Cristina Valenzuela, secretaria del Departamento de Artes Visuales:

34 años en la trastienda del arte

34 años en la trastienda del arte

"Recuerdo que las postulaciones estaban en Amunátegui, en las Oficinas de Selección y Admisión de Personal. Teníamos que dar exámenes de dactilografía, de matemática y, posteriormente, de castellano, hasta que llegábamos a la entrevista con el psicólogo. Después de eso, la Oficina de Selección veía si necesitaban algún cargo en alguna unidad académica, y formaba la terna con personas con las mismas características, condiciones y estudios para postular", recuerda la señora Cristina o tía Cristina, como la llaman algunos estudiantes del Departamento de Artes Visuales.

María Cristina ingresó como secretaria en la Facultad de Bellas Artes en abril de 1973, pero además conformó una terna para otra unidad de la Universidad de Chile. "Estuve postulando al DI, al Departamento de Investigaciones de la Universidad de Chile, pero no quedé, creo que mi destino era la Facultad de Artes", explica esta secretaria que ya lleva 34 años ligada a esta Facultad y, específicamente, al actual Departamento de Artes Visuales.

"A mí siempre me gustó donde estaba ubicada antiguamente la escuela. Cuando llegué, los talleres de escultura estaban en el subterráneo, en unas salas enormes, y en el primer piso estaban los talleres de pintura. Arriba, en el tercer piso, estaban los talleres particulares de algunos profesores que muchas veces eran visitados por los estudiantes después que terminaban las clases y hacían una vida como de familia", recuerda María Cristina sobre el poco tiempo que alcanzó a estar en el Parque Forestal. A los pocos meses de su llegada, ocurrió el golpe de Estado y en 1974 la Facultad se trasladó hasta Las Encinas.

"Era un momento terriblemente malo y no se sabía qué podía pasar", explica hoy una de las pocas funcionaras que quedó en la Facultad. "Se fue toda la gente de la Oficina de Personal, de Secretaría de Estudios, etc. Imagínate, quedé con Alicia que venía de otra parte y la señora Gloria Muñoz, que jubiló a los 20 años de servicio. Estuve sola como secretaria en la dirección del Departamento hasta que llegó la Janet a reemplazarme en el 1989".

Luego del Golpe, la Facultad de Bellas Artes sufrió una drástica reestructuración. A la reducción de personal administrativo, se sumó el despido masivo de académicos y su posterior reemplazo por nuevos profesores. "Quedaron ayudantes que actualmente ejercen como profesores titulares y/o asociados. En el momento de la reestructuración conocí a algunos profesores que se fueron, y a los pocos que quedaron. Sobre los alumnos, no los alcancé a conocer de abril a septiembre, por lo que no sé si los estudiantes fueron perjudicados o si hubo desaparecidos en esa época".

La llegada a Las Encinas

En 1974, la Facultad de Bellas Artes se trasladó hasta el lugar que ocupa hasta la fecha. Hasta Ñuñoa (sede Las Encinas) y la Escuela de Canteros, (en calle Los Olmos) llegaron los estudiantes, funcionarios y académicos que continuaron ligados a la Facultad. Antes del 1973, había carreras en el local de Arturo Prat, José Miguel de la Barra, Santa María, Miraflores. En esta última, estaba el Decanato, la Oficina de Personal, el Jefe de Administración, Secretaría de Estudios y Contabilidad entre otras unidades, "propiedades de las que finalmente no se supo su destino", señala María Cristina.

Cuando llegaron hasta Las Encinas, la construcción no estaba aún terminada y el cambio con la antigua Escuela fue notorio. "Quizás, podría decirse que era horrible porque esto era un pasillo que estaba abierto, era como una casa de campo. Las oficinas (refiriéndose al Departamento de Artes Visuales) estaban en el primer piso y los subterráneos, destinados a bodegas, pasaron a ser salas de clase para el Departamento de Teoría de las Artes. Todo lo que era jardín, era pura tierra. Me acuerdo que pasaba un caballo arando la tierra para poder ablandar el terreno y así plantar árboles", cuenta María Cristina.

"Cuando los alumnos postulaban a las carreras, desde este pasillo, a viva voz, se llamaba la lista de espera de los estudiantes. Era horrible y bien campestre, pero llegaban muchos alumnos en esa época", recuerda acerca de los antiguos períodos de postulación. Al igual que María Cristina, quienes alcanzaron a estar en la antigua escuela, concuerdan en que los cambios fueron evidentes. "El ambiente era diferente. Yo compartía mucho en ese tiempo con los profesores, en el sentido de amistad y respeto, no olvidando que uno era el profesor y la otra persona el funcionario. Por ejemplo, si un profesor hacía un asado, iban todos porque había una familiaridad en la Facultad que ahora no se ve. El quiebre creo yo, vino después del 11 y yo diría que en un 80 o 90 por ciento, esa unión ya no existe".

Luego de la renuncia del prof. Matías Vial al decanato en 1974, llegó a este cargo el artista Kurt Herdan. "Él era extranjero y a pesar que no cortó cabezas, trató de conservar lo que más pudo", recuerda María Cristina, agregando que la llegada del Sr. Pedro Félix de Aguirre al decanato el año 1980, sí vino a representar un nuevo terremoto en la entonces Facultad de Bellas Artes. La misión que se le había encomendado era fusionar la Facultad de Ciencias y Artes Musicales con la Facultad de Bellas Artes, labor que cumplió a cabalidad, haciendo jubilar a profesores y funcionarios. Estos cargos los pudo ocupar con personas de su confianza que trabajaban en la Universidad de Talca, de donde el había sido Vicerrector.

"Lo que estábamos viviendo era otra tragedia. Muchos profesores se fueron, otros fueron trasladados al Pedagógico y a otros los echaron olímpicamente siendo buenos artistas y buenos docentes", explica María Cristina sobre ese período, agregando que "cuando un decano viene con todo el respaldo de gobierno, puede reestructurar la facultad, hacer lo que él quiere y hay hasta reglamentos que lo respaldan".

El otro lado de la moneda

María Cristina no sólo fue testigo privilegiado de todo lo que ocurría en la Facultad de Artes, sino que además, su estadía en la misma marcó su vida. En 1983 trasladaron hasta Las Encinas a un secretario del Departamento de Teatro. "Fuimos amigos mucho tiempo, íbamos a exposiciones y yo lo llevaba con el afán de que se distrajera, de que cambiara de ambiente, y tú sabes, no nos dimos ni cuenta cuando la cosa ya estaba formalizada", recuerda entre risas cómo comenzó la relación que terminó en un matrimonio que dura hasta el día de hoy.

"En ese tiempo, así y todo, pude tener mis hijas feliz y tranquila porque me reemplazaron y pude volver a mi trabajo, tranquilidad que en otras instituciones no se da. Después me reintegré y pedí también que Janet, quién me había suplido en mi pre y post-natal de mi segunda hija, se quedara en el Departamento", explica María Cristina. Desde que sus hijas eran bebés, visitaban la Facultad y "jugaban mientras esperaban la hora de mi salida para regresar a casa. Así fueron pasando los años".

De sus dos hijas, la mayor "salió" artista. A pesar de que estudia kinesiología, "tengo que comprarle óleo y tela, porque en los momentos que tiene libre, para relajarse, ella pinta". Curiosamente, su hija aprendió a pintar con la hermana de María Cristina, quien hizo un curso de extensión en el Departamento con el objeto de perfeccionar sus conocimientos. "Creó que de todos modos algo corre por las venas", sentencia.

"Todavía me quedan ganas"

"Yo he aprendido aquí a ser lo que soy. Tú vas creciendo y la experiencia te enseña a vivir con otras personas, con el grupo con el que te tocó. Yo he tenido suerte, he podido vivir tranquila, y ayudar a solventar lo que mi vida es en familia. Soy una agradecida", señala María Cristina al hacer un balance sobre lo que ha sido su paso por la Facultad. "Que los ambientes han cambiado, sí, pero como toda la idiosincrasia del país también. Pero como te digo, es por las generaciones que van cambiando, evolucionando y todo es diferente. Todo más frío claro, porque para continuar viviendo, tienes que ir al compás de la máquina que no te permite parar. Si lo haces, pierdes".

María Cristina se queda con lo bueno porque "la vida es un vaivén y hay que saber llevarlo con sabiduría, ser cada vez mejor porque tú nunca dejas de aprender". Sin embargo, y como ella misma reconoce, los años no pasan en vano. "A pesar que a veces me cuesta despertar, vengo a trabajar porque todavía me quedan ganas y también por el cariño que le tengo a este lugar".

Para concluir, María Cristina vuelve a los orígenes de la antigua Escuela y lo que más añora de sus 34 años en esta Facultad: "este lugar nunca se va a comparar con el antiguo edificio del Parque Forestal, creo que era el sitio y espacio ideal. Aquí tú puedes hacer todos estos jardines pero nunca va a ser lo que era allá. Los estudiantes salían con sus caballetes a esa media luna y todos trabajaban. Para la fiesta de la primavera, recuerdo que los talleres de escultura se atestaban del suelo hasta el techo de flores. Yo cuando bajaba y veía esto era igual que estar soñando, eran metros y metros de flores. Era maravilloso. Tal vez, el mejor tiempo para recordar".

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