Cien voces contando los números del 1 al 160, gente del norte, centro y sur de Chile, además de tres meses de edición y un sistema 5.1 (cinco canales de audio), dan paso a la instalación sonora n. Una muestra cuyo eje no se centra en qué es lo que se dice, sino en cómo se dice.
Así lo explica el artista sonoro y académico del Departamento de Artes Visuales, Rainer Krause, quien afirma, “en la muestra no hay más palabras que los números. Por ejemplo se escucha decir: ciento veintiuno, ciento veintiuno, ciento veintiuno. Entonces cuando uno escucha eso ya no se preocupa de qué dice, sino cómo lo dice y si uno se concentra, se notan las diferencias, aparece el sujeto detrás, el hombre, la mujer, el niño, el individuo que habla”.
Precisamente eso es lo que busca n, reflexionar sobre qué significa la voz humana. Por un lado ligada a la comunicación (dos o más involucrados), pero por otro centrada en un individuo con características particulares. “La voz humana siempre es compleja. En el habla está involucrado un contenido que significa algo, pero también hay una cosa sensible, que se dirige a la percepción. Y por otro lado está el problema de los números, que por si solos no significan nada, si no están en contexto con algo que significa o con una cantidad”, dijo Krause.
La muestra reúne cien voces, un tercio correspondiente a gente del norte de Chile, el otro tercio a gente de la zona central y el último tercio correspondiente a personas del sur del país. Sus voces se escuchan una detrás de otra, todos diciendo los números en español. Uno, uno, uno, uno se escuchará durante tres minutos. Luego vendrá el número dos durante otros tres minutos más y así hasta llegar al 160, lo que dará un total de 8 horas de grabación.
“Son muchas personas pero se escuchan uno detrás de otro. Es una magnitud de personas, pero no se trasforman en una masa. Ahí aparece también la relación entre individualidad y grupo social: todos hablan el mismo lenguaje, pero en forma diferente, especialmente cuando son niños que a veces hablan muy rápido y no pronuncian parte del número. Eso se hace perceptible en la exhibición sin necesidad de buscar una explicación que significa que se hacen presente las voces como acontecimiento sensible que debe producir una experiencia estética”, declaró el artista.
Así, una sala en penumbras, vacía visualmente, pero llena de sonoridad, donde un permanente conteo activa la percepción a los elementos extra y paralingüísticos: respiración, entonación, timbre, todos los elementos que hacen de la voz un fenómeno singular en cada individuo
A tomarse el tiempo
“Este trabajo no tiene nada de espectacular, la sala está vacía, incluso pueden confundirse al principio y pensar que no han instalado todavía el trabajo. La información estética -o la obra de arte- entra a través de los oídos. Visualmente no hay nada que observar y se puede producir, en momentos, aburrimiento para alguien que está esperando una exposición visual. Eso significa que el espectador tiene que estar cierto tiempo dentro de la sala, ya que el sonido se desarrolla en el tiempo y hay que quedarse para conocer lo que pasa, porque cada tres minutos se realiza un cambio en los números”, reconoció el artista.
Sin duda una experiencia poco habitual, ya que a pesar de que estamos acostumbrados a no ver al otro en una conversación -vía teléfono celular por ejemplo-, esta conversación tiene contenido y se da pie a la “imaginación” –la imagen– del otro. En n eso difícilmente ocurre. El rápido pasar de los números imposibilitará el trabajo de la imaginación de los individuos singulares, no obstante permite notar los contrastes en las voces de las personas, diferentes la una de la otra.
El trabajo previo
La antesala del proyecto n en el MAC, fue lo realizado durante el 2014 en Casapoli, centro cultural ubicado en Coliumo, comuna de Tomé en la octava región. Allí el profesor Rainer Krause participó de una residencia artística en donde presentó los inicios del proyecto n, consistente en la grabación y edición de 30 voces distintas, correspondiente a gente de Coliumo, Tomé y Concepción contando del 1 al 400.
Luego de eso un grupo de egresados y estudiantes ligados al arte, se sumaron a este singular proyecto en el que además participa la profesora del DAV, Mónica Bate. A partir de allí decidieron expandir las grabaciones a un territorio más amplio y se sumaron Puente Alto y Maipú, entre otras comunas de Santiago e Iquique en el norte del país.
Luego de las grabaciones, el trabajo más arduo fue el de la edición. Cortar y pegar cada número para luego disponerlos aleatoriamente para que suenen uno de tras de otro. “Eso es un procedimiento denominado espacialización y es parte del trabajo de edición. Con un método de azar evitamos que se escuchen ciertas formas repetitivas en lo espacial, cada voz debe venir de una dirección inesperada. Para eso definimos azarosamente la voz que vendrá de un determinado parlante y el momento en que sonará. Eso da el efecto que la distribución de la gente es aparentemente natural. Es un grupo que se ha agrupado azarosamente”, explicó el artista sonoro.
Colaboración interdepartamental
Con el material sonoro en mano, la tercera parte del trabajo consistió en el montaje de la obra. Para ello el grupo de investigación trabajó en conjunto con el Departamento de Música y Sonología de la Universidad de Chile, quienes a través de la profesora Carla Badani Schoneweg y algunas de sus alumnas, colaboraron con la medición acústica de la Sala Anilla, dieron sus recomendaciones para mejorar la sonoridad de las voces y realizaron el montaje del material fonoabsorbente con gran profesionalismo.
“La sala tiene un pésimo sonido, porque los museos no están constituidos para el trabajo con sonido. Por eso el aporte de la profesora Badani nos sirvió para obtener financiamiento y comprar el material adecuado que mejora la acústica de la sala. Las voces humanas suenan realmente como voces y no como un eco por varios segundos. Por lo tanto esta alianza con Sonología me pareció un intercambio concreto y muy positivo entre las dos escuelas”, enfatizó Krause.
Paralelamente al proyecto expositivo se produce una publicación a modo de catálogo que, además de contar con tres textos reflexivos sobre el proyecto, uno realizado por Sebastián Valenzuela -estudiante del Magíster en Teoría e Historia del Arte que participó desde los inicios del proyecto- contiene imágenes y fotografías de registro del trabajo.
“Esto es un elemento que aporta a la difusión del proyecto. La exposición no se debe mostrar solo en Santiago, sino que también debe viajar al sur y al norte de Chile. La obra busca contribuir al enriquecimiento de la escena artística en las demás regiones, por eso surge la idea de la publicación: para dejar una referencia para que otros se rocen con eso y se fomenten discusiones”, indicó el profesor.
Al ser consultado por lo arriesgado de la propuesta n, el profesor Rainer Krause adujo que, “El artista siempre debe estar dispuesto a fracasar. Justamente para n pensamos como grupo, que es una buena instancia para arriesgarse, para hacer algo que uno no sabe cien por ciento si va a funcionar. Tuvimos la ventaja que el Departamento financió el proyecto a través de los Fondos de Creación del DAV 2015 y que nosotros contamos con experiencia: hemos trabajado anteriormente con la voz humana como material sonora. Pero cómo va a sonar en esta sala donde el sonido es espacializado, no sabemos exactamente, sin embargo este tipo de riesgos es parte del arte en general”, concluyó Rainer Krause.