Marcel Duchamp: "Don´t forget". Una partida de ajedrez con Man Ray y Dalí es el nombre de la exposición que el pasado 6 de noviembre se inauguró en MAC Parque Forestal y en Espacio ArteAbierto de Fundación Itaú, una muestra que “habría correspondido hacer 50 años atrás, pero que recién hoy pudimos hacer realidad”, dice Francisco Brugnoli, académico del Departamento de Artes Visuales y Director del MAC, agregando que “es una deuda que intentamos pagar con la sociedad chilena, para llenar vacíos y mostrar los referentes que han sido centrales para nuestro país”.
Y entre esos referentes figura Marcel Duchamp, destacado artista que es considerado como una de las figuras más importantes de las vanguardias artísticas de principios del siglo XX. “Se lo ha asociado con el dadaísmo y, en general, con el ámbito de las vanguardias, pero la verdad es que el impacto de sus propuestas es posterior. Es decir, es un artista que no se enmarca tanto en ese contexto y que, de hecho, tuvo conflictos con parte de la vanguardia”, explica María Elena Muñoz, académica del Departamento de Teoría de las Artes.
Marcel Duchamp ha sido una especie de paradigma del arte contemporáneo, de allí que “en prácticamente todo el desarrollo del arte contemporáneo estén presentes, de alguna u otra manera, muchos de los problemas que se suscitan a partir de sus propuestas”, señala la académica, refiriéndose a la pregunta por la obra de arte y por el rol del artista. “Ésas son las dos cuestiones fundamentales que instala Duchamp y que obviamente atentan contra el sentido común de pensar que un artista es aquel que sólo produce obras de arte o que las obras de arte sólo son producto de artistas”, añade.
Una partida de ajedrez
La partida de ajedrez es el nombre de un cuadro que este artista pintó a inicios de su carrera, emergiendo por primera vez el tema del ajedrez en Duchamp. Como explica Francisco Brugnoli, “esta partida de ajedrez se va a jugar durante toda su vida. Es más, cuando muchos años después declaró que ya no sería más artista ni haría más arte, se le preguntó: ‘Bueno, ¿y usted qué hace? Yo juego ajedrez. ¿Y por qué juega ajedrez? Porque es algo tan sinsentido como el arte”, cuenta sobre ese hecho que para él es fundamental en el entendido de que “el ajedrez no es juego para una sola persona”.
En esta exposición, este juego de mesa aparece como signo de colaboración, amistad y espíritu lúdico entre Man Ray, Dalí y Duchamp, proponiendo un diálogo entre el trabajo y la personalidad de estos artistas. Así, a través de fotografías, documentos y piezas artísticas, se da cuenta de esa relación de amistad y creación colectiva con un foco especial en Marcel Duchamp, cuya figura opera como eje de esta exposición que presenta el desarrollo de un nuevo concepto de arte, poniendo en cuestión la obra como objeto único y el rol tradicional del artista.
“Probablemente Duchamp sea una de las figuras más destacadas, pero hay que tener mucho cuidado con eso porque el arte no lo produce una sola persona. Es decir, el arte es producto de un contexto social, de relaciones humanas, de reflexión, de debate. Y en el caso de Duchamp, de un fenómeno cultural que cruza la historia en ese momento”, añade Francisco Brugnoli sobre este creador que se caracterizó por “problematizar lo convencional. Y ése es precisamente el rol del arte y lo que hace Duchamp cuando manda su artefacto”, añade.
La arbitrariedad de la obra de arte
El artefacto del que habla Francisco Brugnoli se tituló La Fuente y fue presentado por Duchamp en 1917, bajo el seudónimo R. Mutt, en una muestra organizada por la Sociedad de Artistas Independientes. El urinario “sólo fue visto por los integrantes del jurado, que por lo demás eran amigos de Duchamp, y en ese momento no produjo ninguna crisis de la institucionalidad o del concepto de obra de arte o de artista”, dice sobre ese conocido ready made María Elena Muñoz. Y agrega que fue sólo a fines de los años 40 y principios de los 50 que el impacto de su propuesta se hizo visible.
La profesora explica que lo que hizo Duchamp fue establecer la arbitrariedad del estatuto de un objeto como obra de arte. “Es decir, que algo sea o no sea una obra de arte no depende de las cualidades o las características del objeto, si está bien o mal hecho o si es bonito o feo, sino de una convención que se ha establecido entre alguien que dice ‘esto es una obra de arte’ y alguien que acepta que eso es una obra de arte”.
Sin embargo, para María Elena Muñoz, Duchamp no fue ese gran iconoclasta, ese personaje que hace pensar que la institución arte debería terminarse. “Uno de los problemas en esa lectura se asocia con ver los ready made como simples gestos provocadores cuando lo que hay que hacer es vincularlos con el resto de su obra”, explica la académica, agregando que “todos los ready made que propone son de 1913 a 1920, y están escogidos en relación a El gran vidrio, que es la obra que está todo el tiempo trabajando. Por lo tanto, no podemos entenderlos aislados de la gestión de esa obra”, afirma.
El legado de Duchamp
La complejidad y densidad de los aportes de Duchamp “reconfiguraron los paradigmas del arte, cuyas extensiones aún repercuten hasta el día de hoy”, dice Jorge Gaete, académico del Departamento de Artes Visuales y vicedecano de la Facultad de Artes que expone hasta el 9 de noviembre Líneas desplazadas. A propósito de MD en MAC Parque Forestal, una muestra en la que dialoga precisamente con la obra El Gran Vidrio de Duchamp, haciendo “una traducción lineal de las trizaduras que esta obra muestra luego de que se quebrara en un traslado”, cuenta.
A este académico le resulta fascinante que “uno de los componentes más atractivos de una de las obras más importantes del siglo XX haya sido provocado por una situación azarosa, una casualidad transformada en el paradigma del siglo”, dice en referencia a esas trizaduras. Del artista, en tanto, destaca el que su obra haya inaugurado “una serie de movimientos de relevancia en el desarrollo del arte contemporáneo, como el dadá, pop art, arte cinético, arte conceptual, body art, entre otros. Además, muchas de sus obras se sitúan en ámbitos de plena ambigüedad hasta hoy, por lo que su obra es todavía un campo en expansión, de preguntas que no han sido del todo asimiladas y desarrolladas”.
De allí que para María Elena Muñoz sea necesario estar contantemente revisitando el trabajo de éste y de otros artistas, porque “la crítica, la historia y la institución que los instala en determinado momento está sesgada. Por lo tanto, depende del cristal con que se mire”, dice la académica. Y concluye: “Lo que hizo Duchamp fue interrogarse sobre algo que no se había puesto en cuestión. Es decir, desde el siglo XV que en el arte occidental había una cierta idea de lo que tenía que ser el arte, ideas que se empezaron a instalar hasta quedar sacralizadas. Y lo que él hace es preguntarse qué es el arte, interrogante que lleva a la pregunta ‘para qué es el arte’ y ‘qué sentido tiene el arte’. Y todas esas cuestiones son infinitamente productivas”.