Generar un proceso de encuentro, reflexión, recorridos e intervenciones en el espacio público, a través de obras marcadas por un signo precario y efímero, fue el objetivo central que un equipo interdisciplinario se propuso al iniciar el proyecto Calle y Acontecimiento en el 2000.
Fue así como desde las artes visuales, la música y la filosofía, Virginia Errázuriz, Ángelo Pierattini, Willy Thayer, Claudio Aranda, Natascha de Cortillas, Claudia Monsalves, Ricardo Villarroel, Alfredo Da Venezia, entre otros, dirigidos por el académico del DAV, Francisco Sanfuentes, se reunían continuamente para reflexionar en torno a la relación del arte y la calle, compartir y discutir los proyectos que se iban generando, organizar las acciones colectivamente, etc. Un trabajo que desembocó en un largo proceso de intervenciones, la edición de un casete y el libro Calle y Acontecimiento, ambos en un tiraje de 1.000 ejemplares.
“En la calle no existe de antemano una comunidad de sentido para dialogar con aquello que se propone desde el arte, todo es frágil, lo que tiene una significación determinada, se desvanece y precariza, tanto en lo material como en su dimensión de sentido. Justamente a eso quisimos apostar, situarnos en el límite de ese lugar de perdida, medir así o mejor dicho experimentar las precarias relaciones entre el arte y la vida. Por lo mismo los trabajos realizados no pretendían instalarse o dirigirse como obras de arte reconocibles como tal en la calle, sino que eran gestos que si bien venían del arte, utilizando sus modos y formas de lenguaje, probablemente nadie las identificaría como obras de arte, en el sentido más convencional del término: Eran acciones quizás marcadas por sus poéticas precarias, muchas cargadas por la experiencia biográfica de los integrantes del proyecto, que buscaban develar espacios, develar memorias y generar extrañeza y preguntas. Quizás provocar una experiencia en el presente del habitar o transitar de cualquiera la calle…eso que ahora podríamos llamar diálogos intersubjetivos”, dijo Francisco Sanfuentes.
“Por otra parte, desde ese entonces ya nos cuestionábamos el concepto de espectador, no se puede pensar en un público dispuesto tal como existe en galerías y museos, porque en la calle se trata del transeúntes. Por eso nunca se realizó alguna convocatoria o invitación a gente del campo del arte, éramos sólo nosotros en la calle con la precariedad de nuestras acciones, a la vista de todos y de nadie. Eran reflexiones iniciales, pues se podría decir que no existía entonces un campo del llamado arte público, aunque quizás nada ha cambiado mucho, éramos más ingenuos e intuitivos, nos movíamos desde nuestra experiencia concreta y anónima en la calle, las reflexiones de campo iban por el lado o son posteriores, y creo que varios de nosotros seguimos reivindicando ese lugar desde donde situarnos a trabajar, por ello este libro a mi entender mantiene su actualidad, sigue sucediendo en presente y futuro, pues siempre habrá gente que comienza a mirar la calle con interés y deseo, como una pulsión de experiencia y aún no como un lugar de interés desde el punto de vista artístico ”, recordó el artista.
De esas reuniones surgieron diversas acciones de intervención en la calle que hacían hincapié en el cruce entre las artes visuales con la música o el sonido, “en esa época prácticamente no se hablaba en Chile de arte sonoro, a nosotros nos movía una necesidad de integración, de enriquecer los lenguajes en ajuste a la realidad del afuera, sin clasificaciones que definan lo que hacemos de antemano, en la calle, cuando realmente se está en la calle, las cosas se cruzan, se confunden, la calle era un espacio transversal, inabarcable”, indicó
Toda una experiencia de vida y profesional para más de alguno de los integrantes del equipo, como el caso de Claudio Aranda quien señaló, “para mí fue una experiencia muy enriquecedora, intensa y un desafío en mi caso. Hoy en día puedo ver lo mucho que significó y aportó a nivel personal y como artista visual. Recuerdo que estaba empezando en las artes visuales a exponer y adentrarme más en el mundo del arte no tan tradicional, y cada semana cuando nos reuníamos a desarrollar o revisar el proyecto general, pensaba en lo que quería hacer y las forma de realizarlo. No había el espacio para cuestionarme lo que se estaba forjando y la implicancia que podía tener el proyecto en sí o en mí. Eran ejercicios constantes lo que no nos daba la ocasión para ver si lo que hacíamos estaba bien o no. Se trataba de hacer. Pasó bastante tiempo para saber lo que estábamos creando”, indicó el diagramador de la primera y segunda versión del libro, quien además participó en varias acciones visuales y sonoras.
Para Ángelo Pierattini, destacado músico nacional que participó del proyecto, la experiencia también arrojó sus frutos, “personalmente fue una gran experiencia. Primero porque muchas cosas salieron de un grupo de amigos sin mayores pretensiones que hoy en día ven la segunda edición de un libro, lo que ha sido una gran sorpresa. Podría decir que como músico aprendí a reconocer las diferentes texturas en la música y a entender los sonidos como materialidad. Creo que hicimos un gran trabajo sin saber la repercusión que tendría en el futuro”, aseveró.
El acontecimiento
Por otra parte la noción de acontecimiento, fundamental dentro del proyecto, conllevó a reiteradas discusiones dentro del grupo de trabajo. “El proyecto apostaba al acontecimiento en la calle y eso significaba un espacio donde no tenía lugar el arte, entendido como campo delimitado, comunidad de sentido autorreferente. No era un territorio con artistas convocados que lo transformaran en un espacio artístico, interesante o inteligente, sino que era un lugar donde todo iba a perdida. Por eso la apuesta por el acontecimiento subjetivo de cualquier sujeto que se cruzara con cualquiera de estas intervenciones era lo que a nosotros nos importaba. Se podría decir en ese sentido que eso no tenía que ver con el arte, no tenía que ver con el campo, no estaba descrito en el campo”, reconoce el director del proyecto.
A medida que avanzaba el trabajo, surgieron cuestionamientos respecto a cómo describir, cómo pensar y cómo compartir las experiencias vividas durante las intervenciones. Así se fue configurando la figura del libro -que lejos de ser un catálogo que recopila más o menos objetivamente las obras, cosa en general ilusoria aún más en experiencias callejeras- se pensó como la materialización del relato de los procesos internos, lo que se decía y se pensaba, y la referencia precaria, a veces fotográfica, a veces bajo la forma de las fichas que diseñó Da Venezia que recogían los deseos, a veces como relato escrito de lo que aconteció en la calle, quizás como una forma de seducir al lector para dirigir su mirada hacia el afuera, pues el libro no era el objeto, era el relato de lo que sucedió, estaba sucediendo o sucedería afuera donde, según palabras de Francisco Sanfuentes: “uno debiera buscar su propia dimensión de experiencia”.
Con vida propia
Una noche del año 2001, luego de una intervención en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) del Parque Forestal, comenzó a circular el libro Calle y Acontecimiento. Los mil ejemplares comenzaron a recorrer la ciudad gracias a la buena voluntad de librerías, artistas y amigos que posibilitaron su circulación.
De carácter extemporáneo, esta publicación tenía como punto de fuga proyectarse más allá del momento especifico de su aparición, del rendimiento que pudiera tener ese momento. Cuando una acción o publicación adquiere una relevancia puntual o circunstancial queda inmediatamente historizada, inscrita como pasado y clausurando el presente de su experiencia. . Así lo explica el propio Sanfuentes: “el libro apostaba a su renovación o actualización cada vez que alguien lo leyera, porque muchos de los trabajos que ahí aparecían no eran fechados, otros si, en otros se planteaba lo que se iba a hacer en un tiempo indeterminado en el futuro. Entonces de alguna manera el libro, y esa era nuestra fantasía, tomaba vida propia, circulaba, pertenecía a la cuidad, y con ella interactuaba.
Coincidente opinión tiene Claudio Aranda al afirmar que, “lo que marcó el proyecto fue su espíritu, el que existió entre nosotros e hizo que se convirtiera en una forma de vida. Nos bastaba una mesa donde fuera y estábamos constituidos para empezar a trabajar. Desde ahí empezamos a ver la ciudad y la calle desde otra perspectiva, ya no sólo la transitabas, sino la escuchabas, le hablabas, la contemplábamos en su silencio durante la noche, era como tu bitácora personal que poco a poco la fuimos llenando de nuestra vida a modo de testimonios y de pequeños gestos”.
De amplia pero secreta circulación, luego de algunos años el libro despareció de las vitrinas, de vez en cuando llegaban noticias que alguna persona tenía el libro, lo había descubierto por ahí, seguía circulando subrepticiamente, estas consideraciones sugirieron en Francisco Sanfuentes la idea de activar la marcha del Calle y Acontecimiento en una reedición. Fue así como postuló el proyecto al Fondo Rector Juvenal Hernández Jaque, que entrega la Universidad de Chile, para financiar una edición actualizada.
“Si existía la posibilidad de volver a activar esa circulación -de cuestiones que no eran registros de obras antiguas, pues todo lo registrado que más que llamarle obras los nombrábamos como gestos, había desaparecido tal como todo lo fotografiado ha dejado de ser - en el fondo se trataba de reconducir la mirada en la calle, se trataba de provocar esa experiencia en la calle, ese acontecimiento de cualquiera; me aprecia absolutamente pertinente apostar a una segunda edición. Para que eso que el libro proponía, se volviera a multiplicar y volviera a circular quizás ahora por otros canales complementarios a los anteriores, y ahí es cuando aparecen las características especificas del libro de ahora”, señaló el académico.
¿Cuáles son esas características?
El primer libro no estaba bajo ninguna figura editorial. Estaba financiado por proyecto Fondart, nunca nos pareció relevante inscribirnos a una estructura ya existente. Esta es una edición revisada y aumentada, donde se invitó a escribir a Ignacio Szmulewicz y a Hugo Rivera, para que se refirieran al libro en la perspectiva del tiempo. Ahora ya son parte de él. O sea de alguna manera hay una mirada retrospectiva sobre la significación, sobre la historia del libro, pero la historia del libro que ha circulado, que se dijo que tenía unos elementos de visión que eran bastante ingenuos, que quizás eran recursos más bien expresivos del punto de vista escritural o visual, como por ejemplo el abuso de los puntos suspensivos que muchas veces no eran tres sino que muchos más. La decisión radical de no incluir ningún tipo de índice, que no se trataba de dificultar la lectura sino que de provocar la lectura como cuerpo y no la lectura saltada por capítulos que eventualmente a uno le pudieran interesar. Entonces todas esas cosas había que volverlas a repensar desde concepciones editoriales más estandarizadas, en eso mi amigo Hugo Rivera siempre fue una guía y aprendizaje constante. El libro no tenía nada de eso estandarizado, era un libro sin editorial, modos absolutamente abiertos de circulación y ahora no, ahora entraba en el campo formal, cosa que naturalmente me generó algunas incomodidades pues de algún modo el libro lo concebíamos como un organismo que se fue construyendo así mismo desde su necesidad y no como parte de una estructura de normas descritas de antemano.
Entonces ¿Cuál es el producto que verá ahora el lector?
El libro se revisó.Nos juntamos con Claudio Aranda, que fue el diagramador del libro original. Con él estuvimos trabajando y pensamos en incluir algunos trabajos, para actualizar ciertas cuestiones, pero son trabajos que mantienen el espíritu de gestos pequeños de arte que se vuelven completamente precarios en la calle, en el espacio público. Obras que desaparecen, que quedan consignadas levemente en el libro, no quizás como un registro de catálogo. Siempre el libro apostó a dar entender que lo importante no era lo que acontecía al interior del libro, sino que lo que fuera a suceder allá afuera, son conceptos claves que tenía el libro y que se mantienen.
Durante la primera edición, Virginia Errazuriz tuvo la idea de recoger otros tipos de acciones que se estuvieran realizando en la calle. Ella trabajó recopilaciones de los años 80’ pero también obras de estudiantes de los 90’. Entonces a mí me pareció pertinente ahora recopilar obras de estudiantes con los que me relacionaba cotidianamente en ese momento y como en la actualidad estoy ligado en términos de docencia a la Universidad de Chile, tomé trabajos actuales de estudiantes que pudieran coincidir con la naturaleza del proyecto. Entonces si habían recopilaciones de los años 80 y 90 ahora aparecen del 2010, que no pretenden generar una lectura historicista, no pretenden ser un muestreo paradigmático de nada. Nada pretende ser paradigmático en este libro, sino que más bien es un lugar que en el grupo original, todos amigos, compartimos, un desde donde relacionarse, experimentar y recuperar la calle.
¿Continúa la misma estética? ¿Se puede distinguir qué trabajos son de hoy y cuáles del 2001?
Este libro lo publicó la Editorial Universitaria y por su naturaleza, ellos plantearon que perteneciera a una determinada colección como son libros apaisados; libros más visuales, de fotografías o reproducciones de grabado, y por lo tanto hay elementos de la diagramación que cambiaron. Pero se conserva el espíritu general de la diagramación, de la cercanía de imágenes con determinados textos, de la naturaleza que tienen las imágenes, etc.
El libro ahora es de papel Couché, en el original trabajamos con Bond Ahuesado, que para nosotros casi era una decisión política de tomar distancia con la multiplicación de catálogos ultra diseñados en couché de la época. Se pedía en la calidad de las fotos pero se trataba de un libro, no de un catálogo. En esta oportunidad desde la editorial se me planteó cambiar el papel, principalmente por esa razón técnica y pensé que como se trataba de un otro modo de circular y de ser del libro, y la idea no era hacer un facsímil idéntico pues ese libro en tanto materialidad ya había sido, dije “por qué no”, si lo que en realidad importaba era que volvieran a circular las experiencias que el libro contenía….seguir prolongando la mirada hacia la calle.
¿Contiene las fotografías originales o es una copia digitalizada del libro?
Se armó de nuevo manteniendo el espíritu de la primera edición. Hay fotografías originales, otras escaneadas, de alguna manera también la publicación constituye una especie de documento, o sea, el primer ejemplar viene a ser un documento en el cual se registra y se vuelve a reproducir la foto, pero muchas son reproducidas del libro porque ya no existían los originales. En esa época trabajábamos con negativos, las cámaras digitales casi no existían. Y trabajamos con algunas imágenes que estaban digitalizadas, pero no imágenes digitales. Casi todo el libro se trabajó con fotografías originalmente análogas, excepto los materiales más recientes que se incluyeron en la edición.
Calle y Acontecimiento se encuentra a la venta entre otras en las librerías Universitaria, Metales Pesados y Clepsidra. Además lo puedes encontrar en el Departamento de Artes Visuales, ubicado en Las Encinas 3370 Ñuñoa.