proyecto artístico que combina la visualidad y la teoría en torno a lo acontecido el 21 de diciembre de 1907 y que hasta hoy se conoce como la Matanza de Santa María de Iquique. Nury González, Pablo Langlois, Gonzalo Díaz y Paz Errázuriz son los artistas que crean las obras que se exhiben en la librería Metales Pesados, cuya editorial, además, se hará cargo de la publicación de un libro en el que participan Isabel Jara, Gonzalo Arqueros, Willy Thayer y Roxana Pey. "Medidas Preventivas" no sólo busca plasmar las reflexiones de los artistas en sus obras, sino que a la vez, dejar un documento en que estos cuatro teóricos den cuenta, desde sus diferentes disciplinas, de lo que ocurrió hace 100 años.

Esas reflexiones de las que me habla, ¿la asustan o la impulsan a hacer algo al respecto?

No es que me asuste. Yo creo que hay que fijar esto. El problema de ese país es la falta de memoria, el olvido, por eso para mí es interesante. Lo bueno es que Metales Pesados presentó un proyecto al FONDART, lo ganamos y tenemos publicación financiada. Me interesa que quede ese libro -con textos de un historiador del arte, de una historiadora, de un filósofo, de una bióloga- y las obras de estos cuatro artistas que pensaron en el hecho. No es un homenaje ni una conmemoración, es dejar un signo, un gesto, una huella. Por eso las obras son como íntimas, silenciosas.

Su obra es súper potente.

Está mal que yo lo diga, pero a mí me gusta mucho. Creo que lo resume muy bien. En el fondo son todos los nombres de todos los caídos durante 100 años. Siento que tiene esa cosa silenciosa, no estridente, calmada. Como un gesto poético también. Yo pensaba trabajar mucho con los documentos, poner en visibilidad "hace 100 años y ahora" y me daba cuenta que no daba el trabajo, no lograba dar un salto adelante. Cuando venía de San Felipe, por la carretera, vi estos jarrones y me acordé de una historia de mi abuela. Ella decía que en su pueblo -era española- para blanquear la ropa la ponían en estas especies de tinajas con aceite de oliva y le echaban cenizas. Cuando el agua salía blanca quería decir que ya estaba blanqueada. La ceniza tiene esta doble cualidad, como de blanquear la ropa sucia y, a la vez, representar esos nombres. Además, la tinaja está hecha hace como 100 años y tiene la huella de la manualidad. También es un ánfora, por otro lado. Tiene como miles de lecturas, no se cierra.

¿Por qué se interesaron en un proyecto de esta naturaleza?

Porque todavía existe gente utópica en este país.

¿Cuesta encontrar gente así?

Es que yo provengo de una generación en tránsito. Yo conocí y viví en una época en que la Universidad de Chile era lo peor, totalmente intervenida, una época muy efervescente cultural, política y socialmente. Esos vínculos me han quedado de por vida. Mi relación con la Nelly Richard, Sergio Parra, Eugenio Dittborn, Gonzalo Díaz, Langlois padre, la Paz Errázuriz. Yo tengo un vínculo como histórico, lo que con Ticio Escobar siempre llamamos el cariño histórico. Hay una cosa que es inquebrantable. Tú puedes tener diferencias, pero son productivas.

¿Eso se ha perdido de alguna forma?

Yo creo que los jóvenes viven otra historia. Uno no les puede pedir a ellos que tengan los mismos intereses, inquietudes y problemáticas que nosotros. Hay muchos alumnos míos que nacieron en el año 80. Se criaron en otro país, en otra historia y un artista siempre responde al momento histórico en el cual está viviendo y el momento histórico ahora no es el mismo que hace 20 años atrás. Las urgencias son otras. Antes, el arte estaba ahí para decir muchas cosas a través de las obras. Son tiempos distintos.

Pero en su caso, el tema de la memoria está presente en su trabajo.

Sí. No hay historia sin memoria, no hay país sin memoria, no hay vida sin memoria. Ahora, todo es finito, aparece y desaparece inmediatamente. Quizá son otros tiempos, pero a pesar de eso hay una cuestión constitutiva de la historia que yo creo que son los hechos históricos, la memoria y uno no puede despejarse de eso. Así es no más.

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