Profesor Hanns Stein:

"Hay que educar a la gente como personas progresistas con una tarea en la sociedad"

Entrevista a Profesor Hanns Stein

Dice que es el más viejo de la Facultad de Artes, pero que se siente más joven que la mitad de la Facultad. Insiste en creer que debo entender la palabra en alemán que quiere que escriba. Me la repite impacientemente y no se da por enterado de que no entiendo el idioma que habla, y pienso en lo frecuente que le debe pasar que cuando alguien le pregunta algo de los países donde vivió, él responde con una perfecta pronunciación, y eso es porque Hanns Stein habla cuatro idiomas a la perfección, entonces el cambio entre uno y otro debe ser un hábito el cual sólo él entiende.

Durante toda la entrevista no deja de sonreír, hasta que habla del estado de la cultura en Chile la que asegura "está cada vez peor". Habla de la crisis del Teatro Municipal, "que refleja una crisis cultural, más que financiera". Recuerda las fechas con exactitud: de cuándo emigró, de cuándo llegó, de cuándo se fue y de cuándo volvió. Es un hombre amable y querido por sus alumnos y pares. Dice que va a jubilar a los ciento veinte años, entre otras cosas, porque sus alumnos todavía lo necesitan y deja en claro que el que aparece los domingos en la noche por Chilevisión, si bien es hermano de su señora, es el único reaccionario en la familia, por lo que tienen los vínculos cortados con él.


¿Qué recuerdos le trae la palabra Polonia?
Lo menos importante ahora con esa palabra es la orquesta polaca que está en Chile. Para mi Polonia significa campos de concentración, donde murió una gran parte de mi familia en las cámaras de gas. Cosas muy trágicas. Yo nunca estuve en ese país, pero mis tres abuelos, tíos y primos murieron allá.

¿Cómo es para usted haber vivido su vida arriba de barcos y aviones?
Era chico cuando me fui de Europa, por lo que sentía la partida como una aventura, pero en general me ha ido bien en el extranjero. Llegué a Chile el 21 de enero de 1941 y cuando tenía 13 años, en 1966 me fui becado a Praga para terminar mis estudios en el Conservatorio, volví en 1968 y entré a la Universidad entre 1969 a 1973, cuando me fui exiliado a Berlín oriental, para volver a fines de 1980. En Alemania me contrataron en la Academia Superior de Música Universitaria, Hanns Eisler, donde luego de un tiempo pasé a ser profesor titular. Cuando estuvimos afuera con mi familia pensamos que íbamos a volver luego, que la dictadura iba a durar poco. Pero con tantas cosas que he vivido, me di cuenta de que soy un ciudadano del mundo.

¿Preferiría usted hablar sólo un idioma, no haber pasado por lo que pasó y haber vivido una vida más tranquila, o está contento con su vida?
En general estoy contento con mi vida, no me puedo quejar. Soy una persona con bastante humor, y me río mucho de las situaciones y de los demás.

¿Cómo fue su vuelta a Chile después del exilio?
Felizmente teníamos casa, por lo que no tuvimos que pagar arriendo, pero trabajo no había. Mi primer concierto después del exilio lo hice en el Goethe Institut con Cirilo Vila, a quien lo llamó el entonces Decano de la Facultad de Artes, Pedro Félix de Aguirre, y le prohibió acompañarme, porque dijo que era un tipo con un prontuario kilométrico. Pero finalmente tocamos juntos igual. Empecé haciendo clases particulares, me iba a Europa por dos meses a hacer conciertos y con eso podía vivir.

¿Cuándo se reincorporó a la Facultad de Artes?
Cuando volvió la democracia, pero con dos horitas. Pensé que con la vuelta de la democracia se anularían los decretos de exoneración. Me demoré ocho años para volver con gloria y majestad.

¿Cuándo vuelve con gloria y majestad?
En 1998, cuando me obligaron a hacer mi examen de título a los 72 años, porque decían que no tenía, ya que no reconocían mis títulos de Alemania o Checoslovaquia.

Hablando de la actualidad ¿cómo ve usted a la Facultad de Artes?
Regular, porque en todo orden de cosas, nosotros todavía sufrimos la herencia de la dictadura, y una de las perores herencia es la que hay dentro de la cabeza de la gente. Sigue habiendo miedo, desconfianza y autoritarismo, y eso se siente en la Facultad. Creo que todavía no tenemos una verdadera democracia aquí.

¿Qué pasa con la crisis del Teatro Municipal y la postura de la Facultad de Artes?
Hasta ahora hemos tenido una posición poco enérgica en un conflicto de larga data, ya que el Teatro contribuye muy poco a la cultura del país. El Teatro Municipal es una institución para un pequeño porcentaje de la población, ya que los que van, por ejemplo, a la ópera, pagan 150 dólares, adquiriendo un status ficticio, ayudados por los medios de comunicación, quienes hacen que la gente se trague ese status ficticio.

¿Por qué está como está el Teatro Municipal?
Porque está dirigido por gente que no entiende nada de música y mantenido por una corporación cultural que tiene intereses económicos, como los Claro y los Edwards, llevando el Teatro a su manera y botando la plata. Para los cantantes chilenos no hay lugar ahí y les pagan una miseria, en comparación a las compañías extranjeras, a las que le pagan muchísimo. Y todo esto llevó a una crisis cultural, más que financiera.
¿Cómo se imagina usted la Facultad de Artes de aquí al 2010?
Yo espero que se cumpla el compromiso de trasladar la Facultad a otra parte, porque aquí tenemos mucho ruido. Siento además, que la dictadura dejó su huella, transformando estas escuelas universitarias en una mezcla de escuela preparatoria y cuartel militar. Creo que hay que educar a la gente como personas progresistas, con una tarea en la sociedad.

Hablando de usted y la Facultad de Artes, ¿cómo imagina su término como académico?
En primer lugar, como tengo un hoyo de 25 años en mi trayectoria laboral, no tengo idea en estos momentos qué posibilidad de una jubilación decente tengo, así que parece que voy a trabajar hasta los 120 años. Pero me siento bien (toca madera), me gusta lo que estoy haciendo y mis alumnos me necesitan.

 

 

 

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