Aunque solía expresarse a través del cuerpo y el movimientodesde que era una niña, sólo en tercero medio canalizó ese interés en un taller de danza. La experiencia la impulsó a probar con un curso de verano y luego conel Programa Vespertino del Departamento de Danza, optando por ingresar a esa unidad para formarse como Profesora Especializada en Danza.
“Cuando entré a la Universidad descubrí que muchas compañeras yatenían una base sólida en técnicas como la Académica, que se estudia desde que se es chica. Y si bien logré aprenderla, creo que notar esa diferencia fue lo más complejo que enfrenté en ese momento”, recuerda.
En paralelo a sus estudios, Victoria Gutiérrez comenzó a bailar en el Ballet Folklórico Antumapuy a hacer clases a niñas y niños, conjugando así sus dos grandes pasiones: la danza y la docencia.De allí que al momento de decidir qué investigaría en su tesis de pregrado, la respuesta haya sido relativamente sencilla: la integración de la danza en la enseñanza preescolar formal chilena.
“Quisimos dar cuenta de las oportunidades reales que tenía la danza de insertarse en el currículo”, cuenta sobre esa investigación que realizó junto a Alejandra Salgado y en la que identificaron que la falta de fiscalización sobre lo que se enseñaes uno de los grandes problemas que enfrenta la danza en la educación formal.
“Lo que enseñas se proyecta en lo que los padres y los mismos colegas entienden por danza, quesuele verse como una actividad recreativa y no creativa, como ‘algo’ bonito. Es más, si dices que eres profesora de danza, lo primero que te preguntan es ‘¿eso se estudia? ¡Qué divertido’", cuenta Victoria.
"Se desconoce que la danza puede desarrollar aspectos fundamentales en el ámbito de la cognición, o que aquí el trabajo lúdico potencia el movimiento expresivo y éste, a su vez, la mirada estética. Y eso tiene que ver precisamente con qué y cómo se está enseñando”.
De allí que en las clases que hace a niñas y niños de enseñanza básica de distintos colegios y centro culturales de Santiago, su objetivo sea que logren expresarse a través de movimiento, potenciando un trabajo creativo y grupal donde es esencial el contacto con el otro, “ver el cuerpo del otro y reconocerse en el cuerpo del otro”, dice.
“Me gustaría que entiendan que la danza es realmente importante, pues al desarrollar el movimiento expresivo mediante la experiencia, permite que el niño sea un agente más activo en su aprendizaje”, añade Victoria, quien actualmente sigue con sus clases, bailando en el Antumapu y viendo la posibilidad, junto a Alejandra Salgado, de traducir los resultados de su tesis en un curso de especialización para que educadoras de párvulo puedan tener las herramientas para integrar esta disciplina en sus aulas.