Antonio Guzmán, artista visual, curador y profesor de la Universidad Católica Silva Henrquíquez (UCSH), invitó a Luis Montes Rojas a presentar la exposición La casa en ruinas en el Espacio San Isidro -perteneciente a dicha universidad-, en el marco de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
De allí que desde el martes 6 de junio y hasta el 14 de agosto quienes visiten la exposición, se encontrarán con diez reproducciones escultóricas de los pináculos que coronan el Palacio de La Moneda y que tras el bombardeo realizado por la Fuerza Aérea de Chile el 11 de septiembre de 1973, uno de ellos resultó dañado. Así como también, encontrarán un texto curatorial realizado por el artista visual y académico del DAV, Mauricio Bravo.
“Siempre he pensado qué significaría haber visto el Palacio Presidencial destruido, pero por sobre todo, imagino el significado de cada trozo de muro, de cada pedazo de madera quemada, y cuánto atesoraban esos escombros del acontecimiento histórico”, contó Luis Montes Rojas, quien para la realización de las obras hizo un estudio de los registros fotográficos de los 80 pináculos del Palacio, de los cuales sólo uno resultó dañado por los rockets lanzados por los aviones que atacaron La Moneda.
“Nuestra experiencia del golpe de Estado -para quienes aún no nacíamos en esa fecha-, se conforma a partir de imágenes fotográficas o de las filmaciones del bombardeo y con eso, francamente se nos hace inimaginable”, dijo el escultor, quien a través de los los pináculos buscó mostrar la importancia de éstos por ser un signo visual pregnante de esa arquitectura para los habitantes de Santiago.
Así consiguió con el Ministerio de Obras Públicas el préstamo de uno de esos modelos y pudo realizar la reproducción a escala real, que es la que actualmente se presenta a la vista del público en “La casa en ruinas”: “ya fuera de su lugar, fuera de escala”, como indicó Montes Rojas.
De este modo en Espacio San Isidro se pueden observar los 10 pináculos –que corresponden a los que se ubican en el frontis- dispuestos perimetralmente. Uno de ellos se encuentra quebrado, tirado en el piso, sobre telas rojas que aluden al cortinaje de la casa de gobierno. “Una metáfora de la destrucción de la democracia a partir de las huellas materiales de un acto cuya violencia no alcanza a ser nunca totalmente capturada por el mundo del arte”, adujo el vicedecano de la Facultad de Artes.
Buscando una posible una memoria material a partir de la ruina de una casa que guardaba la tradición democrática y que fue destruida, Luis Montes Rojas vuelve a presentar “La casa en ruinas” -que ya había sido exhibida en la exposición “Contra la Razón”, en la Sala Matta del Museo Nacional de Bellas Artes en 2019-, y que según sus palabras, “hoy cobra nueva fuerza, al enmarcarse en la conmemoración de los 50 años”.
“Esta exposición en una universidad donde se forman artistas y en especial, docentes, permite insistir en la instalación de una pregunta sobre la historia y sobre la memoria, pero proyectándola hacia generaciones nuevas que deben reflexionar sobre el valor de la democracia y la participación, para fortalecer aquello que nos pertenece: el sentido de lo público y la posibilidad de emitir una opinión”, sentenció el escultor.
Agregó que “esta exposición cobra especial sentido, ya que la primera experiencia que viví con los acontecimientos del 11 de septiembre del 73 fue pasar por fuera de La Moneda, en los años 80 junto a mi madre. Ver las manchas en el concreto producidas por los parches que intentaron camuflar balazos y bombas, y tener mediana consciencia de los acontecimientos políticos de la época, marcan el origen de muchas de mis obras en esos recuerdos, en esa vivencia y en la manera en que esas reflexiones pueden cobrar cuerpo”, explicó el artista visual.
Una producción de obras que siempre ha buscado reflexionar la política desde la escultura, para, como el propio artista plantea: “no olvidar el pasado y pensar en la manera que debemos construir nuestro futuro”.
Luis Montes Rojas agregó además que, “si tuviera que decir de qué se trata la escultura en tanto disciplina, diría que su fundamento es una lucha permanente contra el paso del tiempo. La piedra, el bronce, el pedestal, el monumento mismo, son dispositivos de permanencia. En ese sentido, la escultura ha estado sostenida en la gramática monumental, y en consecuencia, ha sido un agente para la institucionalización de una historia y la instauración de una memoria colectivizada”
El escultor del DAV finalizó aseverando que “los monumentos son mensajes que vienen del pasado y se proyectan al futuro. Sin embargo, la escultura contemporánea -siendo consciente del acervo que constituye la historia disciplinar- debe reflexionar sobre el papel que puede jugar el arte, ya no en la consolidación de una historia interesada, sino más bien, en incidir en las fracturas que permitan la reflexión sobre esa misma historia, en la puesta en crisis de aquello que se da por sentado. Más que consolidar un relato, abrir preguntas sobre la manera en que hemos llegado a este presente. Esa es una forma de contribuir a la apertura de un futuro distinto”.
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